Al día siguiente, el cantante sale del baño junto a la rubia, en su último encuentro. Ambos se dirigen a la habitación a vestirse, y bajan para que la mujer tome un taxi. Antes de salir, Iván le entrega la misma cantidad de la noche anterior, y ella le sonríe al aceptarlo. Toma un lapicero de su cartera y le escribe en la mano su número de teléfono.
—Llámame cuando quieras, me encanta un hombre que me deje temblando las piernas como lo hiciste anoche. Quizás, hasta corra por cuenta de la casa, quién sabe –dijo dándole un tierno beso en la mejilla.
La chica salió de la casa y se montó en el taxi. Jorge aún permanecía dormido en su habitación, y el cantante fue a la cocina a preparar un café, con unos huevos, pan de centeno y tocino. Eso le trajo algunos recuerdos de cuando estaba con la banda, y vivía en un anexo en la casa de Jorge. Al principio sintió nostalgia, y poco a poco la rabia lo invadió recordando a cada uno de los miembros de la banda, y la taza de café que tenía en las manos, se cayó al suelo y se partió en mil pedazos.
—¡Chis! ¿Qué tanto ruido haces? Ten compasión que me duele la cabeza.
—¿Ya hiciste lo que te pedí?
—Baja la voz, por Dios. Ni siquiera he ido a la oficina para hacer nada. Tengo que investigar qué hacer con los bancos.
—Quiero que hoy mismo te libres de esas hipotecas. Sanguijuelas.
—Baja la voz, me duele la cabeza.
—Pues toma algo para eso, bien sea por la boca o como supositorio, pero quiero una respuesta hoy mismo.
—Está bien, pero ya no hables, por favor.
—Me voy a mi habitación a dormir, estoy cansado, ahí tienes café y un pequeño desayuno.
—Termina de irte para que mi cabeza no me estalle.
Jorge buscó en la cocina alguna pastilla para el mal que lo aquejaba, y encontró unos antigripales.
—Peor es nada –dijo mientras se los tomaba.
Ese mismo día en la noche, Iván despertó y se sentó en la cama. Buscó la billetera en su pantalón y sacó la foto de Katrina. Comenzó a llorar de nuevo, estaba seguro que varias veces había dicho ese nombre en brazos de aquella exquisita rubia, no podía evitarlo, el odio que sentía por aquella traición que ella le hizo, era de la misma magnitud que el amor que todavía sentía por ella. Comenzó a caminar con pasos rápidos por la habitación, sus lágrimas salían sin cesar, quería clavarse un puñal en el corazón para dar fin a ese amor que sentía por ella, así significara el fin de su existencia. Se detuvo un momento, y se sentó en un pequeño secreter que estaba en la habitación, y empezó a buscar papel y lápiz para escribir. Aquél talento que estuvo oculto todo el tiempo que había sido feliz con la mujer que aún amaba, había florecido en esta nueva adversidad. Nuevamente estaba solo, pero ahora era más fuerte y adinerado. Podía comprar el amor cuando quisiera, a la mujer que quisiera. Todos tenían un precio.
Para cuando llegó el representante, el cantante había compuesto cuatro nuevas canciones, y quería producirlas inmediatamente. Jorge había llegado con la cena, dos estupendas pizzas del sitio que tanto le gustaba a su amigo. Subió a la habitación a buscarlo, vio la puerta entreabierta y entró saludando.
—Hola amigo, traje pizzas para cenar, baja, todavía están calientes.
Sin moverse del pequeño secreter, ni mirar al representante le preguntó:
—¿Hiciste lo de las hipotecas?
—Estoy en eso. Hay un banco que las va a comprar. Vamos a perder algo de dinero en la transacción, pero tú ya me habías dado el permiso para eso.
—Excelente noticia –dijo levantándose de la silla para mostrarle las nuevas composiciones a su amigo.
—¿Son nuevas composiciones? ¿Son buenas?
—Son iguales a las que hacía al principio.
—¡Qué gran noticia! Tengo que llamar a Andrés para que comience
—¡¿A quién dijiste?! Cómo te atreves siquiera a mencionar ese nombre delante de mí.
—Disculpa, lo hice por costumbre. Siempre lo buscabas a él para saber los instrumentos que usarías en la orquesta. Hace tanto tiempo que no compones que no lo recordaba, discúlpame por el error.
—¡Jamás vuelvas a decir el nombre de ese miserable! Aquella noche me golpeó todo lo que quiso, incluso me dio una patada estando yo tirado en el suelo sin moverme. A ese desgraciado debería buscarlo con un detective para que lo despidan de todas las tocadas, hasta que termine comiendo basura en las calles.
—¡Eso no te lo permito, no te lo permitiré jamás! No olvides que es mi familia, te guste o no te guste, no me importa.
—¿Cómo me lo vas a impedir tú? Vives de lo que yo gano.
—Hablaré Iván, hablaré. No de tu disfraz, ni siquiera de tu pasado psiquiátrico, eso sería demasiado bajo para mí, pero hablaré, tú sabes a que me refiero.
—No te atreverías, me hiciste una promesa ese día.
—Si te metes con Andrés o persigues a mis primos, lo haré. Ya cesa tu venganza hacia ellos. Admite que fuiste un cobarde aquella noche, y ellos hicieron lo que tenían que hacer, repudiarte. ¿No me quieres como representante? No importa, siempre me he ganado la vida en tocadas, pero recuerda, siempre fui tu amigo y jamás te he abandonado, ¿Quieres quedar sin nadie que realmente sepa lo que sientes? Es tu decisión ¿Qué quieres hacer?
Con las manos cerradas formando puños, blancas por la fuerza con las que las cerraba, vio con furia a los ojos implacables de Jorge, que se mostraba desafiante desde que lo había sacado del hospital. Hablaba en serio, defendería a sus primos a cualquier precio. Con una voz llena de rabia respondió:
—¡Bien! Pero no me los nombres, no quiero saber de ellos. No sé si fui un cobarde o no esa noche, todavía no tengo criterio para darme cuenta, pero ellos debieron darse cuenta y no abandonarme como lo hicieron.
—El día que comprendas lo que hiciste esa noche, los entenderás. Ellos son los primeros que no quieren saber de ti. Han tratado de zafarse de las hipotecas, entregaron todos sus ahorros para salir de tu ayuda, pero no fue suficiente. Iban a vender las casas para no tener nada que agradecerte, y yo mismo intercedí para que no cometieran semejante estupidez. Tan solo por eso mide lo que hiciste esa noche, aunque no lo entiendas.