Tratado

• Veneno •

—Edward—

—¡Dijiste que mi esposa no te interesaba!

Edward entro más que molesto en la oficina de Leonard luego de que la junta terminará una hora y media atrás.

El chico de cabellera larga alejó la vista de los documentos que estaba guardando y lo miró, Edward tenía el rostro enrojecido por la ira que sentía, se veía corrompido y hasta enfermo.

—Y así es. —Le respondió el pelinegro de manera serena mientras volvía a sus cosas—. Sin embargo, tengo con ella otra clase de intereses, y ahora que tú y ella se van a divorciar... Bueno, es nuestra decisión estar juntos —susurró despacio.

Edward lo miró con odio mientras lo observaba alejarse de su escritorio para acercarse a él con todo el porte de un gran Palmer.

—¿Juntos? —Le preguntó, apretando los dientes y los puños sin dejar de mirarlo en la forma en que lo hacía.

Leonard, solo sonrió.

—Se lo que estás pensando, pero te aseguro que no es eso. —Le dijo tocando uno de sus hombros—. Lo que tengo con ella son solo negocios. Eres mi hermano y jamás te lastimaría.

—Solo negocios, ¿dices? —inquirió demasiado molesto mientras se lo quitaba de encima—. ¿Y eso incluye acercarle la silla, tomarla de la mano y susurrarle cosas al oído?

Su hermano elevó uno de sus hombros.

—Ser cortés no tiene nada de malo, ¿o sí? —masculló mirándolo a uno de sus costados—. Bueno, ahora si me disculpas tengo un tren que tomar, y no te preocupes en cerrar la puerta cuando me vaya. Te dejo en tu nueva oficina —añadió minutos luego.

Edward no lo comprendió en esos instantes, no al menos hasta que miró a Leonard terminar de meter sus cosas en un portafolio, guardar una laptop y salir de ese lugar dejando aquella oficina casi vacía.

El chico tenía entendido que el negocio que su hermano había hecho antes de su llegada iba en subida, por lo que él tenía que trasladarse de nuevo hacia el extranjero, aunque no esperaba que lo hiciera tan pronto; la cadena multidisciplinaria que administraba se estaba convirtiendo en un gran auge, y si esta continuaba así, pronto se convertiría en una empresa multinacional.

—Puedes instalarte cuando quieras. La empresa es tuya, siempre lo fue —alcanzó a escucharlo antes de que el hombre finalmente saliera.

Edward observó el recinto, tres sillas lujosas, un escritorio y una lámpara adornaban el frente de un enorme ventanal panorámico que hacía juego junto a un mueble de piel negra, un cuadro abstracto y una planta de hojas grandes en una esquina. Sus ojos se movieron hacia varios lados y fue entonces, que por fin lo comprendió al clavar su mirada en la placa de identificación que estaba puesta al lado de un elegante ordenador.

"CEO. Edward Palmer. Presidente corporativo"

Ahora él entendía porque su hermano le había pedido últimamente todos esos favores y del porque el gran cambio en la mesa directiva, sus nuevos compañeros tan jóvenes como él mismo y la discusión que Leonard había tenido junto a su padre esa mañana.

—Leonard... —murmuró girando a sus espaldas, aquel chico le había cedido oficialmente la empresa durante la junta, pero por culpa de sus irremediables celos no lo escuchó—. Tsk. —Se quejó molesto.

Apretó los puños y sin poder hacer nada más que pensar se quedó sentado en aquella oficina.

Un par de minutos más tarde, el chico ya se encontraba frente al elevador observando los números en la parte superior, necesitaba irse pronto o sabía que estallaría. Entró en el elevador y bajó a toda prisa; sin embargo, cuando llegó abajo se maldijo, había olvidado su celular en la parte de arriba.

Chasqueó los dientes y regresando fastidiado accionó las puertas del elevador, un par de minutos después estas se abrieron dejando ver al otro lado de ellas a Lara, quien al igual que él miraba hacia arriba.

Aquel hombre murmuró su nombre al verla parada en medio del cajón con las manos enlazadas sobre su vientre. Ella bajó la vista y lo miró, sus ojos estaban cristalizados a causa de las hormonas.

—¿Qué ocurre? —Le preguntó en un tono inquietante.

Lara no contestó, simplemente lo miró en silencio mientras daba un paso al frente y gemía de forma indiferente al ignorarlo, pasó por su lado molesta, pero en eso, él la detuvo. Lara miró aquel agarré en su mano, quiso soltarse, aunque no pudo hacerlo ya que él la afirmó con más fuerza, llevándola consigo de nuevo hacia el ascensor.



#3091 en Novela romántica

En el texto hay: cliche, mentiras y dolor, infiel

Editado: 05.06.2019

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