Trataré de olvidarte

Necesitamos un nuevo tecladista

En su habitación del hotel, Iván no hacía más que revolver todas sus notas, algunas se habían caído al suelo por descuido, mientras otras el propio Iván las había lanzado. Los ojos le brillaron al encontrar la que estaba buscando, era perfecta y se sentía lo bastante seguro para hacer los arreglos con Ignacio. El vocalista tenía una inteligencia suprema, aprendía rápido, aunque fuese complicado. Animado, buscó a Ignacio para que le prestara su guitarra, y regresó a su habitación a cantarla. En su mente se vio en el local, el grupo tocaba y el cantaba esa pieza, y podía ver brillar el instrumento que necesitaba en cada momento, y lo iba escribiendo en el arreglo. Lo hizo varias veces, hizo algunos ajustes, y faltando muy poco para anochecer, salió de la habitación buscando a sus amigos, necesitaba ensayarla al menos dos veces para cantarla esa noche. Ignacio lo vio con cara de que no se lo creía, y leyó seriamente lo que el vocalista había preparado. Alzó la mirada sorprendido por lo prolijo de su trabajo, y agarrándolo del brazo lo llevó hasta el local. Andrés y Jorge al ver como casi corrían, los siguieron a paso veloz. Ya en el local, Ignacio le entregó a cada uno el arreglo y empezaron a ensayar antes de que el local abriera al público, más o menos en una o dos horas. Jorge se emocionó al lograr terminar completa la canción, era más hermosa que las dos anteriores. Ignacio hizo algunas acotaciones, Iván y él cambiaron algunas cosas, y la volvieron a tocar. Ahora era sublime. Ignacio hinchado de orgullo miró al vocalista.

—Te he enseñado bien, ¿no crees?

—Alábate pollo, que mañana te guiso –intervino Andrés–. Lo que más me ha gustado de esta canción es que el ensayo no fue un infierno –dijo y miró a Iván que se puso a jugar con las manos–: no te pongas así, ya sabes a que me refiero, los últimos ensayos contigo no hacías más que estar furioso con nosotros, en cambio hoy, fue tan diferente, tan calmado, me alegro mucho por ti. Te felicito por tu canción, ¿la incluirás hoy en el repertorio?

—Me gustaría –respondió Iván.

—Pues a ensayarla hasta que abran el local, quién sabe si esa mujer regrese hoy, y la convenzamos con que somos el mejor grupo musical. –le guiño un ojo a Iván, que al verlo, se ruborizó después de dejar de jugar con las manos.

* * *

En la disquera, estando dentro de la sala de grabación, el ingeniero de sonido trataba de llamar la atención de la productora, parecía que sólo su cuerpo estaba allí, mientras sus pensamientos estaban en cualquier otro lugar. El ingeniero la zarandeó un poco hasta que ella regresó a la realidad.

—Disculpa, estaba pensando en otra cosa.

—¿En serio? Pues no me había dado cuenta –dijo con sarcasmo–. Allí está tu tecladista, no ayuda para nada con su melodía, y tengo un buen rato tratando de decirte que hables con él.

—¿Tan mal está?

—¿Tú qué crees? Claro, si lo hubieras escuchado, sabrías que decirle para ver si salimos hoy de grabar esta parte.

—Bueno, déjame alentarlo un poco para que toque de nuevo a ver qué tan mal lo hace.

—¡Lo escucharás tu sola! –dijo el ingeniero quitándose los cascos de la cabeza.

Después de un suave discurso de Katrina, el tecladista inició. La melodía no era desagradable, pero no tenía ese no sé qué que debía tener para generar sentimientos en quien la escuchara. El ingeniero le hizo un ademán mostrándole la palma de ambas manos en señal de preguntarle que le había parecido. Katrina activo el micrófono de la cabina.

—Cariño, la melodía está perfecta, ¿crees que puedes tocarla con un poco más de sentimiento? De verdad pareciera que los dedos caen como martillos en cada tecla, como si la melodía no llegara a lo más profundo de ti.

—Pues es que no me llega, es horrible, ¿Quién la compuso? Seguro que uno de esos chicos de la maestría de música que apenas gatea.

El ingeniero, enfadado, alzó sus brazos y se levantó de su sillón que dejó girando por la rabia, al tiempo que Katrina trataba de controlarse para no hacer lo mismo.

—Te lo dije Katrina, que ese tipo no era el apropiado para esta cantante, no entiende su estilo, es sordo de sus dos manos. Acaso no tienes a otro tecladista.

—En realidad era el único disponible, sabes que Joan aceptó un contrato para irse de gira con ese insoportable.

—Pues toma una decisión, o cambias al tecladista o a mí.

—Por favor Hugo, sabes que Josué se niega a trabajar conmigo desde que nos separamos.

—Y yo debo pagar las culpas de tus amoríos. Bueno toma una decisión, o haces que esa imitación de músico toque como se necesita, o te arreglas con Josué o buscas a otro tecladista para mañana.

La mujer se quedó pensando un rato. El único otro tecladista que conocía de vista era Andrés, el tecladista del grupo donde Iván cantaba. Sus pensamientos regresaron a la noche donde hablaba con Iván, podía sentir de nuevo su olor, y la calidez de su cuerpo, y recordó como el vocalista elogió la capacidad de Andrés para sustituir a sus compañeros en percusión o guitarra, lo que le decía que debía ser muy bueno en su trabajo. Había jurado no regresar a verlos, le gustaba demasiado ese chico tímido y temeroso, nada que ver con los hombres con los que toda la vida había estado, y eso la asustaba. Era cierto, ella podía convertir a Iván en el mejor cantante del año, el problema era que él jamás se separaría de su grupo musical. No dudaba de la capacidad del grupo tocando sus instrumentos, pero de seguro los de las disquera eran mucho mejores. Katrina pensó «el destino me está jugando sucio, quiere que regrese a ver tocar al grupo y escuchar la maravillosa voz del hombre que se ha adueñado de mis pensamientos todo el día. ¿Qué hago? ¿y si me relacionó con él y al final no resulta como espero? Sería mi fin y el del chico. Es muy frágil para este mundo, no quiero estropear lo bien que sus amigos lo han mantenido a flote. Por otro lado, estoy desesperada, este tecladista es un asco. Bueno, me arriesgaré, iré esta noche al local nocturno e inventaré algo para traer a Andrés mañana, a ver si los elogios de Iván son valiosos». Katrina activó el micrófono de la cabina.




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