Tratado

• Señales •

Amelia

Amelia suspiró más que cansada al ver sobre su escritorio la pila de documentos y carpetas que la aguardaban, ella tenía que revisar todas las citas de Edward, hacer sus bitácoras, programar sus actividades, llamar a los socios y preparar todo lo necesario para cada una de las juntas que ya estaban planificadas, así mismo, tenía que encargarse de que no faltara nada para la reunión que se realizaría en menos de quince minutos y eso, implicaba hasta los cafés.

Eran miles las cosas que ella tenía que hacer y todo por la culpa del padre de Edward, al cual se le había ocurrido la excelente idea de recortar al personal.

—Señorita Simmons, venga a mi oficina por favor. —La llamó aquel hombre por el auricular.

Amelia rodó los ojos y expresó una mueca de fastidio mientras se levantaba de su asiento y bajaba lo más que podía su pequeña falda oscura.

—Sí, señor Palmer. —Le habló ella desde la entrada.

—Por favor entra. —Aquel sujeto le hizo un par de señas para que ella se acercara, luego, el hombre regreso su vista hacia los documentos que estaba analizando con una profunda concentración—. Necesito que llames a todos y les hagas una cordial invitación para mañana en la noche. —Le dijo sin quitar la vista de aquellos papeles.

La chica frunció el ceño, molesta, pensando en que ella no tenía por qué hacer ese tipo de cosas, no obstante, tenía que hacerlo.

—¿Cuál es el motivo? —preguntó acomodando sus gafas.

—Mi hijo Leonard, regresa esta tarde del extranjero. Al parecer le fue muy bien con el negocio que hizo allá así que hay que celebrar eso y, si todo sigue como va, es posible que nos recuperemos más pronto de lo que imaginamos. Amelia, por favor prepara una cena extraordinaria, los Palmer vamos por un muy buen camino. —Le dijo con una gran sonrisa en su rostro y un brillo descomunal en sus ojos.

«Los Palmer o solo Leonard», pensó la chica mientras observaba aquel vejestorio desbordarse en la codicia de su dinero.

—Por cierto, la reunión ya está por comenzar así que llévanos el café a la sala de juntas. —Le ordenó y sin decir nada más regresó su vista a los documentos.

Amelia sonrió forzadamente, luego dio media vuelta y salió de ese lugar.

Estando en su escritorio comenzó a organizar lo poco que le faltaba, ya tenía listos los papeles que Edward necesitaba, los tomó y se los llevó a su oficina, después corrió por los cafés.

Presionó el botón del ascensor y miró como poco a poco se iban iluminando los números en la parte superior del elevador hasta que, finalmente, este se detuvo en su piso.

Las puertas se abrieron despacio y fue entonces que ella bajó la mirada tan solo para encontrarse con unos ojos oscuros, fríos y serios que le hicieron quedarse en silencio.

Amelia sintió como su respiración se cortaba y su corazón se aceleraba al ver a Leonard después de seis meses.

Él la divisó con superioridad y arrogancia mientras la recorría con una sutil calma, sonrió de lado y de forma perversa al ver en ella la señal que indicaba que se verían más tarde.

Ambos tenían diversos indicadores que sugerían varios tipos de cosas, desde personales hasta libidinosas. Sin duda, los dos sabían muy bien cómo comunicarse de una forma discreta para poder verse sin que nadie se diera cuenta.

La chica pasó por su lado y él por el suyo, aunque ella alcanzó a sentir el roce de uno de sus dedos sobre una de sus piernas desnudas, lo que provocó que su piel se erizara al instante.

Motivada por esa señal, Amelia sonrió con deseo mirando ese caminar elegante hasta que, finalmente, Leonard entró en la oficina de su padre, y aunque no cruzaron palabra alguna ella sabía muy bien que esa noche estaría demasiado ocupada.

Amelia estaba pensando en toda la clase de cosas que harían y en el pretexto que pondría si es que Edward la llamaba, aunque sabía que no era necesario. Presionó de nuevo el botón del ascensor y esperó a que las puertas se cerraran, pero no contó con que aquel sujeto que tanto le irritaba la acompañara.

Ella se quejó y dio vuelta el rostro.

Saber que él estaba tan cerca de ella la molestaba.

—Acabo de ver entrar a Leonard —señalo el sujeto a sus espaldas—. Edward se pondrá realmente furioso cuando lo vea —musitó en medio de pequeña risa, pero Amelia lo ignoró.



#4481 en Novela romántica

En el texto hay: cliche, mentiras y dolor, infiel

Editado: 05.06.2019

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