Trataré de olvidarte

Lo he perdido

Temprano en la mañana, Jorge zarandeaba con fuerza a su compañero de cuarto para que se despertara, pues ya conocía como él se daba baños de novia, y debían estar a las diez de la mañana en la disquera. Casi a rastras lo llevó al baño y le dijo que se duchara de prisa, que a Andrés le hacía falta el dinero que ganaría. Si Iván no fuese un chico tan tímido, de seguro hubiese soltado un montón de tacos muy bien seleccionados, le parecía imposible de creer el trato que su amigo le había dado.

Andrés y Jorge ya estaban sentados en la mesa del restaurante del hotel, y se veían impacientes, no habían comido nada y les llevaría una hora llegar a la disquera, y el vocalista no daba llegado.

—Te juro que si se durmió cuando salí de la habitación, lo encerraré como a Rapunzel, no me importa quedarme sin cantante durante un mes.

—Tranquilo Jorge, no creo que se haya dormido, quizás aún su novia invisible no lo deja salir de la ducha, como dice Ignacio –dijo Andrés soltando una carcajada.

—No estoy para bromas, no quiero llegar tarde, esto es algo de dinero que necesitas, y de pronto consiguen a otro tecladista si no llegas.

—Para de sufrir primo, si se da, se da, y si no, ya vendrán otras cosas. Además, hemos ganado muy bien en esta semana gracias a Iván, así que tranquilo.

—Voy a buscarlo –dijo Jorge furioso y saltó de su silla. Justo en ese momento Iván entraba al restaurante.

El cantante no comprendía la cara con la que Jorge lo veía, y le parecía extraño que lo esperara de pie frente a la mesa. Dio los buenos días y se sentó. Jorge lo miró resignado y se sentó después de su amigo. Comieron tranquilos, excepto que Jorge que devoraba su comida como si fuese la última, y empezó a pedir a los demás que se apresuraran.

—Estamos bien de hora. De todas formas hay que tomar un Taxi, no pensarás que pasearé mi teclado por el metro y los buses de la ciudad.

—¿Pará que llevarás tu teclado? Vamos a una disquera, con una cabina de grabación, deben tener todo tipo de instrumentos dentro –dijo Jorge algo enfadado.

—Pues a mí no me consta –dijo Andrés–, de pronto lo único que tienen es una escoba con cuerdas.

—Bueno, terminen de una vez, no quiero que tenga problemas con mi estómago al llegar a la disquera.

—¿Katrina nos estará esperando? –preguntó Iván.

—Me imagino que sí, ella nos citó, ¿no lo recuerdas? –respondió Andrés, mientras Jorge lo veía con una expresión «¿A quién le importa?».

Para alivio de Jorge, terminaron de desayunar y mientras Andrés iba a su habitación a buscar su teclado, los otros dos salieron a la calle a buscar un taxi. El tecladista no tardó mucho, y justamente el taxi se había detenido frente a ellos.  Le pidieron al chofer que guardara el teclado en el maletero y se pusieron en marcha a la disquera. Ellos imaginaban un suntuoso edificio de cristales relucientes y de muchos pisos, con un enorme letrero en la cima. Al llegar a la dirección escrita en la tarjeta, no era para nada lo que esperaban. Se parecía más al parte trasera de un teatro, que a un negocio serio. Andrés sacó el teclado del maletero, y entraron al local con el nombre de la disquera. Había un hombre no muy simpático en la recepción, y al decirle a lo que venían, les dio las señas de cómo llegar al estudio de grabación.

Los pasillos eran un poco oscuros, pero se veían limpios y llenos de afiches de muchos cantantes y grupos conocidos. No habían caminado mucho cuando se encontraron a Katrina. Lucía muy diferente a las noches en el local, su maquillaje era mucho más sutil y su ropa no era tan brillante y seductora, pero igual se veía muy hermosa. A Iván se le fueron los ojos al verla, y por un momento, sus amigos desaparecieron a su lado, y estaban sólo ellos dos en aquel pasillo que ahora parecía mucho más iluminado que antes. La mujer se dio cuenta que el vocalista no estaba acostumbrado a citas de trabajo, así que se acercó a ellos, y le dio un beso en la mejilla a cada uno al saludarlos. De alguna manera Iván entendió que ella lo hacía por cortesía, y que debía cuidar un poco su comportamiento hacia ella. Esto lo puso algo nervioso y comenzó a sentirse incómodo.

—Llegan temprano, pero no importa, el ingeniero de sonido está aquí y le gustará comenzar lo más pronto posible. Síganme, es por aquí –dijo señalando el camino.

Jorge se percató que Iván se sentía incómodo al ver como se frotaba el brazo con la mano, así que lo abrazó por los hombros y en tono jocoso le dijo:

—Ya verás que esto será más divertido de lo que parece. Es a Andrés al que van a escuchar, los demás somos de palo.

—¿Somos de palo? ¿Eso qué significa? –preguntó confundido.

—Bueno, que estamos de mirones, no te hagas el bobo ahora.

Todos siguieron a Katrina y pasaron por una puerta algo gruesa al estudio. Era parecido al que se veían en la televisión o el cine, y sentado en una muy cómoda silla estaba el ingeniero de sonido. Cortésmente los saludo sin levantarse y preguntó quién era el tecladista. Andrés se presentó. Hugo miró extrañado a Katrina debido a las personas que estaban allí.

—Hugo, él es Jorge, el encargado de la percusión en su grupo, y él es Iván, su vocalista. Jorge, además, es una especie de representante del grupo, e a Iván quería conocer este mundo –dijo mirando a su amado mientras le guiñaba el ojo.

—Vaya Andrés, traes tu teclado y todo.

—Tú sabes que uno tiene que venir preparado para no quedar mal.

—Katrina –dijo Hugo mirándola–, este es de los míos. Pues bien, nosotros tenemos en la cabina aquel teclado –dijo señalando el instrumento.

Al verlo, Andrés hizo lo que nunca había hecho, le entregó su teclado a Jorge como si para él no significara nada, y exclamó:

—¡No puedo creerlo! Miren ese teclado ¡Es lo mejor que se han creado en la música! Me muero de ganas de acariciar sus teclas.

—No faltaba más, –dijo Hugo sonriendo y señalando la puerta de entrada a la cabina.




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