Tratado

• Suplicio •

Lara   

Una vez que Lara regresó de nuevo al hotel se encerró con llave en su recámara. No tenía ganas de ver a Edward, estaba molesta, triste y adolorida.

Mientras ella se acercaba a cerrar la ventana iba pensando en que decirle, había cometido un error, se había equivocado. Había sido estúpido meterse en la habitación de un sujeto al cual apenas si conocía, pero qué más podía hacer.

Estaba irritada, celosa.

Suspiró con tristeza, lo único que le quedaba hacer era disculparse, solo esperaba que él la entendiera, aun cuando ella no había tenido del todo la culpa. Fue en ese momento que antes de llegar a la ventana miró sobre la encimera que tenía aun lado una botella de vino, medio vacía, plegó su ceño y se acercó a ella para tomarla.

—Edward —murmuró sorprendida, fue ahí en donde reparó la vista y lo miró.

A su derecha, afuera en el balcón, él la estaba esperando. El hombre estaba de espaldas a ella, recargado en una esquina con una copa de vino en su mano. Su aspecto no era nada agradable, se veía desaliñado y hasta parecía estar algo irritado.

La chica lo miró presionar sus puños, luego volteó hacia ella cuando notó su presencia.

Sus ojos rojos marcados por la ira la estremecieron.

—Al fin llegas. —Le dijo mientras se dirigía a ella con bastante recelo.

Lara lo miró con temor, observando como él dejaba la copa y apretaba entre una de sus manos aquella pañoleta que él había encontrado en esa habitación.

—Edward —murmuró de nuevo, dando un paso hacia atrás por instinto.

Él gimió indiferente al mismo tiempo en que le hablaba sin dejar de mirarla.

—¿Crees que puedes humillarme y tratarme como un estúpido sin que tengas consecuencias? —inquirió con voz arraigada mientras se acercaba.

Ella negó. Apenas si podía pronunciar una sola palabra. Su corazón temblaba con una tremenda fuerza al igual que sus ojos al ver a Edward convertido en una persona que no era.

Pronto, Lara pudo sentir su agarre en su brazo, los dedos de él la estaban lastimando.

—Edward, ¿qué haces? ¡Suéltame! —Le gritó al ser literalmente halada hacia la cama—. ¡Edward, me estas lastimando! —refutó sin ser escuchada.

La mujer presionó sus puños enojada, giró a sus espaldas e inmediatamente su mano surco por los aires en un intento por golpearlo, pero él fue más rápido que ella al contener su mano.

Ella lo miró expectante, era la primera vez que lo miraba de esa manera.

El chico empuño su mano con rabia y ella gritó de dolor.

—Edward... —bisbiseó una vez más, aunque está vez lo hizo con lágrimas en los ojos al ver en esos otros una especie de determinación que le hizo temblar.

Él la miró irritado, sus ojos cristalinos demostraban el dolor que sentía al estar tratándola de esa manera, sin embargo, eran más sus celos y su enojo. Chasqueó los dientes y la soltó un poco tan solo para lanzar su mano. La fuerza con la que logró aventarla consiguió que Lara girará al menos unos noventa grados a su derecha, aunque cuando ella volvió para encararlo todo en su vista se volvió negro.

Inmediatamente Lara sintió un intenso dolor mezclado con algo de ardor en su rostro, ella no tenía idea de lo que le había sucedido, estaba desorientada en el suelo mirando hacia arriba; tenía el mentón tembloroso y sus ojos estaban llorosos.

El sabor a óxido en su boca le revolvió el estómago, pero lo salado de sus lágrimas lo compensó.

—Edward... —Volvió a llamarlo entre endebles sollozos al verlo desabrocharse el pantalón.

El chico había perdido por completo la razón gracias a los celos, la ira y el alcohol.

Ella lo escuchó insultarla con toda clase de palabras, sin embargo, nada de lo que ella dijera iba detenerlo.

Edward se acercó a paso lento hasta acorralarla contra la base de la cama.

—Espero que hayas disfrutado el haber estado con él. —Le dijo con los dientes apretados—. Porque no volverás a hacerlo. ¡Jamás! —amenazó.

Lara sintió como él la elevaba hasta que quedó de pie frente a su pecho, cerró los ojos y esperó por un nuevo golpe mientras trataba de respirar, no obstante, no lo hubo. Edward había retenido su mano en el aire, ella abrió sus ojos y lo miró. Las fuerzas en sus piernas le fallaron y volvió a caer al suelo, sintiendo por todos lados un profundo dolor.



#3093 en Novela romántica

En el texto hay: cliche, mentiras y dolor, infiel

Editado: 05.06.2019

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