Tras la sombra de los Klat’ka

Los Muertos Del Pasado

El aire en la base se sentía más pesado esa mañana. Algo había cambiado. Lo percibían en los pasillos, en los susurros y en las miradas que evitaban cruzarse demasiado tiempo. Una sensación antigua, casi olvidada, flotaba como niebla densa en cada rincón.

En la Sala de Observación, una reunión improvisada se hacía efectiva. Se encontraba Incógnito y alguien más. Un hombre misterioso. De rostro anguloso y duro, marcado por líneas profundas que narran años de decisiones implacables, de más de sesenta y cinco años. Su cabello, corto y medio canoso, contrastaba con unos ojos claros, pero fríos. Casi siempre entrecerrados. Como si midiera a quien tiene enfrente. Su voz era grave, de tono bajo, con una cadencia lenta, que obliga a los demás a escucharlo. El vocero de ARCOS lo presentaba como si ya no fuera conocido por la Organización.

Era nada más y nada menos que el padre de Alex, actualmente Maskedman. De complexión alta y robusta, parado al lado de la pantalla, mantenía una postura rígida, de soldado antiguo, como alguien que jamás aprendió a relajarse. Esperando su momento para hablar.

—Él va a ser los ojos de ARCOS durante las futuras misiones. Además de que cada soldado en batallas que involucren activos y/o sujetos requeridos por ARCOS llevará junto con su uniforme y su comunicador. Una cámara que transmitirá en vivo cada movimiento. No queremos un suceso igual al anterior —soltó el vocero, de forma fría y despectiva.

—Por supuesto. Nos pagan suficiente para este tipo de cambios de planes —dijo Incógnito de forma irónica, prosiguiendo a hablarle directamente al hombre.

—Bienvenido, Darian —de forma mordaz continuó —. Apuesto a que Rose estará encantada de verte.

Los ojos de este se pusieron fríos, como si rememorara un odio interno latente en lo más recóndito en su ser.

Los recuerdos comenzaron a fluir en su mente. El momento en que la Organización le informaba la fuga de su hijo Alex. Como lo buscó durante dos años y cuando lo encontró. Esa maldita zorra, Rose. Lo había enredado y engatusado al punto que Alex parecía ser otro.

Incógnito lo trajo nuevamente al presente

—¿Muchos recuerdos Darian? —sonrió de forma malévola, disfrutándolo.
Presionó un botón en su escritorio y la puerta se abrió. Ingresando Maskedman. Este quedó helado. No podía creer lo que estaba viendo. Era su padre y estaba nuevamente en la Organización.

—Qué … ¿Qué haces aquí?

—Vengo en representación de ARCOS. Trabajaremos en conjunto durante las misiones que los involucren —. Y con desprecio le dijo —¿Aún sigues usando esa estúpida máscara? ¿Por qué te empeñas en cuidar a esa zorra?.

—No hables así de ella, así no te parezca, es la madre de mi hija—gritó Maskedman furioso.

—Y un activo valioso, valuado en millones de dólares. No lo olvides —dijo Incógnito, interrumpiendo la discusión entre padre e hijo.

Y de forma irónica prosiguió.
—Llévalo a ver a Rose apuesto a que le encantará verlo. Yo observaré todo por las pantallas—dijo, terminando en una risa histérica.

—Ahora retírense. Hablaremos más tarde.

Mientras en la sala de control el aire era denso, en la sala de entrenamiento la atmósfera era completamente distinta. El eco de los disparos contra las dianas, las órdenes de Rose, y los jadeos de los Alpha llenaban el amplio espacio.

Michael intentaba seguirle el ritmo a un ejercicio de combate cuerpo a cuerpo, pero una y otra vez terminaba en el suelo. Se frotaba el costado con una mueca de dolor, mientras Rose se cruzó de brazos, mirándolo con una mezcla de fastidio y burla contenida.

—Otra vez, grandulón —ordenó ella—. Si vas a venir al campo de batalla con nosotros, tendrás que resistir más que palabras bonitas.

Michael sonrió de lado, sin perder la oportunidad de devolverle una mirada más prolongada de lo habitual.

—No puedo concentrarme con alguien tan bonita gritándome encima.

Eso arrancó algunas risas de los Alpha y un suspiro contenido de Chris, que estaba observando desde la distancia, apoyado contra una columna.

Rose frunció el ceño, pero no se apartó. Aunque había algo en su expresión distinta. Donde antes habría lanzado una amenaza o una broma pesada, ahora sus mejillas tomaron un leve tono rosa, casi imperceptible. Se alejó sin responder, ordenando a los demás que continúen.

Chris lo notó. No solo la reacción de Rose, sino algo más sutil. Había empezado a cambiar. Desde hace unos días ya no se la veía tan ojerosa, ni agotada. Su cabello, antes alborotado y sin cuidado, ahora caía prolijo sobre sus hombros, y aunque seguía usando el uniforme táctico, se notaba que había empezado a cuidar detalles que previamente ignoraba.

No era solo físico. Irradiaba otra energía. Como si algo en su interior se hubiera reactivado.

Chris sintió una punzada incómoda en el pecho. No eran celos, era miedo. Miedo a lo que eso podía significar. Así que, sin pensarlo, se apartó del grupo y salió en dirección a la zona de control, donde sabía que Maskedman estaría vigilando las transmisiones de entrenamiento.

Al ingresar, la tensión era palpable. Maskedman estaba de pie, observando la pantalla con los brazos cruzados, y a su lado, como una sombra de su pasado, Darian.

Chris tragó saliva, pero sabía que tenía que hacerlo.

—Tengo que hablar contigo, —le dijo a Maskedman, ignorando la presencia de Darian—. Es sobre Rose… y Michael.

Maskedman giró levemente la cabeza, sin quitarse la máscara, pero Chris notó el leve endurecimiento de su postura.

—Habla.

—He notado cosas —susurró Chris, bajando el tono—. Se están acercando. No como compañeros. Hay algo más y no me gusta.

Un silencio tenso se instaló en la sala. Darian dejó escapar una carcajada seca.

—Siempre supe que esa maldita zorra se arrastraría hacia cualquiera —escupió con veneno—. Tal como lo hizo contigo.

Maskedman apretó los puños, pero no respondió.

Chris, en cambio, lo miró directamente.




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