Tratado

• Tratado •

—Lara—

Las campanas de la catedral sonaron con demasiada fuerza anunciando su boda.

Hoy por fin él y ella se casaban.

No había sido una decisión fácil, sin embargo, al final tuvo que aceptarla. Después de todo ese matrimonio también le convenía a ella de alguna manera.

La chica dejo de prestar atención a los repliques, bajó la vista y pronto pudo notar a su chofer abrirle la puerta. Lara sonrió con un ligero estilo al ver su reflejo en la ventana; su largo, despampanante y a la vez atrevido vestido blanco le hacía lucir como la prominente mujer que era, aunque sus ojos no representaban lo mismo, en ellos había tristeza, dolor y soledad.

Al estarse mirando, pensó que en algún otro momento ella sería la mujer más feliz del mundo al estarse casando con el amor de su vida; sin embargo, su realidad era distinta. Ella no estaba ilusionada, mucho menos se sentía afortunada. Lara no sentía nada más que un sentimiento de melancolía al estar cumpliendo con un tratado que, le convenía a ella y a su familia.

La chica no deseaba casarse con un hombre que la engañaba, que le mentía y que le había roto el corazón en más de una ocasión. Ella no quería ese tipo de vida, sin embargo, al final Leonard la había convencido.

La mujer tomó una extensa bocanada de aire, conteniéndolo dentro de sus pulmones, era tiempo de salir, de dejar de ser ella misma y transformarse en lo que la habían convertido.

Sus ojos pronto se cristalizaron, pero no lloraría. Mordió sus labios y se calmó, Lara necesitaba controlarse si es que quería llegar en una sola pieza a la iglesia.

—¿Está lista? —Le pregunto su chofer a lo que ella asintió en un movimiento, apretó el ramo de azucenas y finalmente, entró en el vehículo.

Al verla llegar a la iglesia la prensa inmediatamente comenzó a rodearla, cada reportero se desvivía por obtener la mejor de las notas. Wilson, se abrió paso entre todos estacionando a reja cerrada la limusina, rodó el auto y la ayudó a bajar.

Al salir lo primero que ella notó fue a toda la multitud congregada, sus rostros serenos mostraban una felicidad absoluta. Las mujeres entallaban vestidos selectos para esa noche especial, por el contrario, los hombres habían elegido un atuendo más pulcro y refinado.

Todos sonreían, se veían felices al estar disfrutando de un momento agradable, momento que para ella era amargo. Algunas personas se acercaron para recibirla, la felicitaban, la besaban y la abrazaban.

«Hipócritas». —Se dijo dentro de su cabeza al responderles de la misma manera al estarles sonriendo fingidamente.

Terminó de saludar y cuando por fin la dejaron avanzar una mano masculina se estiró hacia ella, ofreciéndole protección y alivio al verla nerviosa. Era una mano áspera, fría y vieja; la cual demostraba que los años que habían pasado por ella no se habían cargado en vano.

Lara levantó la vista y se encontró de frente con el rostro estricto de su padre, el hombre le sonrió un poco y colocándose a su lado la ayudó a entrar.

Cristopher le ofreció su brazo, aferrándola a su cuerpo duro pero añoso. Ella se quejó de inmediato en su interior, aquel hombre era una persona severa cuando de negocios se trataba.

—¿Estás segura de esto? —Le preguntó de una manera discreta a lo que ella entrecerró sus ojos en él.

—¿Crees que tengo alguna otra opción?

El hombre miró por el rabillo del ojo a su esposa luego, contestó.

—Con tu madre aquí, no lo creo —respondió dubitativo.

—Entonces no. —Le dijo tajante.

La chica quiso soltarse, pero en eso su padre se lo impidió al sostenerla con más fuerza.

—Lara, solo espero que hagas lo correcto. Como tú padre no estoy de acuerdo con tu madre, sin embargo, es tu madre. —Le susurró discretamente mientras caminaban hacia el altar.

—Descuida papá, que no echaré a perder ninguno de sus sucios negocios y que, al contrario, es ella quien echa a perder mi vida —citó de la misma forma, regresando a su padre la misma clase de fuerza en su brazo.

Lara dejó de mirarlo y caminando orgullosa y altiva a su lado, volvió su vista al frente para disfrutar de ese encantador momento.

Se abrió paso entre la gente, deleitándose con cada una de sus zancadas, un pie frente al otro hasta llegar al final del pasillo en donde Edward ya la estaba esperando.



#4507 en Novela romántica

En el texto hay: cliche, mentiras y dolor, infiel

Editado: 05.06.2019

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