Tras la Tormenta

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NOTITA PARA NO PERDER LA COSTUMBRE:

Hola, a todes💛

Quería pasar por aquí para contarles que estamos oficialmente muy cerca del final. Si todo marcha bien, Tras la tormenta terminará en las próximas dos o tres semanas.

La novela realmente debía terminar el sábado 6 (día de mi cumpleaños, porque soy así de egocéntrica), pero entre temas de salud y algunos compromisos personales no he podido tanto como esperaba.

De todos modos, gracias por la paciencia.

Les agradecería muchísimo que comentaran, que me cuenten qué están sintiendo, qué teorías tienen, qué les enamora y qué las desespera. Ustedes no saben lo importante que es eso para mí mientras escribo la recta final. 🥹✨

Y si quieren saber en qué cosas ando, lo que estoy escribiendo, lo que pretendo publicar o mis crisis existenciales de escritora, pueden seguirme en Instagram: @chris_urbano

Ahí es donde estoy más activa y donde comparto de todo un poco.

Gracias por acompañarme en esta historia.

Les quiero. XOXO💛

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Audrey entró por completo al baño y la puerta se cerró detrás de ella con una suavidad irritante, como si incluso las puertas de aquel edificio se sintieran obligadas a ser elegantes ante su presencia. Ella se acomodó cerca de la pared, con las manos juntas frente al vestido, y me observó con esa calma pulida que solo podían tener las personas que pertenecían a lugares donde todos sabían qué cubiertos usar primero. Yo seguía sosteniendo la toalla como si fuera un escudo, porque si había un momento para sentirme ridícula, era exactamente este.

—Supongo que debería presentarme —dijo ella finalmente, y su voz sonó tan perfectamente modulada que tuve la sospecha de que había sido entrenada para sonar así hasta cuando pedía azúcar—. Soy Audrey Sinclair. Aunque creo que ya… bueno, ya te lo dijeron.

Asentí porque abrir la boca me parecía arriesgarme a que solo saliera vapor y nervios.

—No quiero incomodarte —continuó, con un tono tan diplomático que casi podría haber sido sacado de un manual de comportamiento aristocrático—. Solo quería hablarte en privado. Sobre todo porque, por lo que veo, estás… cerca de Adam.

Traté de mantener mi cara neutral, pero probablemente puse una expresión entre “¿define cerca?” y “¿por qué estoy atrapada en un baño con la ex prometida del hombre del que acababa de descubrirme enamorada a diez minutos de la cena?”.

Por desgracia, Audrey pareció interpretar mi silencio como permiso para seguir.

—No tienes que decirme nada —añadió rápidamente—. Solo quería que supieras que me alegra verlo bien. De verdad.

Me sorprendió su sinceridad. Había esperado frialdad o aires de superioridad, tal vez un comentario pasivo agresivo, pero no esa honestidad que, para ser sincera, habría dejado sin palabras a cualquiera.

—Bueno, no estoy segura de ser la persona con la que deberías estar hablando —logré responder, y mi voz sonó exactamente tan incómoda como me sentía. No tembló, pero estuvo cerca.

Audrey sonrió como si entendiera el trasfondo de mi incomodidad y, sin embargo, se mantuviera perfectamente cómoda en la suya.

—Lo sé —dijo—. Y créeme, no suelo hacer este tipo de cosas. No soy la clase de mujer que acorrala a otra en un baño para hablar de estas cosas —hizo un gesto vago, como si la palabra “Adam” fuera demasiado íntima para pronunciarla en voz alta—. Pero supongo que los últimos meses me han enseñado que a veces es mejor ser clara.

Yo, desde luego, no era una mujer acostumbrada a hablar de estas cosas y habría agradecido que las baldosas del piso se abrieran para tragarme, pero por desgracia eran demasiado bonitas como para tener la decencia de colapsar.

Audrey continuó:

—Cuando Adam y yo estábamos juntos, él… siempre intentaba hacerse cargo de todo. Es ese tipo de persona. Tiene una especie de brújula interna que lo empuja a arreglar cualquier cosa que no esté perfectamente alineada.

Asentí.

—Lo sé.

En realidad no sabía nada. Para empezar, ni siquiera tenía idea de por qué me estaba hablando sobre esto a mí.

—Entonces sabrás que a veces eso lo hace cargar con más de lo que debería —agregó—. Más de lo que cualquiera debería cargar. Yo no supe manejarlo en su momento y no supe estar a la altura de lo que él creía que necesitaba ser para mí.

Mi cerebro emitió un pitido como si estuviera sobrecalentado. No sabía qué hacer con esa información, o con la forma en que la dijo. Audrey bajó la mirada apenas, como si escogiera sus palabras con pinzas y continuó.

—Supongo que solo quería decir que me alegra que él haya encontrado a alguien con quien no tenga que pelear contra expectativas imposibles —Se detuvo un segundo, respiró hondo, y añadió—. Merece estar con alguien que pueda caminar a su propio ritmo, no con alguien que espere cosas que él no puede dar.




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