Trataré de olvidarte

El futuro de la banda

Los amantes salían de la ducha totalmente empapados por el agua de la regadera, y se les hacía casi imposible separar sus cuerpos, bien fuera que él la abrazara por la espalda o ella por el frente para besarlo por un momento en la boca. Ambos sentían que el piso debajo de sus pies había desaparecido luego de amarse bajo la regadera. Se sentían livianos, con la tez brillando de felicidad, aunque un poco cansados de una larga y excitante noche de amarse como conejos. Él la abrazó con fuerza por la espalda y comenzó a besarle el cuello, quería amarla un poco más, pero ella sutilmente logró hacerle entender que no podía faltar al trabajo. Eso no desanimo a Iván en ningún momento, por primera vez en su vida la felicidad había tocado su puerta y la mantendría así aunque le constara la vida. Ya vestidos y bien peinados, ambos se sentaron en el auto y lo pusieron en marcha. Katrina pensaba aprovechar la nueva imagen y actitud del cantante para presentarlo formalmente al inversionista que estaba invirtiendo en él. A él no le importaba a dónde iba, todo lo que quería estaba a su lado, y no quería alejarse de ella, la amaba, y sabía que ella también lo amaba. Ellos no paraban de decírselo mientras hacían el amor apasionadamente en aquella cama, una cama que ya no se sabía cuál era la cabecera, y con la sábana tirada en el piso después de amarse por última vez en la madrugada.

Al llegar a la disquera, fueron a la oficina de Katrina donde ella llamaría al inversionista. Él trataba de tomarla de la mano, y gentilmente ella lo rechazaba dándole razones para las cuales él estaba sordo. Ella tomó el teléfono y discó en número de la oficina del señor Salvatore.

—Buenos días Elisa, ¿cómo sigue tu hijo?... Ah ya veo, ya está de regreso a clases, me alegro que haya sido algo leve. ¿El señor Barbato está en su oficina?... ¿Está aquí en la disquera? Excelente noticia. Luego te llamo para darte el número que te prometí, mi amiga no la he podido ver ayer… Igual, bye.

»No sabes que buena noticia, la persona que quiere invertir en ti está aquí mismo en la disquera, déjame hacer unas llamadas para invitarlo a que venga para acá.

—¿Y por qué tengo que hablar con él? No entiendo.

—No es hablar exactamente, él necesita conocerte bien –decía mientras marcaba números en el teléfono—, y para eso que mejor que una conversación entre compañeros, más o menos como las que tú tienes mientras ensayan, además…

»Hola Ivana, ¿el señor Salvatore está allí?... Perfecto, cuando puedas dile que venga a mi oficina.

—¿Qué tengo que decirle a ese señor? –preguntó mientras veía a Katrina colgar el auricular del teléfono.

—Ya te dije, nada formal, sólo quiere conocerte. Yo ya le explique que eres un poco tímido, y él ha tenido que tratar con cada excéntrico que una conversación contigo será como comer algodón de azúcar.

—¿Y si no sé qué decir?

—Tranquilo, yo te ayudo, no estás solo en esto, ¿confías en mí?

—Sí, te amo Katrina

—¡Chis! Aquí no Iván, en el trabajo tu eres el cantante y yo la productora; y si el señor Salvatore se entera que tenemos algo, te van a asignar a otra persona.

—¡Jamás aceptaré eso!

—Guarda eso para cuando le estés haciendo ganar dinero a Salvatore, mientras tanto sé un fiel corderito, así como eras cuando te conocí. Confía en mí.

—Confío en ti, pero si no es contigo, no lo haré con nadie.

—Tranquilo, ya el señor Salvatore está por llegar –le decía mientras se acercaba a él para arreglarle un poco el cuello, y verlo con amor a sus brillantes ojos.

Él quiso besarla por la cercanía, y ella le colocó el dedo índice en los labios para impedirlo, y luego se alejó de él para sentarse de nuevo detrás del escritorio. Iván se sentó en un sofá que había en la oficina, y sin poder evitarlo, no paraba de mirarla enamorado. El sonido de un golpe en la puerta, y el chirrido que hacía mientras la abrían, lo trajo a la realidad.

—¡Querida Katrina! Tan hermosa como siempre. Me dijo Ivana que querías verme –dijo sin notar la presencia de Iván que lo veía con la cara algo roja de celos.

—Sí señor Salvatore –dijo mientras salía de detrás del escritorio–. Aquí le tengo a la persona en la que está tan interesado.

Katrina se acercó a Iván, lo tomó de la mano para levantarlo y le susurró al oído que se calmara, que así eran las reuniones de negocios.

—Él es Iván, el chico que escuchó el otro día cantando la canción de su otro cantante, la princesa como le dice Hugo.

—¡Ah! Ya recuerdo su voz, pero no se parece en nada a aquel chico, tiene mucho mejor aspecto, justo lo que la gente quiere ver en un cantante. ¡Ah! Se ve que está con la mejor productora del mundo.

—Gracias señor Salvatore.

—¿Dónde está su representante? –preguntó Salvatore.

—Justo hoy tuvo algunos inconvenientes, pero no se preocupe que pronto nos reuniremos con él para fijar las cláusulas del contrato –dijo mirando con firmeza a Iván para que no abriera la boca.

—¡Perfecto! Ya tengo ganas de poner las canciones de este muchacho en la radio, –giró su cuerpo para ver a los ojos a Iván–. Sabes chico, tu voz y tus canciones son de esas que ya no se encuentran. Cuando una persona te escucha la primera vez, ya queda prendada de tu canción y corre a comprarla. La verdad tengo suerte que tu representante discutiera tan acaloradamente conmigo aquél día. Bueno, debo irme –dijo extendiendo la mano para despedirse.

Katrina con un gesto con la cabeza y viéndolo con ojos firmes le indicó que le diera la mano, y por suerte para ella, Iván la obedeció.

—Ya verás chico, en manos de Katrina llegaras muy alto, –giró su cuerpo para despedirse de la productora y salió de la oficina.

¿Viste? No fue tan difícil.

—¿A qué se refiere él con lo de «su representante»?

—Cómo su nombre lo dice, es la persona que da la cara por ti en los negocios, de manera que tú te dedicas a crear y cantar canciones, mientras él se encarga de los contratos, de las giras y un sinfín de cosas aburridas para ti.




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