Trataré de olvidarte

Me haces falta

En el cuarto de descanso de los empleados de un local nocturno, una pareja se besaba apasionadamente, para él, era su primera vez, su corazón latía con fuerza, y podía sentir como el de ella también lo hacía. Ella lo besaba con un deseo increíble, un profundo deseo de fundirse con ese hombre que en una sola noche la había enloquecido, se sentía feliz y afortunada de estar a su lado, y se sentía, además, fuertemente conectada a él, como una adolescente, sabía que él era su otra mitad, una mitad con la que no podría vivir, lo necesitaba, y el sabor de sus labios la enloquecía aún más. Iván no sabía bien que debía hacer con sus manos, apenas se atrevía a acariciarla, pero lo poco que se atrevía a hacer con ellas, lo disfrutaba, y ella solo esperaba ansiosa que le pusiera su mano donde más lo necesitaba. Katrina tomó la mano de Iván para guiarla, y en ese momento un fuerte carraspeo hizo que dejaran de besarse. Uno de los camareros había entrado para cambiarse de ropa, e Iván sin saber qué hacer, miraba fijamente a los ojos de aquél ser que esa noche descubrió que amaba. Ella lo entendió, no quería que se asustara por la aparición de esta persona, así que lo tomó por un brazo, y dando las buenas noches salieron de la habitación.

Katrina buscó un lugar algo solitario, sacó unos Clínex de su bolso, y lo ayudó a limpiarse la pintura de labios que tenía en la cara y en los labios. Él no podía dejar de verla, ni sabía que era lo que debía hacer después de aquel sublime momento, para él la banda estaba en el pasado, su vida estaba frente a él y no quería separarse ni un momento de ella, adonde fuese, iría él detrás, nunca se alejaría de ese ser que le había enseñado una felicidad que nunca había conocido antes. Ella se percató de aquellos pensamientos, y sabía que debía cuidar de la fragilidad de una persona tan especial como él, del cual ella admitía que se había enamorado. Tampoco sabía qué hacer, quería que la noche continuara, que él la tomara entre sus brazos y la hiciera suya, sin embargo, también sabía que era demasiado para Iván, que debía sacarlo poco a poco del mundo oscuro donde vivía, para que se fuera acostumbrando al brillo de la felicidad de ese amor que nacía, ese brillo que en ese momento lo deslumbraba y que no le dejaba regresar a la realidad. Por suerte, Jorge apareció, estaba buscando a su amigo para regresar al hotel a descansar, y al verle la cara a los enamorados, se dio cuenta de lo que había sucedido. Katrina, muy preocupada, le pidió ayuda con los ojos a Jorge. No estaba arrepentida de haberlo besado, seguiría haciéndolo si el momento se lo permitiera, más la realidad había llegado, y debía dejarlo ir por el momento, y pedía a Dios que él entendiera que debía ser de esa manera.

—Al fin te encuentro, Iván. Te dije que te quedaras en el salón de descanso.

—Fue mi culpa –intervino ella–, a esta hora comenzaron a llegar los camareros para cambiarse, y me pareció mejor que no se quedara allí encerrado con tantos desconocidos.

—Igual debió esperarme afuera –dijo Jorge guiñándole un ojo a Katrina, Iván ni siquiera había escuchado algo de lo que él había dicho.

—Vamos Iván, debemos irnos al hotel, ya es tarde –dijo mientras lo haló de un brazo.

Él no quería moverse de allí, prefería ser una estatua viviente para no quitar los ojos de aquella mujer que lo había despertado a un mundo que no conocía, y que por primera vez lo hacía sentir feliz. Jorge siguió insistiendo sin lograr que el hombre se moviera, ni dejara de ver a la mujer. Ella sonrió con ternura, acercó su cara a la de Iván, y le dio un beso en la mejilla.

—Fue un placer compartir este momento contigo, pero ya es tarde y todos debemos irnos a descansar. No olvides que mañana tienes que venir a verme a la disquera junto con Andrés.

—Si Katrina –dijo Iván casi en susurros.

Ella comenzó a caminar hacia la salida, e Iván, extasiado, seguía viendo cómo se alejaba aquella hermosa figura de la que había quedado profundamente prendado. Jorge lo zarandeó un poco para decirle.

—Vamos de una vez, mañana es un día importante para Andrés y debe descansar lo más pronto posible.

Él comenzó a caminar con dificultad, apenas entendía lo que estaba viviendo y buscaba maneras para no sucumbir al mundo donde no quería regresar. Jorge, ya enfadado, lo llevó a rastras a la salida.

—Entiendo cómo te sientes, pero la vida sigue siendo la misma, debemos trabajar para comer, así que a ver si me ayudas caminado solo.

—No sé qué hacer ahora, Jorge.

—Caminar como siempre, ¿Qué otra cosa quieres?

—No me refiero a eso, ella me gusta, pero no sé qué es lo que ella necesita de mí.

—Tranquilo caballo, ya te dije que dejes que las cosas fluyan poco a poco, tu cuerpo te dirá que hacer en el momento adecuado.

—¿Crees que le gusto? –preguntó nervioso caminando a ritmo normal.

—Me imagino que sí –respondió riendo–, nadie te besa en la boca a no ser que le gustes.

El vocalista se sonrojó y empezó a jugar con las manos. Jorge lo abrazó por los hombros para darle confianza, y lo tranquilizó.

—¿Cómo sabes que me besó? –preguntó nervioso.

—Aún tienes algo labial en la cara, será mejor que vayas un momento al baño y te la quites bien, sino Ignacio no te dejará tranquilo en días.

Eso no era cierto, pero Ignacio era el único que podía bromear con Iván sin que se sintiera incómodo. No fue al baño, sacó su pañuelo, se lo pasó por toda la cara y le preguntó a su amigo si aún se notaba.

—Sólo en tus ojos, galán, sólo en tus ojos. No te preocupes, estamos tan cansados que nadie se dará cuenta. Hoy te toca llevar el teclado de castigo por hacernos esperar.

El cantante sonrió al escucharlo, sabía que era hombre muerto si alguien osaba mover el teclado de Andrés. Apenas permitía que alguien tocara una pieza con él, pero recogerlo y cargarlo era una tarea que no se la confiaba a nadie. Finalmente llegaron donde el resto del grupo los esperaba, y regresaron al hotel a descansar.




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