Trastorno

CAPÍTULO 5: DESAYUNO DE CAMPEONES

Patrón, ya me había advertido el esposo mío que la tos venía como caballo salvaje sin ataduras. Corriendo en la reverberación del sol como si el mundo se anduviera acabando.

Ni el aguardiente, ni el alcanfor de menta, ni las hojas de coca le quitan lo cojudo, como dice usté.

Lo tozudo, María. Significa que es obstinado, no quiere ir al médico.

Ah, eso mesmo que—se decir solo que las palabras en veces se me complican.

Mi hermano es necio, dice que la tos se le va a quitar sola. Según él, su cuerpo está expulsando la contaminación de sus pulmones, de aquel día cuando hicimos la quema de malezas. Dice que pronto se va recuperar, pero nada que se recupera.

Pobrecito de mi hermano, mi papá ya no quiso vivir con él porque siempre fue testarudo. Era contestón y quería vivir como un rey sin hacer nada en casa. Mi padre decidió expulsarlo de su hogar y ahora vive conmigo para que pudiera aprender la lección que la vida no es color de rosas. Luego me dijo que le quitaría el castigo ya cuando aprenda que la supervivencia en el mundo es difícil. No obstante yo le tengo paciencia y misericordia más que nadie a mi querido hermano que tanto amo.

Le ando entendiendo muy bien mi patrón. Nunca supe porque vino su hermano, le doy gracias que me lo haya contado. Y por cierto, ya que lo anda mencionando, hasta acá se le escucha el tosido. Dijo que quería que le ponga la mesa allá afuera como para no contaminar a nadie acá adentro, ya mesmo se la pongo después de servirle a ustedes a él lo iré atendiendo.

El patroncito está afuera como para no molestar adentro, no ha dormido en toda la noche ya que no ha parado de toser, le aseguro que ya mesmo un toro lo cachea. Las gallinas lo picotean, las ovejas lo ovejean y los patos lo patean. Vaya que sí la tiene fuerte. Lo envolví en la madrugada como tamal, le chispié aguardiente con mi boca en todo su cuerpo y nada que le hizo efecto. Ya esa tos es de las malvadas. Nada más se puede hacer, digo yo. Supongo que ya San Pedro está preparando la habitación divina, ha de ser de aquellas que son tan blancas como el algodón además de cómodas, pienso yo. Lo bueno es que allá arriba no hay padecimiento, ni nada le va a doler. Luego ya todos los recuerdos desaparecen, así me dijo el esposo mío. Solo el recuerdo que permanece es el que fue afectado, al que mucho se le hizo daño o al que mucho se le quiso.

Mi hermano estaba afuera, acariciando a su perro pastor alemán de nombre, Max. El animal movía la cola con brío, mientras daba vueltas en torno a él, jadeante, con la lengua colgando. Averett tosió muchas veces y se inclinó para rascarle detrás de las orejas. Max respondió con un suave gruñido de gusto y apoyó la cabeza en su pierna, como si entendiera el cansancio de su dueño.

-¿Qué estás preparando, María?

Ah, me olvide de preguntar, patrona. ¿Qué quería? -Sin embargo la comida no es veneno mientras no se envenene, siempre la buena comida la bendice Diosito, ya digo yo. Estoy preparando unos chilaquiles con huevos rancheros. No sé si le apetece, doñita Hellen. Ah, y un café de los descafeinados, supongo. Y para los chamacos, una birria de res, unos sándwiches de jamón y la vitamina ses que tanto les encanta.

Vitamina C, María. El jugo de naranja tiene vitamina C. No se llaman, vitaminas ses. Tienes que aprender a pronunciar de la forma correcta. Cuántas veces te lo he repetido.

Patroncita doña Hellen, mejor digo; jugo de lalaxtli. Como decía mi madre que en paz descanse. Y perdone, patroncita Hellen. Sí escucho muy bien las palabras y trato de decirlas como ustedes en esta casa las dicen, solo que a veces me gana la ignorancia y pos, se me olvidan.

¡Hailey! -María. Por undécima vez, mi nombre es Hailey, no Hellen.

Eso mesmo casi digo, una palabra que otra no afecta el resultado, por ahí escuché, lo importante es que se me entienda.

No sé si a los mini patroncitos les parece agradable lo que les estoy preparando y ya no hay marcha atrás, si no quieren, no sé si a los caballos les guste la comida ya que a ellos más les gusta la hierba. Los pone muy alegres, de eso estoy segura. Recuerdo cuando mi hermano comía hierba, le daba mucho por reírse. Se ponía bien alegre el condenado, y yo que pensaba que solo los caballos nomás son los que comían hierba, pero a él le encantaba y qué se le podía hacer. Pues, muy vegetariano, vegetariano no era que digamos, ya que la mesma hierba le hizo daño un día y pos. Luego cayó enyerbado al piso y zas que se lo llevó la fregona, pero al menos se fue comiendo lo que más le gustaba, su comida favorita, digo yo. Ya que en veces no quería ni comer la otra comida. Pobrecito el hermano mío, Felipe se llamaba. Ya ni los montes son los mejores del mundo que digamos. Antes eran saludables, ahora te desparraman. Y de paso, esa hierba que mi hermano consumía resultaba podrida ya que apestaba de forma apestosa.

—¿Pos patroncitos, sí van a querer lo que les preparé? —dijo María, con las manos en la cintura—. Porque no sé si vayan a poder concentrarse en la escuela con esos estómagos vacíos.

—Yo sí quiero —respondió Rowen.

—Yo también —añadió Matthew.

-Qué bueno, ya los caballos se quedaron con las ganas. Dijo María.

—Es que tienen que desayunar obligados, porque no se van a ir sin comer —dijo mi esposa Hailey.

Hailey volvió la mirada hacia Rowen, que tenía a su gata siamés entre las piernas. Chloe ronroneaba con placidez, las orejas semierguidas, mientras su cola se movía en lentos círculos sobre el regazo de mi hija.

—Rowen —dijo Hailey con un tono serio—, ¿no puedes dejar a tu gata un momento sola en su habitación?

—No quiero dejarla sola, se aburre —respondió Rowen sin apartar la vista de Chloe—. No está haciendo nada malo, mamá. Está tranquila. Cuando no estoy, por eso la dejo con María, porque se aburre y llora.

—Eso es lo que tú asumes que pasa. Los gatos no se aburren. Ozone, después de comer, solo pasa durmiendo.




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