—Edward—
—¿Estás lista? —Le preguntó Edward detrás de su cuello mientras le susurraba suavemente por la espalda.
—Eso depende —contestó ella un poco nerviosa al sentir sobre su piel el cálido aire de esa noche—. ¿En dónde estamos? —preguntó impaciente mientras intentaba quitarse la venda de los ojos que traía puesta desde hace unos veinte minutos.
—Espera y lo verás.
Lara sintió como la suave tela resbalaba por su rostro, contuvo el aliento y lentamente abrió sus ojos que se fueron iluminando con la tenue luz de la luna y las estrellas.
Edward la había llevado a un mágico sendero, la oscuridad de la noche junto a las luces de las pequeñas luciérnagas adornaban su extenso campo visual que era llenado de pétalos rosados y los cuales bailaban armoniosos debajo de sus pies.
Ella giró a sus espaldas y musitó su nombre recordando aquel lugar, ahí, cerca de un árbol y junto al lago se habían visto por primera vez.
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Aquel día Edward caminaba al lado de Leonard, ambos hombres se estaban retirando de aquel lugar tras haber terminado una partida de golf mientras que ella, iba caminando junto a Cecil para sentarse en la orilla del lago.
Cuando sus miradas se cruzaron, por unos momentos se quedaron mirando. Lara sonrió con gracia al verlo, sonrojándose hasta ponerse totalmente nerviosa mientras que él, expresó en sus labios aquel monosílabo de todos los Palmer, pero que tuvo un cierto toque de júbilo.
Dejaron de verse y volviendo la vista al frente, continuaron.
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—Lara —comenzó Edward—, sé lo mucho que este lugar significa para ti, así como para mí. —Le dijo deteniéndose por unos momentos frente a ella—. Es por eso que esta noche, te pido que después de todo lo que hemos pasado, volvamos a empezar. Ya no quiero ser solo un amigo, una llamada. Quiero un nuevo comienzo contigo, un nuevo futuro; uno en donde solo seamos tú, nuestra hija y yo. Una familia.
El chico tomó su rostro con cuidado y como pidiendo permiso se acercó.
Por otra parte, aunque dudosa, ella se lo permitió.
Edward aún seguía siendo el mismo hombre autoritario, presuntuoso y arrogante, no obstante, su mirada había cambiado, esta, se había vuelto más cálida y apacible.
La chica lo pensó por unos momentos, desvió su vista hacia una esquina y regresando a él con una sonrisa contestó:
—De acuerdo. —Aceptó mientras Edward sonreía y se acercaba para besarla, pero en eso Lara lo detuvo, colocó la punta de uno de sus dedos sobre sus labios, impidiendo que él la besara. Volvió a mirarlo y con una nueva clase de sonrisa le dijo—: Volveremos a empezar sí, pero si piensas conseguirte una nueva amante... —espetó, aunque de inmediato fue interrumpida por Edward, el cual echó a reír por lo absurdo de esas palabras.
El hombre negó por unos instantes y sin dejar de mirarla a los ojos le hablo:
—Contigo y mi hija a un lado... Jamás. —Le aseguró mientras se acercaba y... la besaba.
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FIN
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Nota: Está historia cuenta con una segunda parte (secuela) llamada: CRUZANDO BARRERAS, espero puedan pasar por ella. Recién la estoy escribiendo por lo que las actualizaciones irán —solo— un poco más lento.
Gracias y hasta pronto.
Saludos.