Tras la sombra de los Klat'ka 4: Prueba de fuego

Mi nombre es Jack

Ambos volvían callados en la aeronave. Faltaba poco para llegar a la cabaña y la mente de Rose repasaba todo lo que sucedió. Miró a un costado y vio la espada materializada en Lunara. Sentía que estaba conectada a ella aunque no sabía cómo. En sus manos el romboedro y un libro escrito de puño y letra por su madre. El único recuerdo que decidió traer para recordarla.

Por delante de ella, el ave dorada seguía a la aeronave de cerca. Como si hubiera estado esperando encontrarla desde hace mucho tiempo.

Chris, por su parte, estaba serio y callado. Tocó su bolsillo por un segundo. Llevaba la piedra y con ella una ligera esperanza de salvar a su hermana. Pero aún no sabía cómo usarla.

Poco después, la aeronave aterrizó y Rose y Chris descendieron. James a lo lejos ya la esperaba con una sonrisa y un ramo de flores silvestres.

Rose corrió torpemente a abrazarlo.

—¿Cómo supiste que llegaríamos hoy? —murmuró ella, hundiendo su rostro en su pecho. Intentaba embriagarse de su aroma lo más posible.

—No lo sé, solo lo sentí —murmuró él besándola, para luego abrazarla fuerte mientras también tocaba su barriguita ya crecida.

—Bienvenidos —exclamó Patrick a ambos con una sonrisa.

—Te extrañé —murmuró Rose, abrazándolo con cariño. Chris siguió estrechando la mano de ambos.

—¿Cómo les fue? —preguntó Patrick intrigado.

—Entremos, tenemos mucho que contarles —dijo Rose, viendo al ave aterrizar delante de ella, lanzando un chillido amenazante a los hombres.

Los dos se asustaron, viendo a la criatura acercarse lentamente a Rose. Frotó su cabeza en ella torpemente. En paralelo, Horus hacía presencia en el lugar a través de un portal.

Ambos se miraron intrigados para luego ignorarse, como si se conocieran de toda la vida. El ave luego desplegó sus alas y se fue volando pacíficamente.

—Quiero escuchar la historia de esto —murmuró James siguiendo a Rose a la cabaña.

Tiempo después, luego de contar todo lo sucedido, James se quedó observando el romboedro que Rose aún tenía en sus manos.

—¿Qué es eso? —preguntó él con una sonrisa.

—Nada, necesito salir a caminar —murmuró ella, saliendo de la cabaña en silencio.

Caminó hacia el árbol de cerezo. Había crecido casi 1 metro de altura, viéndose más sólido y estable. Sonrió y siguió su camino hasta la colina cercana. Al llegar a la cima se sorprendió. Kaeth’Ruum estaba junto al ave dorada. La acariciaba como si la conociera bien, algo que la hizo sonreír.

—Estuvo obsesionada contigo desde que estabas… —se detuvo temeroso viéndola con ojos llorosos.

—¿Desde que estaba en el vientre de mi mamá? Eso querías decir… papá —balbuceó Rose, ahogada con la angustia y todas las emociones que la recorrían.

Él se petrificó, viéndola cómo sujetaba su cabeza con efusividad. Le dolía. Se acercó rápidamente, ayudándola a sentarse en el suelo cubierto de un hermoso pasto.

—Está bien, siéntate —murmuró él tocando su brazo.

Cuando lo hizo, un recuerdo llegó a ella. Era su papá enseñándole a disparar.

—No quiero hacer esto —dijo una pequeña María enojada.

—Lo sé, estoy tratando de sacarte a ti, a tu hermano y a tu mamá de aquí sanos y salvos de una vez. Pero por el momento debemos hacerlo aunque no queramos. La seguridad de tu mamá y el pequeño Chris está en juego —sonrió su papá volviendo a la práctica.

—Te amo, papi —susurró la pequeña dándole un beso en su mejilla.

El aire cálido acariciando su piel la devolvió al presente. Notó que sus mejillas estaban humedecidas por lágrimas que no podía evitar soltar.

—Gracias, papi. Por cuidarme a mí y a las personas que amo —susurró ella tratando de regularse.

Kaeth’Ruum se petrificó. En ese segundo no vio a Rose, vio a su hija en Eidon-7. Su pequeña María lo veía con sus ojos llenos de luz y una sonrisa. No pudo evitar llorar de felicidad. Rose lo abrazó fuerte, permitiéndose desahogar todo lo que llevaba dentro.

Tiempo después, ambos observaban el atardecer caer en el horizonte en silencio. Simplemente observando el cosmos ser y manifestarse en su realidad.

Kaeth’Ruum rompió el silencio.

—¿Cómo está tu abuela? Cuando sepa que no cumplí mi promesa de proteger a María, me matará —murmuró con preocupación, bajando la mirada—. Si Patricio pudiera salir de Lunara ya lo hubiera hecho.

—Mamá la visitó la noche que murió —susurró Rose como suspiro, limpiando sus lágrimas.

Kaeth’Ruum hizo silencio, solo observándola desahogarse.

—Ella está bien. Está enojada, pero no te matará. Creo que asimiló hace años que era algo ya destinado a suceder —murmuró con una media sonrisa—. El tío Patricio y sus guerreros te matarán si vas a Lunara.

Kaeth’Ruum suspiró apenado. En ese momento, Rose le entregó el romboedro que aún tenía en sus manos.

—Lo traje para ti, no sé cómo funciona en realidad, pero vi algunas cosas y creo que deberías conservarlo —murmuró ella con una media sonrisa.

Él lo sujetó junto a su pecho, sonriendo feliz. Ahora tenía un recuerdo de su amada.

—Papá, voy a morir pronto —susurró Rose con su voz llena de tristeza—. Necesito que me prometas algo.

Kaeth’Ruum quedó de piedra, su corazón se detuvo y la angustia que le generaban las palabras de su hija atoraba su garganta, dejándolo a duras penas respirar.

—Dime —susurró en agonía, imaginando que a ella, a su pequeña bebita también la perdería.

—Necesito que cuides de mis hijos y de James cuando yo no esté. Sé que Chris va a estar para ellos, pero él ya tiene a su pequeña en Nivaria y me gustaría que la criara con amor —dijo Rose bajando la cabeza.

Comenzó a arrancar pastos a su alrededor; la ansiedad la estaba matando.

—También quiero que, llegado el momento, James rehaga su vida y encuentre a alguien que lo ame. No es justo que él se haga cargo de mis hijos, hijos que ni siquiera son de él —exclamó ella con tristeza.




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