Trataré de olvidarte

Algo inesperado

En la pista de baile de un local nocturno, donde un grupo musical estaba tocando una pieza lenta y muy sentimental, una pareja había detenido su baile, y permanecían allí sin moverse. Ella lo miraba con fogoso deseo, mientras él se veía aterrorizado delante de ella, y lo único que ella le había preguntado era si podía darle un beso en los labios. El miedo se apoderó del hombre, sus manos comenzaron a sudar sobre la espalda de ella, y de golpe, se soltó y salió corriendo al fondo del local nocturno. Sus amigos de la banda no podían detener la pieza para ayudarlo, eso empeoraría las cosas para el pobre Iván, y el dueño del local, que conocía perfectamente la situación del vocalista, evitó que la mujer lo siguiera.

El grupo musical agradeció en silencio lo que había hecho el dueño del local y al terminar la pieza, dieron las gracias y se despidieron. Jorge corrió hacia donde había visto que Iván había ido, mientras el resto del grupo se quedó abajo del escenario acompañando a la dama de quién Iván había huido. Ella le explicaba a Luis y Andrés lo que había pasado, y ellos trataban de hacerle entender que él simplemente se había asustado, siempre era así cuando alguien lo presionaba, le hacía recordar su niñez, el maltrato que había sufrido de sus padres, y lo mejor que sabía hacer era huir.

—¿Qué puedo hacer, entonces? –preguntó Katrina.

—Hay que esperar que logra Jorge, y si tenemos suerte, que logre que no se deprima, y si no, no sabemos cuándo volveremos a tener un vocalista.

—Lo lamento, de verdad, nunca pensé que lo tomara de esa manera, no sé nada de su vida personal, y por supuesto, jamás le preguntaría algo.

—Tranquila, al final, no es tu culpa, hay que dejar que el agua fluya en el río a ver qué pasa.

Al fondo del local había un cuarto pequeño que servía para que los empleados tomaran un descanso, y allí fue donde Jorge lo encontró. Estaba sentado en el suelo, con la cabeza metida entre las piernas. Su amigo nunca lo había visto temblar tan fuerte, era como si el frío de la Antártida le hubiese calado sus huesos, y lo único que no hacía era castañear los dientes. Por suerte, no lloraba, solamente estaba muy asustado, lo que tranquilizó un poco a Jorge, pues era poco probable que se deprimiera fuese lo que hubiera sucedido. Se puso en cuclillas a su lado y le preguntó que pasaba.

—No lo sé. Solamente tengo miedo.

—¿A qué le tienes miedo? ¿Te dijo algo incómodo?

—No…, sí…, no sé…, es que no supe que hacer y me asusté –dijo sacando la cabeza de entre las piernas para ver a los ojos a su amigo.

»Siento miedo, no sé en realidad si es miedo o no. Me pidió permiso para besarme en los labios, y…, y… yo nunca lo he hecho, ¿y si lo hago mal? ¿y si a ella no le gusta como lo hago? No sé qué me pasa con ella, me siento tan diferente, ella me hace sentir bien, siempre me pregunta antes de hacer algo, es muy cariñosa, y…, y… tengo miedo de hacer algo mal y que no pueda verla más. ¿Entiendes?

—Claro que te entiendo. Es normal lo que te pasa, todos nos hemos sentido así al menos una vez en la vida, a mí, en lo particular, me ha pasado un montón de veces, aunque diga que no es así.

—¿Crees que ella piense mal de mí porque salí huyendo? –preguntó preocupado, aunque más tranquilo.

—No lo creo. Tú mismo la has descrito bien y no creo que ella esté asombrada por tu comportamiento, no es lo que ella esperaba, supongo, sin embargo no creo que se lo haya tomado a mal. Deberías hablar con ella y preguntarle.

Nuevamente metió la cabeza entre las piernas, estaba asustado, pero no temblaba de miedo como antes, sólo sentía nervios en el estómago. Jorge lo tomó de un brazo y lo obligó a pararse. Al verlo más tranquilo, le pidió ir afuera a hablar con ella, e Iván se negó varias veces, incluso con la cabeza. Quiso sentarse en el suelo de nuevo, y su amigo se lo impidió diciéndole que en algún momento debería enfrentar este tipo de situaciones.

—Esto no tiene nada que ver con tus traumas del pasado, esta es la vida como debe ser, no puedes vivir en una burbuja toda tu vida. Hay cosas que todos debemos manejar en la vida. No te estoy pidiendo que le des un beso a Katrina, solo te pido que le des una oportunidad a ella para disculparse, no creo que eso sea un problema ¿o sí?

—Bueno…, yo…, –Iván intentó responder.

—Por favor Iván, ya has hablado con ella antes, de seguro ni siquiera te dirá nada de lo que pasó, ella le gusta hablar contigo, y siendo sincero amigo, no es que tengas una fila de mujeres esperando. Habla con ella, ya verás que todo sigue igual.

—Ésta bien, pero no me gustaría hablar con ella hoy.

—Nada es por la fuerza. Siéntate un momento a descansar, mientras recogemos todo para irnos, y luego te paso buscando, ¿te parece bien?

—Sí, yo los espero aquí.

—Eso espero –dijo Jorge con voz firme.

Tal como Jorge le sugirió se sentó en una de las sillas del lugar, una que estaba al lado de una pequeña mesa, y la uso para poner su cabeza entre sus manos. Aún se sentía preocupado por lo que Katrina pudiese pensar de él. Algo tan normal como un beso en la boca, ¿cuántos no había visto en la pista de baile o en la calle? Sentía algo de vergüenza por haber huido, sin embargo Jorge tenía razón, Katrina se había acercado a él, y siempre se portó cariñosa. Alguien golpeó la puerta del cuarto de descanso, e Iván emocionado se levantó para irse, y al abrir la puerta se encontró cara a cara con Katrina.

—Vengo a disculparme –dijo Katrina al ver que comenzaba a ponerse nervioso–. ¿Puedo pasar un momento? Me gustaría que las cosas no quedaran así.

Iván asintió con la cabeza y se quitó para dejarla pasar.

—Cierra la puerta, por favor –le pidió la mujer–, no me gustaría que alguien entrara sin darnos cuenta.

Iván obedeció. Ella se sentó a la mesa y él la imitó. Ella no dejaba de verlo con aquellos ojos llenos de ternura que a él tanto le gustaban y lo hacían sentir en paz. No hablaban, tan solo se miraban el uno al otro. Ella estiró la mano para agarrar la mano de Iván, y él también la estiró hasta que ambas se encontraron en mitad de la mesa. La suavidad de las manos de Katrina le fascinaba, era tan diferente a la de las personas que saludaba con la mano. De pronto, ella cambió su expresión sin soltarlo.




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