—Lara—
El sonido de un nuevo mensaje llegó a su celular cerca de las nueve de la noche, Lara lo abrió y leyó.
"Por favor, adelántate. No podré llegar por ti. Te veo en la cena. Edward".
A pesar de que ella sabía que el mensaje era suyo, siempre se preguntaba porque él firmaba con su nombre, no era necesario que lo hiciera, sin embargo, lo hacía.
Torció una mueca y cerró los ojos por un breve minuto tratando de contener el sentimiento que tenía.
—Tranquila. Respira. —Se dijo así misma intentando calmarse—. Él no vale la pena.
Aquellas palabras eran las mismas que se repetía una y otra vez luego de haberlo descubierto y de que aquella conversación con Cecil terminará con cierta clase de amenazas. Lara se preguntaba: ¿Qué clase de pruebas quería darle ella? Aún no lo sabía y ya llevaba varios días con la intriga, aunque no era tan difícil suponer de qué se trataba.
El tiempo avanzó y ya tenía que irse, si es que no quería llegar tarde a la cena.
Antes de salir se miró en el espejo, se veía bastante bien con ese largo vestido negro que llegaba hasta el suelo y cuyo corte en la tela de su pierna derecha le daba una vista demasiado atractiva, haciendo de ese diseño algo encantador, y aunque ella no tenía mucho busto, el strapple lo compensaba, dejando notar su exuberante pecho que resaltaba ante su delgada figura.
Lara sonrió un poco, cubriéndose con una mascada la quemadura que apenas si se notaba. No culpaba a Amelia de haberle vertido el café, había sido un accidente y eso le pasaba a cualquiera.
Terminó de verse en el espejo, tomó su bolso y salió llamando a su chofer el cual respondió de inmediato.
El chico la miró bajar por las escaleras con ojos libidinosos mientras la recorría de una forma indiscreta.
—El auto, Wilson. —Le dijo llamando su atención al verlo parado como tonto sin poder quitarle la mirada de encima—. Wilson, el auto. Es tarde —repitió, terminando de bajar las amplias y largas escaleras que conducían hacía la entrada.
—Oh, sí. Claro —contestó su chofer sin poder concentrarse del todo.
Lara sonrió ante esa actitud tan graciosa, era la primera vez que veía actuar al hombre de esa manera.
—¿A dónde la llevo, señorita? —Le preguntó acomodando el espejo interior del auto.
—A la mansión de los Palmer. —Le contestó sin mirarlo, ya que estaba algo ocupada buscando su celular dentro de su bolso.
Wilson sonrió.
—Es la primera vez que me pide llevarla a ese lugar —comentó el chico mientras arrancaba—. ¿Sabe...? Me alegra saber que finalmente van a casarse. —Le dijo y en ese preciso momento, se tensó—. Aunque me extraña que el joven Edward no haya venido por usted.
Lara bajó la vista y observó su mano, apretó su puño y sonrió.
A pesar de que estaban comprometidos todavía no existía ningún anillo, tan solo estaba la absurda promesa de una palabra.
—Edward está algo ocupado y con la llegada de su hermano tiene mucho que pensar. Esta es solo una cena así que apresúrate que vamos tarde. —Le dijo volviendo a su bolso.
Luego de unos veinte minutos, Lara ya se encontraba llegando a la gran residencia de los Palmer, era increíble divisar todo el lujo a su alrededor, amplios jardines llenos de flores y fuentes colosales adornaban la entrada.
Wilson manejo un tramo más y finalmente estaciono.
—¿Necesita que venga más tarde por usted? —Le preguntó mientras la ayudaba a bajar.
—No, gracias. No es necesario. Ya puedes irte a casa. —Le contestó mirando la puerta.
—De acuerdo. —Lo escuchó decirle—. Que tenga una excelente noche, señorita.
Lara respiró hondo y caminó hacia el vestíbulo en dónde a la primera persona que vio fue a Ileana.
—Lara. ¡Hola! —expresó la chica de cabellos negros al abrazarla.
—Hola. —Le respondió Lara de la misma forma—. ¿Cuándo fue que llegaste? —inquirió con una evidente sonrisa.
—Hace un par de días. —Le contestaron—. Quise ir a verte, pero he estado demasiado ocupada con mi prometido.
—¿Prometido? —cuestionó la chica un poco dudosa.