Los días pasaban con una calma extraña dentro de la instalaciones de la Organización. Como en la quietud que antecede a una gran tormenta, todo parecía en orden. Pero bajo la superficie, el universo comenzaba a ordenar sus piezas sin que nadie lo notara.
Rose y Chris volvían a sus viejas y conocidas rutinas, pero esta vez incluían en ellas algo nuevo. En sus mentes, Nivaria había dejado algo más que recuerdos. Ahora poseían herramientas para sanar. Y también, herramientas que trazaban lentamente su destino.
Mientras esto sucedía, ojos invisibles seguían todos sus pasos. En la sala de observación tanto Maskedman como Incógnito estaban muy pendientes de las cámaras, de los detalles, de ellos.
En una de estas pantallas se veía a Rose. Quien sentada en el suelo, simplemente meditaba tranquilamente. En otra Chris quien hacía ejercicio con mucha intensidad.
Maskedman interrumpió el silencio.
—Algo anda mal en ellos. Ambos están extraños desde que volvieron.
Incógnito lo observó asintiendo a cada palabra. Preguntando tranquilamente.
—Rose está más tranquila de lo normal. No me gusta. ¿Qué averiguaste del lugar?
Maskedman respondió rápidamente mirando su tableta.
—Peinamos el lugar con sensores. No hay nada. Parece que alguien no quiere que sepamos algo.
Incógnito con tono sorprendido.
—¿Qué registros hay del lugar?
Maskedman prosiguió nervioso.
—Hay registros vagos de antes de la Gran Guerra. —se detuvo por un momento y aclarando su garganta prosiguió. —se decía que había una ciudad en el valle de la montaña más grande. Pero quienes intentaban llegar morían, se perdían o…
Incógnito con tono impaciente.
—¿Qué? Termina maldita sea.
Maskedman prosiguió sin rodeos
—Había una leyenda en cuanto a seres que custodiaban la entrada. Los llamaban La orden de los once. Quiénes son y porqué lo hacen es un misterio.
—Quiero saber que vieron y que encontraron. Envía a Ashley, dile que sospechamos que su mamá está en peligro. Necesitamos saber qué pasó. Ella confía en su hija.
Maskedman asintió retirándose en silencio, mientras Incógnito giraba su silla.
—¿Qué ocultan ustedes dos?—. Se preguntó para sí. Prosiguiendo con desprecio—Les sacaré la verdad, de alguna forma u otra.
Ashley por su parte se encontraba más tranquila. Su mamá había vuelto, Chris con ella. Y aunque sus pesadilla seguían. Una lucecita de esperanza y fe nacía en ella. Una que después de los acontecimientos, jamás volvería a extinguirse.
Por el momento, se enfocó en ella. Le encantaba dibujar. Y sabía que su mamá amaba sus dibujos. Aunque no pudiera quedarselos en su celda.
“Que órdenes tontas tenía la Organización” pensó. “En qué podía afectar qué su mamá tenga sus dibujos en su habitación”
Trató de no pensar en eso. Ella confiaba en su papá. Si eso sucedía, sería por algo. Así ella hoy no pudiera verlo o entenderlo.
Mientras dibujaba un hermoso paisaje, notó la cámara. Había algo extraño en ella. Estaba acostumbrada, toda su vida estuvo bajo vigilancia estricta. Las cámaras eran algo de su día a día. Pero esta vez, tenía algo diferente. Lo sentía, por lo que sin pensarlo mucho, la observó por largo rato. Comenzó a moverse de un lugar a otro, dándose cuenta que la cámara la seguía. Por lo que instintivamente la saludó con una gran sonrisa. Mientras para sí decía:
—Sé que están ahí.
Nora, quien hacía rato escribía en un escritorio dentro de la habitación se detuvo. Había algo en Ashley que le generó escalofríos. Por lo que temerosa comenzó a escribir. Algo que no pasó desapercibido para ella. Quien por primera vez molesta y sintiéndose invadida la increpó.
—¿Qué tanto escribes, Nora? preguntó. Propinándole una mirada inquisitoria.
—Nada pequeña, cosas del trabajo.
—Últimamente escribes mucho. Más que antes. Respondió de forma irónica.
Nora se puso nerviosa, había algo en Ashley que por primera vez en 20 años de cuidado, la intimidaba. Trató de contenerse, por lo que tomándose unos segundos para respirar prosiguió.
—¿Quieres ver que escribí?
Sabía que Ashley diría que no. Ella no era ese tipo de niño. Era respetuosa y amable.
Pero su respuesta le heló la sangre
—No hace falta. Ya sé que escribes de mi.
Un silencio inundó la habitación, uno tenso.
Ashley mirando la cámara volvió a su dibujo, para luego decir tranquilamente.
—Quiero ver a mi mamá Nora. Dejándola perpleja.
—Y la veremos, pero más tarde. Ahora continúa haciendo hermosos dibujos para ella.
No respondió, continuando con sus dibujos.
Desde la sala de observación Incógnito seguía todo lo sucedido. Expresando para sí de forma tranquila.
—Fascinante.
Por otro lado, Rose en su habitación sentía que necesitaba caminar y despejarse. Así que salió. Sorprendiéndole que nadie la detuviera.
No se detuvo a pensar y simplemente recorrió los pasillos. Llegó hasta un corredor en donde de un lado, grandes ventanales daban a una montaña lejana. Se detuvo y observó.
Por un momento se permitió recordar. “Nivaria” dijo para sí.
Extrañaba la calma que reinaba en ese lugar. Todos eran libres allí, no había conflicto ni discusiones.
Alguien se acercó, sacándola de sus pensamientos. Era Michael. Quien con una sonrisa y cierto nerviosismo, le habló.
—Hola Rose, me alegra que hayas decidido salir de tu encierro. Dijo esbozando una sonrisa sincera.
—Hola Michael, murmuró Rose.
Mientras los ojos de ambos se cruzaban. Haciendo que el tiempo se detuviera. Sus corazones comenzaron a latir más lento y sus respiraciones se entrecortaron.
Rose no pudo evitarlo, su cabello y ojos comenzaron a tornarse de color Rosa claro. Demostrando los incipientes sentimientos que comenzaba a sentir por Michael. No pasó desapercibido por éste, quien hipnotizado y fascinado simplemente observó el espectáculo.
Su cabello y sus ojos cambiaban de tonos rosas claros a oscuros. Como si de una bella danza se tratara.
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Editado: 17.06.2025