Trataré de olvidarte

Elisa

Allí estaba ella frente a Iván, que trataba de contenerse para no insultarla. Recordaba las advertencias y sugerencias de Jorge, que hasta en la forma de mirarla debía cuidarse. No pudo evitar verla con rabia, para él era difícil no hacerlo. Ella emocionada inició la conversación.

—Parece que las cosas no salieron como esperaba.

—¿A qué te refieres, niña? –preguntó confundido.

—Bueno, por la expresión de su rostro, su composición no está saliendo como quiere. No es la primera vez que veo que le pasa a alguien.

—Sí, sí, eso es –dijo sobando el cuello con la mano derecha.

—No te preocupes, al final todo sale bien, ya verá. Por cierto, mi nombre es Elisa.

—Mi nombre es Iván.

—¡Ah! Tú eres el compositor de ese maloliente cantante Adrián.

—¡Elisa! ¿Qué te ha dicho Francisca sobre tus comentarios?

—Sí, es cierto. Lo que pasa es que no puedo evitar decir lo que pienso. Sé que tú compones para ese cantante, te pido disculpas por mi comentario.

—No pasa nada. A veces los artistas son algo caprichosos –dijo con hipocresía.

—¿Verdad que sí? Yo le he dicho a Francisca que no soy buena para este trabajo, pero no sé por qué no me deja trabajar en otra área del espectáculo.

—Será porque serías capaz de matar a alguien, digo, si de tus comentarios pasas a las manos –dijo Iván con un brillo casi maligno.

—Para serte sincera –dijo mirando al suelo–, ya lo hice con un estúpido cantante, bueno, casi dos, si cuenta la cachetada que le di a Adrián.

—Era lo menos que podías hacer –intervino Hugo ante la mirada asesina de Iván, que no pudo notar el ingeniero de sonido.

—Bueno, pero igual podía haberle contestado algo sutil y ofensivo como hace Francisca. Ahora, no me queda de otra que pedirle disculpas.

—No hace falta, Elisa –dijo Hugo–. Ese engreído no sabe lo que significa una disculpa.

«¿Tan diferente soy cuando no tengo el disfraz? Qué raro. Adrián y yo somos la misma persona, pero Hugo nos percibe diferente, eso no tiene sentido. Incluso la misma Elisa pensó que mi rabia no era hacia ella.» pensaba Iván.

—¿Por qué dices que Adrián es un engreído? Yo trabajo con él y es la mar de simpático.

—¡Ja ja ja ja ja! –estalló a carcajadas Hugo, y hasta unas lágrimas no pudieron evitar salir de sus ojos.

—¿De qué te ríes? No comprendo –preguntó confundido.

—Por favor, el que te pague por tus composiciones, no significa que mientas tan descaradamente –dijo evitando volver a reír.

—La verdad –intervino Elisa–, yo no veo que sea capaz de ser simpático.

«¡Demonios!, si les contestó como se merecen les daré la razón, y es posible que se den cuenta que somos la misma persona. ¡Rayos! ¿Qué haré? Me niego a darles la razón» pensaba Iván.

—Entonces, Hugo, según tú yo soy más simpático que Adrián.

—Simpático, simpático, no mucho, pero sí eres mucho más agradable. Tú vienes, hablas con los músicos, discutes con ellos como cualquier otro compositor, y vienes a la consola a hablar conmigo para terminar de hacer los ajustes que necesita la canción. Eres un chico respetuoso y agradable al hablar. El problema es que no te sabes siquiera un chiste malo.

»En cambio, Adrián entra aquí, saluda fríamente, entra a la cabina, se coloca los cascos y al escuchar la grabación de la orquesta, empieza a cantar. Luego se va, sin más, a veces hasta sin despedirse, es un total engreído. ¡Dios nos salve si quiere grabar en vivo con la orquesta! Es un infierno.

—Pues yo siempre trato con él y no me parece ser tan desagradable. –trato de defenderse.

—¡Por Dios! ¿De qué planeta eres? Me han contado chismes verificables de sus fiestas en la mansión, y el tipo es insufrible. ¡Hasta bota a los invitados que le desagradan!

«Si supiera la verdad de lo que hago. ¡Maldición! Y todo por mantener esa imagen que me mantiene lleno de dinero. A todas estas, que me importa lo que opine nadie, yo soy como quiero ser y no tengo que explicarle a nadie. Pero debo tener cuidado ahora, no sabía que estaba mostrando dos personalidades diferentes, bueno, la segunda es la del disfraz, un poco más altanera que la me enseño esa traidora de Katrina» pensó Iván, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Te pasa algo, Iván? –le preguntó Elisa al verle casi llorar.

—¿Dije algo malo? De verdad, lo siento, no fue mi intención –añadió Hugo.

El cantante se secó las lágrimas con la manga de su camisa y les mostró una media sonrisa.

—No, no dijeron nada malo, es que me vinieron a mi mente algunos recuerdos algo dolorosos.

—Te refieres a Katrina –dijo Elisa tapándose luego la boca con la mano.

—No tienes remedio Elisa, mira que hay que ser insensible.

—Lo siento de verdad, Iván

—No pasa nada, son cosas que le pasan a algunos.

Muy apenada, invitó al cantante al cuarto de descanso para tomar algún refrigerio. Iván ni en sueños quería estar encerrado con esa mujer en la misma habitación, sin embargo, el recuerdo de Katrina pudo más y se dejó llevar. El café estaba recién hecho, y la comida acababa de llegar de la cafetería, todo se veía delicioso. El cantante se negó a comer nada, no obstante la perseverancia de Elisa lo obligo a tomar un emparedado que aún humeaba de caliente. Ella le sirvió una taza de café, le preguntó con qué le gustaba, y el respondió que con leche y un poco de azúcar. Ella en cambio, agarró un emparedado de huevo y una taza de café negro sin azúcar. Comenzaron a comer, el cantante con algo de desgano, y ella inicio la conversación.

—Mentiría si te digo cómo te sientes, debe ser una horrible experiencia, pero soy creyente que uno debe enfrentar sus miedos hasta vencerlos.

—Lo que pasa es que yo no siento miedo.

—¿Qué es lo que sientes?

—Rabia. Estoy furioso por dentro. La impotencia es algo que no puedo soportar. Quizás no se note por mi forma de ser, pero así me siento.




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