Un día de agosto, como cualquier otro día de 199., nació en un hospital público de Valencia del Rey un niño varón, un niño no deseado por su madre, una emigrante que dejó su país para pagar las deudas de la familia de su esposo. Esta nueva vida tenía un hermano de 12 años, un joven sin malicia considerado por la madre como su único hijo, y lo suficientemente egoísta para comprender que así era. Este nuevo niño se convertiría en su adultez en uno de los más grandes cantautores del siglo XXI, más sin embargo, su niñez fue complicada, mientras su padre lo quería y lo amaba al igual que a su mayor hijo, cobardemente no podía hacer nada por salvar de los maltratos a los que la madre sometía al niño, por el simple hecho de no haber nacido cándido y extrovertido como el mayor, que donde iba, nadie podía olvidar ni su nombre.
Los años pasaron y el menor de los hijos llegó a la pubertad comenzando a entender que su madre no lo quería, y que su padre era un simple cobarde que decía amarlo sin defenderlo. El joven se alejó de su casa, quería crecer fuera de ese desprecio constante y esa comparación que le hacían con su hermano, el unigénito de la casa. El chico amaba a su padre, y porque no, dentro de su cobardía lloraba a su lado y lo consolaba, y obligado por aquel monstruo mal llamado madre, convencía a su menor hijo a que regresara para seguir disfrutando al compararlo denigrándolo, el menor había nacido introvertido, pero mucho más inteligente que el mayor, y para que no le restara brillo al cándido y extrovertido, hizo que casi perdiera la cordura y ser despreciado por los amigos de la familia. Con el matrimonio del mayor de los hermanos, un nuevo infierno nació en aquel mal llamado hogar.
La madre nunca se dio cuenta que los hijos son de la vida, y al ser su unigénito arrebatado de sus manos por una buena mujer, el odio que sentía por dentro creció desmesuradamente. Nadie se dio cuenta, sabía controlar sus impulsos ante extraños, y hasta sabía cómo convencerlos de que su menor hijo era un bueno para nada, tratando de ganar la gracia de aquella mujer que en el fondo quería ganar como amiga, aunque la odiara. Todo empeoró cuando el mayor tuvo sus propios hijos, la atención que antes era hacía la abuela, se había volteado hacia esos inocentes niños, así que inteligentemente se mudó con su hijo mayor para cuidar a sus nietos, portándose de una manera tan dócil que era imposible pensar en su podrida naturaleza.
Su esposo la enfrentó, necesitaba una mujer en la cama, y también se le enfrenaron los amigos del matrimonio, ¿qué clase de esposa abandonaba a su esposo y otro hijo para ser la sirvienta de su nuera? Ella regresó, pero con más odio hacia ese hijo que siempre había negado, y si antes lo maltrataba, ahora lo amenazó en que jamás le permitiría que él le hiciera lo que el mayor había hecho, y lo tendría rogándole a sus pies para que la amara. Pasaron algunos años más, y con la mayoría de edad comenzó a estudiar una carrera, no porque le interesara graduarse en esto o en aquello, simplemente para mantenerse alejado de aquella agonía que día tras día lo hacía pasar. El joven adulto no tenía idea de cómo socializar, de cómo tener amigos y trataba a sus compañeros como había aprendido de sus padres. El desprecio hacia él no tardó mucho en aparecer, y la tristeza de su soledad comenzó a hacer mella en su corazón, sin que su padre, que decía amarlo, se diera cuenta.
La tristeza fue creciendo, y creciendo, y unos vecinos de la casa de sus padres se dieron cuenta que el joven adulto se veía extraño y exageradamente triste y melancólico, su ojos estaban vacíos y su voluntad era escasa. Preocupados, uno de ellos, médico de profesión, llegó a tiempo cuando el joven estaba a punto de colgarse de una soga para acabar con su sufrimiento. El pobre se había convertido en un ser miserable, sin capacidad para entender cómo se relacionaban los seres humanos, y se mostraba frio en sus sentimientos. No hubo necesidad de recluirlo, un psiquiatra experto en psicoanálisis lo tomó como caso, y sin usar drogas, pudo nivelar su existencia para que al menos fuera estable y llevadera su vida. No era posible hacerle entender cómo funcionaba la vida, o cómo hacer amigos y conservarlos, como sentir empatía por otros, cuando ni su propio padre la había tenido con él. Como era de esperarse, su madre no admitió su culpa, el chico había nacido loco y de ella no podía ser la falta, y nada podía ella hacer por sacarlo de ese hoyo donde se había metido. El psiquiatra intentó que el padre ayudara, pero su cobardía y miedo lo precedía, así que el chico de nuevo quedó totalmente solo.
Logró conseguir un pequeño trabajo, su gran inteligencia estaba intacta, y su paga era suficiente para alquilar un pequeño apartamento y alimentarse. Cuando pensó que su vida estaba mejorando, llegó un día del trabajo y se encontró con su apartamento totalmente vacío, y creyó que lo habían robado, cuando detrás de él apareció su madre con una orden judicial donde ella estaba recuperando todo lo que él le había robado. Su psiquis se rompió e intentó matarla delante de unos policías que ella misma se había hecho acompañar. No hubo otra forma de salvarlo, el psiquiatra lo interno en un centro de salud mental, mientras usando drogas, lograba estabilizarlo de nuevo. Irónicamente fue allí donde nació el nuevo hombre, fue allí donde conoció a otro paciente que no paraba de tocar música con lo que se le ocurriera, y a veces uno de los enfermeros le prestaba una guitarra. Aprendió de este hombre los principios de la música, se dio cuenta que su voz era potente, aunque falta de educación musical, y era capaz de componer con su amigo algunas letras que llenaba de regocijo el pabellón donde vivían.
La suerte le sonrió, la familia de su amigo demente eran músicos, tenían una especie de banda que tocaba en bares y fiestas, y al salir del centro de salud mental, lo ayudaron a entrenar su voz y comprender todo lo que la música requería que se aprendiese de ella. El grupo viajaba por el país invitados por amigos que habían conseguido algo de fama, y les conseguían buenos contratos para amenizar fiestas y lugares nocturnos. No todo podía ser felicidad, su falta de empatía y su incapacidad de relacionarse lo acompañaban, y la depresión regresaba a él de vez en cuando. El grupo lo apreciaba, uno de los miembros era hermano del que estaba en el centro de salud mental, y siempre luchaba para que los demás lo entendieran. El destino lo desafió, en una ciudad importante el grupo consiguió un contrato para tocar todas las noches durante una semana en un centro nocturno, una semana de celebración en la ciudad. El joven adulto no podía controlar su depresión, pero cantar o tocar un instrumento mientras trabajaba lo transportaba a un mundo donde la tristeza y la melancolía no existían.
Editado: 08.11.2021