Tras las rejas del Amor

Capitulo 2

Bonnie se despertó con un sobresalto. La suave luz del amanecer se filtraba a través de las gruesas cortinas de su nueva habitación. Parpadeó varias veces, tratando de recordar dónde estaba. La opulencia de la habitación, con su cama de dosel, muebles antiguos y costosos, le recordó la amarga verdad. No estaba en casa. Estaba en la mansión de Dante Moretti.

Se levantó lentamente, su cuerpo aún tenso por los acontecimientos del día anterior. Caminó hacia la ventana y apartó las cortinas. El jardín que se extendía ante sus ojos era una obra maestra de jardinería, con fuentes y esculturas de mármol. Sin embargo, para Bonnie no era más que una jaula dorada.

Un suave golpe en la puerta la sobresaltó. Antes de que pudiera responder, una mujer de mediana edad entró, llevando una bandeja con el desayuno. Tenía una expresión neutral, pero sus ojos reflejaban cierta simpatía.

—Buenos días, señorita Bonnie. Soy María, la encargada de la casa. El señor Moretti ha dispuesto que me ocupe de usted. —Colocó la bandeja en una mesa junto a la ventana—. Si necesita algo, solo tiene que pedírmelo.

Bonnie asintió, agradecida por la amabilidad de la mujer, pero no podía evitar sentir que todo esto era una farsa. ¿Cómo podía alguien ser amable en un lugar como este?

—Gracias, María. —dijo con voz apagada.

—El señor Moretti me ha pedido que le informe que desea verla después del desayuno. —María hizo una pausa, evaluando la reacción de Bonnie—. ¿Quiere que le ayude a vestirse?

—No, gracias. Puedo hacerlo yo misma.

María asintió y salió de la habitación, dejándola sola con sus pensamientos. Bonnie se sentó y comenzó a comer, aunque no tenía mucho apetito. Su mente estaba llena de preguntas y miedos. ¿Qué quería de ella Dante Moretti? ¿Qué le haría hoy?

Después de vestirse con un simple vestido azul que encontró en el amplio armario, Bonnie bajó las escaleras, guiada por María. La casa era aún más imponente de lo que había imaginado, con pasillos decorados con obras de arte y muebles antiguos. Finalmente, llegaron a una gran sala donde Dante la esperaba.

Estaba sentado detrás de un escritorio de madera oscura, revisando algunos documentos. Al verla entrar, levantó la vista y sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Buenos días, Bonnie—su voz era suave pero firme—. ¿Dormiste bien?

Ella asintió, aunque la verdad era que apenas había pegado ojo.

—Bien, me alegra. Quiero que te sientas cómoda aquí. —hizo un gesto hacia una silla frente a él—. Siéntate, por favor.

Bonnie se sentó, manteniendo la espalda recta y la mirada fija en él. No quería mostrar debilidad.

—Supongo que tienes muchas preguntas. —Dante entrelazó las manos sobre el escritorio—. Y trataré de responder algunas de ellas. En primer lugar, quiero que sepas que no te haré daño. No físicamente, al menos.

La última frase hizo que Bonnie se tensara aún más. Dante continuó, ignorando su reacción.

—Tu padre me debía una cantidad considerable de dinero, y tú eres su forma de pago. Pero no quiero que pienses en ti misma como una prisionera. —su voz se volvió más suave—. Quiero que pienses en esto como una oportunidad.

—¿Oportunidad? —repitió Bonnie incrédula—. ¿De qué estás hablando?

Dante se levantó y caminó hacia la ventana, mirando el jardín.

—De una vida diferente Bonnie. Una vida lejos de las preocupaciones y los miedos que has conocido. Aquí, tendrás todo lo que desees, siempre y cuando sigas mis reglas.

Bonnie sintió un nudo en el estómago. Este hombre hablaba de una vida dorada, pero todo lo que ella veía eran cadenas.

—No quiero nada de ti, Moretti. Solo quiero volver a casa.

Él se giró para mirarla, su expresión se endureció.

—Eso no es una opción, Bonnie. —sus ojos eran dos pozos oscuros, llenos de determinación—. Te sugiero que lo aceptes cuanto antes.

Bonnie se levantó, el desafío brillando en sus ojos.

—Nunca aceptaré esto. Nunca te aceptaré a ti.

Dante la miró en silencio durante unos largos segundos, y luego sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—Ya veremos Bonnie, Ya veremos.

Con esas palabras, supo que la batalla apenas comenzaba. Y en su corazón, juró que no se rendiría sin luchar.

Bonnie regresó a su habitación, tratando de mantener la calma. El aire era pesado, cargado de la opulencia y la tensión que envolvía la mansión. Decidió explorar un poco, buscando cualquier cosa que pudiera darle una pista sobre cómo salir de allí.

El pasillo fuera de su habitación estaba decorado con tapices antiguos y lámparas de araña que arrojaban una luz cálida pero distante. Pasó junto a varias puertas cerradas hasta que encontró una que estaba entreabierta. Dentro, descubrió una biblioteca impresionante, con estanterías que llegaban hasta el techo, llenas de libros de todas las épocas y géneros.

El olor a papel viejo y cuero la envolvió, dándole una sensación de paz momentánea. Se acercó a una de las estanterías y sacó un libro al azar. Mientras lo hojeaba, escuchó un ruido detrás de ella. Se giró rápidamente y vio a Dante, apoyado casualmente contra el marco de la puerta, observándola.

—Veo que has encontrado mi santuario. —dijo con una sonrisa que parecía menos amenazante que antes.

—Es impresionante. —admitió ella, cerrando el libro y colocándolo de vuelta en su lugar—. No esperaba encontrar algo así aquí.

—Hay muchas cosas en esta casa que no esperas. —respondió él, entrando en la habitación—. La biblioteca es uno de mis lugares favoritos. Me alegra que te guste.

Bonnie no respondió, sintiéndose incómoda bajo su mirada. Dante se acercó a una de las estanterías y sacó un libro.

—Este es uno de mis favoritos. —dijo, extendiéndole el libro—. Quizás te guste.

Ella tomó el libro con cautela y leyó el título:
Orgullo y prejuicio de Jane Austen. Una novela sobre amor y prejuicios, ironía en su situación.

—Gracias. —dijo, sin saber qué más decir.




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