Trataré de olvidarte

La llamada

En su apartamento, Katrina estaba sentada delante de su peinadora, ella trataba de limpiar el maquillaje de su cara, a pesar de las lágrimas que salían de sus ojos. Aún sentía el sabor de aquellos labios, y las caricias que él le había dado en aquél lugar que tanto deseaba, aquellas caricias que avivaron aún más el fuego en su interior, provocando aquél dulce gemido en la boca de su amado. ¿Cómo podía evitar hacerlo? Se sentía deseada por aquél hombre extraño que le había robado su alma y su corazón. Adoraba su fragilidad momentánea, una fragilidad efímera que ella haría desaparecer al entregarle su cuerpo. Ella estaba segura que una vez que se unieran en un solo cuerpo, todo aquél miedo, esa cortina que los separaba, desaparecería consumida por el fuego abrasador con el que se comerían vivos. Más, ese inevitable y dulce gemido que ella puso en su boca, arruinó todo lo que ella había construido.

Miró la hora del reloj de pulsera que estaba sobre el tocador, y se vio un momento al espejo. Notó que la calma había regresado a su rostro, y tomó su teléfono móvil. El local nocturno ya debía haber cerrado sus puertas, y el grupo musical debía estar llegando a su hotel.

Hola Andrés, te habla Katrina.

—Hola Katrina, ¿Aún levantada?

¿Qué te puedo decir? Sabes cómo es el trabajo. Te llamaba para decirte que mañana debes presentarte a la disquera, Hugo te necesita para grabar la orquesta de dos canciones. ¿Podrás ir?

—¡Por supuesto! ¿A qué hora debo estar allá?

Debes estar antes de las ocho de la mañana, la disquera abre a las siete, por si quieres ir un poco antes a practicar.

—Allí estaré. Gracias Katrina.

Saludos a todos de mi parte. Adiós.

Tuvo que colgar sin esperar la despedida de Andrés. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y no quería que sus sollozos se escucharan a través del teléfono. Al mandar saludos, lo decía por Iván, quería saber cómo se encontraba, si aún pensaba que la había lastimado, y lo más importante, si querría volver a verla. Regresó a sus labios el sabor de los besos de Iván, y aquél olor varonil que la hacía perder la cabeza. Se secó las lágrimas usando un clínex y se metió a la cama a tratar de dormir. De pronto recordó que debía hablar con Jorge un tema de suma importancia, un tema que involucraba a Iván, del que probablemente ella no estaría incluida. Podía mentirle a Salvatore, decirle que el vocalista no estaba disponible, o que no quería ser famoso, quizás era lo mejor para un hombre tan tímido y cohibido como Iván. El mundo de la música era muy cruel, y quizás empeoraría la salud mental del cantante, sin embargo Salvatore era un hombre decidido a conseguir lo que quería, y era mejor hablar con Jorge antes que lo hiciera el inversionista.

* * *

De regreso al hotel, Jorge venía molesto, la ausencia del cantante hizo que los clientes se fueran más temprano del local, y el dueño no pudo entregarles un bono adicional. Como no sabía cuánto tiempo le duraría la depresión al vocalista, decidieron tocar hasta el fin de semana, ya tenían mucho tiempo fuera de casa, y todos querían ver a su esposa y sus hijos. Al entrar a la habitación, Jorge se dio una rápida ducha, se vistió para dormir, y vio a su compañero de habitación dormido en su cama, totalmente vestido, rodeado de papeles escritos, algunos vueltos una bolita, y otros dispersos alrededor de la cama. A pesar de tener los ojos cerrados, se notaba que había estado llorando por mucho tiempo, quizás hasta quedarse dormido. Jorge se quedó mirando a Iván pensando «Esta no es como las depresiones que siempre le dan, no, esta es por miedo, tiene miedo de descubrir un mundo diferente al de la música donde se siente feliz, excepto que en este tiene a Katrina en lugar de sus canciones». Mientras hablaba en su mente, más furioso se ponía, así que sacudió a Iván hasta que logró despertarlo. Con los ojos adormilados, el vocalista vio a su amigo y le preguntó que pasaba.

—Siéntate en la cama, tenemos que hablar.

—Pero, apenas acabo de cerrar los ojos.

—¡Que te sientes! –gritó Jorge.

De un brinco, el vocalista se sentó en la cama frente a Jorge, que lanzó un suspiro y se sentó en su propia cama, de frente a Iván.

—Esto no puede continuar, tu depresión de hoy no es lo que parece, y no tengo problema en apoyarte cuando tú realmente estas deprimido, pero en esta ocasión no lo haré.

El cantante bajó su mirada al piso, y comenzó frotarse un brazo.

—Sabes que no me gusta que me evadas la mirada. Estoy cansado y muy frustrado, hoy no nos fue bien en el local, y…

—Lo siento –interrumpió Iván–, no tenía ganas de cantar.

—No es cuestión de tener o no ganas –refutó Jorge tratando de no alterarse–, ¿tú crees que Andrés tenía ganas de trabajar con lo que pasó hoy? No, claro que no, estaba muy agotado, pero debemos ser responsables con nuestros clientes y cumplir nuestros compromisos.

—No es la primera vez que no canto –dijo con voz quebrada sin subir la mirada.

—Señor, dame paciencia y sabiduría –exclamó viendo el techo, respiró profundamente, y vio a Iván que seguía nervioso frotándose ambos brazos.

»Necesito que me veas a los ojos y dejes de frotarte los brazos. Necesito hablar contigo algo muy importante. Quiero que sepas distinguir entre el miedo a lo desconocido, y el miedo y dolor de los recuerdos de tu pasado, que son por los que te deprimes.

Iván levantó la mirada, y lo vio confundido.

—No comprendo de que me hablas.

—Es muy simple. Katrina te está enseñando un mundo nuevo, un mundo lleno de felicidad, un mundo en el que te sientes cómodo, y no pierdes una excusa para huir de él.

—Yo…, yo… no… hui de nada.

—Claro que sí. Katrina me lo contó todo. Ni siquiera le diste un chance para que te explicara que no le habías hecho daño, todo lo contrario, lo que sentiste en tu boca fue un gemido de placer, un gemido producto de las caricias que le estabas dando.




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