De la desesperación del sabio.
He dicho en textos anteriores que el individuo desespera de si mismo y por ser él como tal, pero el sabio desespera cuando su saber se ve trincado y no hay oídos que le escuchen, ni ojos que le lean.
Puesto que consagra su vida al saber para ayudar a sus conciudadanos a encontrar la verdad, cuando estos se ven adormecidos el sabio opta por la dualidad de su persona, reservando para sus mayores adentros todo el conocimiento que en su mente y alma existe y superficialmente deja para el vulgo el fardo pesado de la puerilidad del mismo.
Es menester acercarce al sabio y consultar con el sobre su propia persona y percatarse de que a muy pesar suyo son humanos.
Por último el sabio decae cuando el vulgo con sus inclinaciones humanas lo sumergen en los placeres mas viles.