Trataré de olvidarte

La entrevista

En el descanso del grupo musical, la productora musical había hablado con el que asumía la representación del grupo, Jorge, para pedirle que le ayudara a acercarse al chico. Ella sabía, por una conversación anterior con el representante, que el chico tenía grandes problemas de timidez, y necesitaba que Jorge la ayudara. Katrina tenía que esperar hasta que fuese la hora de cerrar del local, si hablaba con Iván en ese preciso instante, a mitad de espectáculo, era posible que dejara de cantar el resto de la noche. Esperó pacientemente, y la última canción la estremeció de tal manera que sabía que podía ganar dinero con el vocalista. Volvió a insistir con Jorge, y vio a lo lejos que Iván negaba con la cabeza, así que se aventuró, y rodeó el escenario para encontrarse con el cantante.

—Qué tímido eres, yo solo quería ver de cerca a la persona con esa mágica voz. Todas las canciones de esta noche sonaron maravillosas, las he escuchado cantar con otros muy buenos cantantes, pero tu voz es inigualable. El grupo tiene suerte en tenerte, ¿no crees?

—La suerte es mía –dijo nervioso–, ellos me han enseñado todo lo que sé.

—Y lo han hecho muy bien, por lo que veo. Si tengo tiempo, después me acercó a felicitarlos, han hecho de ti alguien muy especial. Es por eso que quisiera pedirte algo, si no te molesta ayudarme un poco, claro está.

—No lo sé, no soy bueno en muchas cosas.

—Eres bueno en lo que es importante, no todos somos bueno para todo. Por ejemplo, mis vecinos se quejan cuando canto en la ducha, dicen que hasta los perros aúllan de dolor, –Iván sonrió ante semejante ocurrencia–, así no te preocupes por eso. Mira, tengo ganas de hablar con alguien diferente, estoy cansada de hablar con hombres que te coquetean, o hablan solo de trabajo. Tengo ganas de hablar con alguien que tenga algo diferente que decir, y estoy segura que tú debes ser el más apropiado de todos los que están en este local, y sé que no me equivoco.

—No señora, el más apropiado es Jorge, sabe de casi todo, si quiere se lo busco.

—Claro que no, ya hablé con él antes , es un aburrido,. Me gustaría hablar un rato contigo para que se me olviden tantas cosas que me atormentan, he tenido un día lleno de problemas ¿me ayudarías acompañándome un rato?

—No lo sé, no soy bueno para estas cosas, ya se lo dije antes.

—No todos los somos, yo tengo que hacer grandes esfuerzos para hablar con algunas personas –dijo extendiendo su mano para agarrar el brazo de Adrián sin tocarlo y continuó–: ¿puedo tomarte del brazo? Me haría sentir acompañada y más tranquila, ¿Puedo?

Iván vaciló un momento, buscó a Jorge con la mirada, y al verlo vio que le asentía con la cabeza.

—Sí, porque no –respondió nervioso.

—Ven, vamos a sentarnos un rato –dijo agarrándolo del brazo y halándolo.

Ella lo llevó a la esquina de la barra, un lugar algo solitario para que el cantante no se viera asediado de personas. Al lado de Iván, lejos de la representante, había un plato lleno de frutos secos y ella le pidió que se los acercara.

—Gracias, ¿te gustan los frutos secos?

—Algunos, odio el merey, parece un haba petrificada y sabe horrible –dijo algo relajado.

—Vaya, nunca se me hubiera ocurrido pensar eso de una pobre haba. ¿Los cavernícolas las comerían? Tu qué crees.

—No le sé, nunca había pensado en eso –dijo sorprendido.

—¿Cómo se llama aquél amigo tuyo? –preguntó señalando al de camisa a rayas.

—Su nombre es Ignacio, es un poco tosco al hablar, pero es un gran amigo.

Katrina le sonreía amigablemente, le hablaba con trato cariñoso y evitaba tocarlo para que no se cohibiera con ella, si quería hablar con una persona tan tímida, debía respetar su espacio personal, tanto física como emocionalmente.

—Escuché, cuando hablaba con Jorge en el intermedio, que Ignacio hacía los arreglos de las canciones a la banda, ¿es cierto?

—Sí, él siempre los hace.

—Pues es muy brillante, su trabajo es limpio y los instrumentos se ajustan muy bien a la melodía original. Como productora musical que soy, te puedo asegurar que todas las canciones se escucharon espectaculares, sobre todo la última de la noche, un trabajo extraordinario, aunque, para ser sincera, nunca la había oído, ¿sabes dónde la encontraron? Me encantaría comprarla del cantante original, es preciosa.

Iván se puso nervioso, fijó la vista al piso y empezó a jugar con sus manos. Katrina de nuevo acercó su mano al brazo del cantante y le preguntó si podía tocarlo, que se sentía culpable de hacerlo sentir así, y no quería que se llevara un mal recuerdo de ella. Iván asintió con la cabeza, le había gustado el toque de su mano cuando lo llevó a la barra, y realmente se tranquilizó con ese gesto. Ella no lo soltó y le acarició el brazo hasta que lo vio de nuevo tranquilo. Se dio cuenta que no le molestaba su contacto, y eso significaba que se sentía a gusto con ella.

—Perdóname por haberte hecho esa pregunta, fui una tonta, es que la pasé tan bien esta noche, que quería llevarme un trocito de ella para no olvidarla, y me hubiera gustado que ese trocito hubiese sido esa hermosa canción, y así cuando me sintiera triste, la escucharía para recordar la hermosa velada de hoy. Pero no importa, seguro la escucho en la radio cualquier día de estos y la compro.

—No lo creo, esa canción es mía, nadie la conoce, excepto los que me la oyeron cantar esta noche.

—Por eso nunca la había oído antes. No me sorprende para nada. Debes estar muy orgulloso de tu canción. Muy pocas veces he visto a la gente que siga bailando después de terminar la música. Es como si siguieran oyéndola en su cabeza.

Iván se sonrojó de nuevo y dibujo una sonrisa de satisfacción en su rostro. Katrina notó que su comentario lo había tomado como un elogio, y antes que pudiera ponerse nervioso, cambio el tema.

—Tus compañeros parecen geniales, ¿Cómo se llama aquél de camisa verde?




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