Trastorno

CAPÍTULO 14: ALTERACIÓN DE LA REALIDAD

Cúmulos de pensamientos se agolparon en mi mente. Me cuesta olvidar el momento en que Gael disparó por mis pies. Mi consorte me habló de tantas cosas anoche que apenas logro recordarlas con claridad. Mi mente se encuentra obnubilada, envuelta en una niebla que confunde todos mis recuerdos. Intento reconstruir la conversación, pieza por pieza, aunque solo retengo en mi cabeza algunos fragmentos nítidos: la hora, 7:30 p. m., hasta cerca de las 11. En esas tres horas y media, Hailey me dijo cosas valiosas, palabras que todavía resuenan en mi interior.

Me habló del amor que sentía por mí y halagó mi forma de ser como padre. Dijo que era el mejor del mundo, que siempre estaba pendiente de nuestros hijos, atento a cada detalle. Recordó con ternura cuando enseñé a Matthew los fundamentos del salto ecuestre, y cómo le había enseñado a Rowen las poses de modelaje profesional: el equilibrio con libros sobre la cabeza, la postura, la elegancia. Ya le han hecho varias sesiones fotográficas, y una de sus imágenes incluso fue publicada en Vogue Kids, en colaboración con Calvin Klein, algo que llenó a Hailey de orgullo.

Entre los recuerdos dispersos de aquella conversación, también resuena la voz de mi dulce esposa, cuando me pidió que invitara a cenar a papá. Dijo que le prepararía solomillo con salsa de trufas, pero que no le revelara la sorpresa; que solo le dijera que lo esperaba para cenar, y nada más. También dijo que compró un baby dolls rojo para hacerme el amor de forma salvaje, es lo último que puedo recordar de toda la conversación. Sé que conversamos mucho en ese lapso de tiempo, pero mi mente, pienso que solo retiene la mitad de lo que me dicen. Aquí en la habitación luzco pensativo, ya faltando poco para que sean las 7 a. m. En esta época de verano son las vacaciones de los chicos. Prometí que los llevaría a acampar, en los próximos días haré efectivo mi compromiso.

Me da vergüenza decirle a mi esposa que me recuerde toda la conversación que tuvimos el día de ayer por la noche. Sin embargo, le dije: Amor, recuerdo que Gael me disparó por mis pies.

Cielo, recordaste eso. ¡Qué bien! —Me alegro que recuerdes cosas, ¿y recuerdas algo de lo que te conté por qué te odia?

-No, cariño.

-Trata de recordar por qué fue. Haz el esfuerzo.

Empecé entonces a excavar en mi memoria y recordé algo más.

Gael me dijo que ya no formaba parte de la junta de ganaderos.

Guau, bello y hermoso marido. Tengo fe de que tu memoria muy pronto va a estar restaurada al 100 por ciento.

Ahora bien, trata de recordar porque Gael te odia. Yo te lo volví a contar ayer por la noche para ver si por la mañana lo recordabas.

Hasta ahora solo recuerdo, el halago que me dijiste de lo buen padre que soy con mis hijos. El baby dolls que compraste y la cena que dijiste que le ibas a preparar a papá.

-¿Cuál era la cena?

-Solomillo con salsa de trufas.

Amor bello. Tu mente se está activando. Me siento muy emocionada.

Recién me aparecieron los recuerdos de Gael cuando me disparó por los pies. Me dijo que no éramos amigos. Pero no sé por qué, solo sé que me odia.

Yo te lo dije muchas veces, también conversamos sobre eso ayer por la noche, cielo.

-Haz memoria. Sé que tú puedes.

¿Qué te viene a la mente? Por qué crees que Gael y Sky te odian.

-¿Qué les hice o dije, cariño?

-Quiero que hagas memoria, o pienses tú mismo en un por qué.

Luego de estar meditativo no llegaba nada a mi mente. Hasta que después de tanta meditación saqué una imaginaria deducción. ¡Fue por haber matado a nuestras mascotas! -Eso es Lo que pienso. Como él tiene cuatro perros y ama los perros, supongo que lo que hice con mis mascotas fue lo que tanto le enojó.

Eh, bueno, cielo. Ya no te ofusques más. Después tu mente traerá de nuevo tus recuerdos, dijo mi esposa con rostro irrefutable. Si vas a visitar a tu papá lleva a Rowen, Matthew y a Averett para que los visite también. Yo no voy a ir ya que voy a estar ocupada haciendo tantos quehaceres.

-Deja que María los haga por ti, cariño.

No, cielo, prefiero hacerlo yo misma. Son cosas que María no puede hacer. Hay que cosas que sí, pero esto no.

Lavadora, secadora, todo lo que se puede hacer con tecnología María lo quiere hacer a mano.

Golpeé con los nudillos la puerta de la habitación de mi hermano Averett y pregunté:

—¿Se puede?

—Pasa, hermano querido —respondió Averett con su voz tranquila.

—Alístate, vamos a visitar a papá. Llevaré también a Matthew y a Rowen.

—No, yo no voy, hermanito —dijo bajando la mirada—. Resulta que hice apuestas de mucho riesgo… gasté todo el dinero que papá me dio para retomar los estudios de arquitectura.

—¿Cuánto gastaste? —pregunté, incrédulo.

—Cincuenta mil dólares.

—¿Perdiste cincuenta mil apostando?

—Sí… y papá no quiere verme por ahora. Me dijo que ni se me ocurra aparecer por allá. Está furioso. Dice que las apuestas son lo mismo que consumir drogas, que ambas cosas destruyen. Ya cuando se le pase el enojo iré a visitarlo.

Hizo una pausa antes de continuar:

—Ahora me voy a un sepelio. Murió Danny Walker. ¿Vas a ir después de visitar a papá?

—¿Danny Walker? No sé quién es —dije, confundido.

—¿En serio no lo recuerdas? ¿Y a Rafe McCawley?

—Tampoco —respondí.

Averett suspiró y me miró con tristeza.

—Ay, hermanito… me apena que no recuerdes a tus amigos. Jugaban contigo en la preparatoria. Han venido varias veces a verte. Ojalá tu memoria recupere todo lo que perdiste. Siento que Dios te ha borrado los momentos más bellos, y eso me duele mucho.

—¿Y de qué murió Danny? —pregunté, intentando recordar algún rostro que diera sentido a aquel nombre.

—Lo mató la mafia japonesa —dijo con tono grave—. Le ataron las manos con cabos a un madero, con los brazos extendidos como si fuera Cristo, y luego le dispararon por la espalda. Tuvo una muerte horrible.




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