La noche estaba fría, era pleno diciembre y el frío calaba los huesos de quienes no tuvieran un buen cobijo. Comenzó a sentirlo cuando la calidez de la madre se alejó de ella tras sentir un gran golpe como si quisieran destruir la puerta que daba paso a su casa.
La pequeña de cinco años no comprendía lo que estaba sucediendo ahí fuera, solo sabía que algo bueno no era al escuchar los gritos de su madre. Estaba sola, y creyó encontrar refugio bajo las gruesas sábanas que la cubrían, sin embargo, no fue suficiente.
Tras quien sabe cuánto tiempo los gritos comenzaron a cesar, no sabía si aquello era bueno o malo, y no quería descubrirlo. Tenía miedo, tanto como el que no había experimentado en su corta vida. Los pasos comenzaron a ser más audibles para la pequeña, los temblores comenzaron a sacudir al pequeño cuerpo sin poder controlarlo, hasta que finalmente, fue descubierta en su escondite.
Lo primero que vio, al dejar de cubrirse con sus brazos, fueron a varios hombres. Vestían como la noche, oscuros, no sabía quiénes eran, pero si sabía que ellos no podrían ser de los buenos. Se quedó quieta sin saber que hacer hasta que uno de ellos se acercó a ella de forma lenta, no entendía que querían, pero ella intentó huir sin éxito.
El cuerpo de uno de ellos pesaba una tonelada, vio que uno portaba un pañuelo en su mano y con insistencia trataba de hacer que ella lo oliera sin tener éxito. De un momento a otro se vio en ventaja, arañó el rostro de dos de ellos y el tercero se quedó pasmado ante lo que una niña de cinco años había hecho.
Saltó de la cama como si su vida dependiera de ello ganándose un buen golpe en su rodilla que dolía lo suficiente, sin embargo, eso no la detuvo, caminó tanto como su dolor se lo permitía, pero cuando llegó a la sala de su casa, no pudo evitar detenerse ante lo que sus inocentes ojos estaban presenciando.
Su madre.
Esta yacía en el suelo boca abajo parecía casi no respirar pues su cuerpo se movía con pesadez, su rostro estaba bañado en el líquido rojo que tanto asco y miedo le provocaba. Su madre intentaba decirle algo, pero las palabras no salían de su boca al estar tan golpeada.
Ver aquello la paralizó y olvidó por completo los tres gigantes que estaban en la habitación, cuando lo recordó, fue muy tarde, el fuerte olor del suave pañuelo cubrió su boca y nariz con fuerza y aunque intentó liberarse, aquel líquido penetró tanto en sus fosas nasales, que lo último que vieron sus pequeños ojos, fue una lágrima rodar del rostro enrojecido de su madre, para finalmente, cerrar sus ojos cayendo en la inconsciencia.
Del otro lado de la cuidad, estaba ocurriendo el mismo hecho, solo que mucho más violento. Esta vez los hombres entraron destruyendo todo a su paso. El hombre de la casa, fue el primero en despertar para ir a ver lo que estaba sucediendo, no le dio tiempo hacer nada, puesto que fue abatido con un disparo directo en medio de la frente, acabando con su vida.
Ese disparo fue lo que alertó a la esposa del difunto. Al no ver a su esposo a su lado, le pareció muy extraño y fue en su busca y al llegar a la sala, un grito desgarrador logró despertar al último miembro de la familia que descansaba en el cuarto contiguo al de sus padres. Escuchó el grito desgarrador de su madre pidiéndole que huyera y tan solo dos segundos después escuchó aquello que tanto le gustaba escuchar en las películas y los videojuegos, disparos.
Observó a su alrededor para ver por dónde podría escapar. A su corta edad, les había dado a sus padres unos cuantos dolores de cabeza por sus escapadas luego de hacer las aburridas tareas.
Escuchó pasos aproximarse a su habitación y supo que debía actuar rápido, si no los malos llegarían hasta él y no quiere averiguar qué sucederá con él si logra ser atrapado.
Decidió utilizar el típico método de escape: la ventana. Lo había hecho tantas veces que no le fue difícil saltar hasta llegar al árbol para bajar por el mismo con mucha facilidad, lo que no esperó es que habría cinco coches más grandes que él y un pequeño ejército de siete hombres, según su cuenta, parqueados afuera de su casa. ¿Qué buscaban estos hombres con su familia?
No le dio tiempo a dar respuesta a su pregunta porque todos se abalanzaron sobre el cuándo accidentalmente, hizo crujir una rama y fue descubierto. Le fue imposible escapar, hicieron un circulo a su alrededor que se lo impidió.
Sabía que era una batalla perdida, no tenía forma de ganar con su pequeño cuerpo, sin embargo, decidió intentarlo, su padre siempre le decía que nunca se rindiera, que siguiera adelante hasta agotar todas sus opciones. La mala noticia era, que en ese caso, sus opciones estaban más que agotadas y no quiso asimilarlo. Un golpe en la cabeza contra algo duro, le hizo perder el sentido.
Un desconocido para estos dos chicos, observaba todo desde un salón lleno de computadoras, desde dos pantallas diferentes, los hechos relatados anteriormente. El salón lleno de computadoras le mostraba lo que para él fue la noche perfecta, la noche en que sus planes comenzaban y su era de triunfar había llegado.