Tratado

Exposición

[Equos 7 del 842, era Graica. Aldar, Cohorte Luminosa; Palacio Fulgente, Oficina real.]

 — Entiendes cuál es nuestra situación ¿verdad?

Dyfan asintió rígidamente a la pregunta de su hermano y centró la mirada en el desnudo piso de mármol blanco que se extendía bajo sus pies, evitando encontrarse con los tercos ojos de Gallard tanto como evitaba mirar la nueva decoración de la oficina real, o más bien: la falta de ella. El espacio que el anterior rey había llenado de detalles elaborados y adornos magníficos había sido completamente vaciado y transformado en un ambiente simple y estéril más acorde al gusto de Gallard

No necesitaba más recordatorios de quién era el nuevo rey. Había hecho lo suficiente para asegurar su postura. Por lo tanto, entendía cuán precaria era la situación de su país sin ninguna duda y, por mucho que deseara que las cosas fueran de otra manera, también entendía cuán precaria y frágil era su propia situación. Aun así, una parte de su mente seguía rebelándose e insistiendo en que debía de haber otra solución que no implicara ser sacrificado. Lo cual era otra razón más para evitar verlo a la cara, no estaba seguro de que su rabia no se mostrara.

— Después de pensarlo terminé apostando por su segundo príncipe. A pesar de los rumores de su excentricidad tiene suficiente influencia en el imperio y su situación es más similar a la tuya que su Oh-tan-aclamado-Hëile, debería resultar más fácil así. Además, respecto al periodo de tiempo, treinta años parecen demasiado poco….

Dyfan apretó los labios negándose a reaccionar ante el insulto sutil. Por supuesto que Gallard creía que haría mejor pareja con el príncipe degradado que con el heredero, al final eran la misma cosa. Ni siquiera sabía por qué estaba reaccionando, toda su vida había escuchado lo mismo de sus padres, que su hermano le dijera ahora que sólo era el príncipe heredero de repuesto y que perdería esa posición tan pronto como apareciera alguien nuevo o el candidato que huyó tan rápido como sus piernas le permitieron regresara a reclamar sus derechos no era nada nuevo en absoluto. Al final todo seguía igual. 

— Envié la carta esta mañana; — Declaró Gallard ignorando el mutismo de Dyfan mientras miraba el cielo claro al otro lado de la ventana, como esperando que algo bajara de ahí. — Si las diosas tienden su mano, estaremos recibiendo la respuesta esta semana. Debes comenzar los preparativos pertinentes inmediatamente después de que eso suceda.

Una vez más Dyfan aceptó las órdenes de su rey sin ningún intento de réplica, tal y como había estado haciendo toda su vida. Cualquier tipo de resistencia sería fútil y, más importante, no había otra salida. Sólo desearía tener más tiempo; menos de una semana apenas podía ser suficiente como para que se hiciera a la idea de que probablemente acabaría convirtiéndose en el chivo expiatorio para una guerra. Sin embargo, mantuvo sus labios sellados y esperó pacientemente a que Gallard le diera permiso de retirarse.

 

[Equos 9 del 842, era Graica. Provincia de Sarth, Satyr.]

Réamann dejó sobre el escritorio los informes que estaba revisando y lanzó la pequeña daga que sostenía en la otra mano a la diana en la pared cuando sintió que el espejo en el bolsillo de su pecho se calentaba. Rápidamente miró el nocturlabio en su escritorio para comprobar que efectivamente eran las primeras horas de la mañana, nadie debería estar llamándolo a esa hora, a menos que hubieran enfadado a Thorin. Activó el espejo preguntándose qué fue lo que le arruinaron esa vez, su ropa o maquillaje.

— ¡EL REY SEELIE TUVO EL DESCARO DE ESCRIBIRNOS UNA CARTA!! — Su prima clamó en sshus tan pronto como el espejo reveló su imagen.

Réamann era incapaz de ver cómo eso resultó en una Thorin tan enojada que ni siquiera estaba tratando de contener la rabia en su voz.

— ¿Y? — Trató de obtener una explicación más detallada.

— ¡¿Puedes creerlo, Re?! ¡Ese luminoso slurg se atrevió a amenazarnos! — Continuó Thorin caminando de un lado a otro frente al espejo atraniano haciendo que a Réamann le resultara imposible ver algo además de un revoloteante cabello negro que revelaba atisbos de lentejuelas azul-dorado.  

— Me resulta particularmente difícil aceptar que su primera acción oficial como rey fuera amenazar al imperio unseelie. — Suspiró escépticamente. — ¿Estás segura de que era una amenaza?

Thorin se detuvo de golpe frente al espejo y estrechó sus ojos magenta como advertencia. El magnífico maquillaje azul y dorado a juego con su ropa brindaban el efecto de dramatismo extra que debía acompañar Thorin en todo momento y ocasión sin importar las circunstancias.

— Sé reconocer una amenaza cuando la leo, Re. — Siseó fríamente.

— El problema es que a veces “reconoces” demasiadas, Thorin. — Puntualizó Réamann tratando de meter algo de sentido en la cabeza de su prima antes de que su rabia se descontrolara aún más.




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