La gran sala estaba iluminada con hileras de luces cálidas y decorada con arreglos ostentosos. Todo era deslumbrante: una mesa rebosante de manjares, una enorme torta de varios pisos decorada con flores de azúcar, músicos en vivo que tocaban con elegancia y obsequios de lujo apilados cuidadosamente sobre una mesa separada. Era sin dudas, una celebración de lujo. Nada se escatimó para el cumpleaños de Ashley.
La Organización había cumplido su palabra. Pensó Rose en el momento en que a su mente vinieron las imágenes de aquella noche, como un eco lejano. Luego de la prueba de capacidad que la organización le hizo, luego de ver un video en donde Alex era asesinado. Ese hombre, Maskedman rodeado de soldados y con su hija en brazos le habló.
—Puedes morir aquí, dejando a tu hija a su suerte o puedes colaborar con nosotros. Pagar tu deuda heredada.
—¿Y qué harían con mi hija? Preguntó una joven e insegura Rose con voz temblorosa.
—Tu hija, lo tendrá todo. No necesitarás preocuparte de nada. Educación, lujos, confort.
La pequeña Ashley la hizo volver al presente, corría de un lado a otro, desbordante de felicidad, ignorando la tensión que se respiraba a su alrededor. Sus ojos brillaban con entusiasmo mientras reía con sus amigos, ajena a los pensamientos turbulentos de su madre. La niña disfrutaba como nunca, pero Rose… Rose no podía dejar de sentir un vacío.
Aunque las luces centelleaban, el brillo de los arreglos se desvanecía para ella. Todo ese lujo, toda esa opulencia, la hacía sentirse ajena. Como si fuera una máscara. Algo impuesto por una Organización que ya había hecho demasiado daño a su vida. Era un mundo que no le pertenecía.
El equipo Alpha estaba presente.
En batalla eran un equipo, en la base eran familia. El apoyo a Rose y el cariño a la pequeña Ashley era evidente.
—Feliz cumpleaños —dijo Dante con su habitual tono grave, envolviéndola en un abrazo torpe, pero sincero.
—Feliz cumpleaños. Wow te ves increíble para tener…—se detuvo, escéptico Ilan siguió— ¿Cuánto? ¿Veinte?
Todos rieron incómodamente. Sabían que Ashley al igual que Rose no envejece igual que los demás.
—Feliz cumpleaños Princesa, le dijo Leo dándole un fuerte abrazo y revolviéndole el cabello
—Feliz cumpleaños pequeña, ya tienes edad para ir de cacería con nosotros. Dijo Ragnar.
Todos quedaron en silencio y Maskedman desde el otro lado de la habitación, lo miró de forma fulminante.
Ashley lo miró, y sonriendo dijo
—Espero que muy pronto. Quiero ser como mi mamá.
Todos rieron, aunque en el fondo sabían que Rose jamás la dejaría cazar.
—Hola, feliz cumpleaños le dijo Mikhail muy tímidamente. Apenas se acercó, limitándose a posar una mano sobre su hombro, sin atreverse a sostenerle la mirada.
—Espero que al menos te haya gustado el regalo —murmuró.
No era muy expresivo con ella, la cuidaba y le importaba, pero se mantenía a raya. Como si tratara de no encariñarse.
—Hola pequeña dulzura. ¿Me recuerdas?
Le dijo Michel de forma cordial.
Ashley lo miró intrigada
—No, no te recuerdo. ¿Quién eres?
Michael la tomó por los brazos y la sentó sobre una encimera alta en el gran salón.
—Yo… ---se detuvo— te revisé hace 20 años, cuando llegaste aquí por primera vez.
Ashley lo miró con los ojos iluminados
—Tú eres Michael ---respondió ilusionada
—Maskedman me contó de ti. Y con un gesto de su mano Ashley lo saludó. Recibiendo un gesto de vuelta.
La fiesta avanzó, con risas y música. Llegando el momento de los regalos. La mesa estaba llena de cajas envueltas con papeles brillantes y cintas doradas. Todo estaba perfecto. Pero entre todos esos regalos deslumbrantes, Rose se acercó a su hija con una pequeña caja. Sencilla, hecha a mano y envuelta en papel de color neutro.
Ashley la miró confundida. Era un contraste tan marcado entre todo lo que la rodeaba… Pero cuando Rose la abrió, su corazón latió un poco más rápido.
—Feliz cumpleaños, hija. —dijo Rose, sonriendo, aunque sus ojos reflejaban la tensión acumulada.
Ashley deshizo el envoltorio con rapidez, curiosa. Dentro, había un medallón antiguo de plata. Ligeramente desgastado por el paso del tiempo, con algunos detalles sutiles en la parte frontal. No era nada comparado con los lujosos obsequios que le habían dado los demás, pero tenía un brillo especial. Ashley sabía perfectamente que era.
—¿Es igual al tuyo? —preguntó con algo de sorpresa.
Rose tragó saliva. Su voz temblaba un poco cuando respondió.
—Sí, es igual al mío. Chris y yo tuvimos que trabajar mucho para conseguirlo. Ya no los fabrican. Es igual a… ---Rose se detuvo. Sus ojos se llenaron de lágrimas —Al que John me regaló. Hace mucho tiempo.
Con su mano lo tomó de su cuello para mostrárselo. El medallón era pequeño, humilde, con los años marcados en sus bordes. Pero para Rose era un símbolo mucho más valioso, que todo lo demás a su alrededor.
Ashley miró el medallón, tocándolo con suavidad.
—¿Es… para mí? —preguntó, ahora más tranquila.
—Sí, para ti. —Rose sonrió débilmente—. Es para que siempre recuerdes que, a pesar de todo, te amamos.
Ashley sostuvo el medallón en sus manos, contemplando de un lado una foto diminuta, una de las pocas fotos que Rose tenía, en la que ambas salían sonriendo, abrazadas. Del otro lado una foto de una joven Rose junto a Alex, su papá.
—Gracias, mamá. Lo voy a cuidar.
En ese momento, Ashley miró a Maskedman, que observaba desde lejos, y sin pensarlo demasiado, dijo con una sonrisa:
—Papá mira mi collar.
La palabra cayó como un golpe.
Chris sintió cómo se le helaba la sangre. Se giró hacia Ashley, deseando poder taparle la boca antes de que las palabras escaparan.
Rose se quedó helada. El aire pareció volverse espeso, como si todo se paralizara por un instante. El peso de los años, de las mentiras y de la ausencia, estalló en su pecho como una jauría de lobos hambrientos. Los agentes se tensaron de inmediato.
En paralelo, Incógnito observó en silencio a través de la pantalla en su oficina. Su mirada era penetrante.
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Editado: 17.06.2025