Al alquilar la mansión, el cuarto que usaría Adrián era enorme, ocupaba una gran parte del piso de arriba. Para mantener ante la servidumbre la existencia de ambas personas, se dividió la habitación en tres partes. Un cuarto de tamaño normal para Iván; una habitación muy lujosa, con jacuzzi incorporado donde Adrián llevaba a sus fan afortunadas, y entre ambas habitaciones, una especie de vestidor para Adrián, con una puerta oculta a la habitación de Iván. El vestidor también tenía una pared falsa que al abrirla permitía guardar las pelucas y accesorios del disfraz de Adrián.
Adrián entró a la que es su habitación, entró al vestidor, y se quitó el disfraz ocultando la peluca y los accesorios. Abrió la puerta oculta, y entró en la habitación de Iván y se vistió. Estaba ansioso, necesitaba hablar con Elisa para saber cómo estaba. Él no negaba que se había convertido en un patán, pero pensaba que no hasta ese nivel. Tomó el teléfono, sin darse cuenta de que era el de Adrián, y llamó a Francisca. La productora estaba furiosa, y no le quedó más que escuchar el balde de agua fría que le echaban encima, necesitaba que se calmara para tratar de obtener lo que necesitaba.
—Tienes razón… sí, sí, ya sabes que no puedo evitar lo que soy, pero lo que no sabes es cómo se encuentra Iván en esto momentos… cómo te atreves a decir que solo me intereso por él por sus composiciones, te estás pasando de la raya… ¡claro que es mi amigo! ¡¿Qué te pasa?!... Mira, no voy a seguir discutiendo estupideces. Iván me ha pedido el teléfono de Elisa, quiere hablar con ella…¡¿Cómo qué no?! … Disculpa, Iván y yo somos amigos desde hace mucho y necesito ese número… ¿Sabes qué? Te voy a dictar el número de teléfono de Iván para que le mandes el número de Elisa… ¡Iván para mí es sagrado! Entonces, dile a ella que lo llame si crees que la voy a acosar… Por favor, el hombre de verdad está mal… ¿Estás en la disquera todavía? Perfecto, dile a Hugo que llame a Iván y le das el teléfono de tu asistente… Gracias.
Comenzó a buscar como loco el otro teléfono, el de Iván, y finalmente lo encontró oculto entre el desorden de papeles del secreter. Se acostó en la cama a esperar con el teléfono en la mano, y el tiempo pasaba sin que sonara. Pensó por un momento llamar a Hugo, no obstante no era buena idea, debía dejar que las cosas se dieran solas, y si Elisa no estaba preparada para hablar con él, pues debía esperar el momento. Una hora después el teléfono sonó, y sin leer quién lo llamaba contentó.
—¡Ah! Hugo ¿Qué tal? … Mucho mejor, no sabes cuánto… Sí, no mintió, me gustaría disculparme con ella por la actitud de mi amigo… Sí, lo sé, yo tampoco entiendo cómo se puede ser amigo de alguien así, pero él es una persona muy importante de mi pasado a quién le debo mucho… No, él nunca saldría de mí… Exacto, es como tú y yo, tú eres el único que me entiende de entre todos los ingenieros de sonido… Yo jamás te cambiaría por otro, así que dile a Francisca, ¿cómo diría Adrián?, espera, ¡Ah, sí! Productoras hay muchas, Hugo, uno solo… ¿Cómo que es el primer chiste que digo? Yo hablo en serio, tú lo sabes… Bueno, debo colgar, espero una llamada importante… ¿Ah, sí? Pero le diste mi número –se le escuchó decepcionado–, ¿sí? Y dijo que no podía, bueno si la ves, dile que en serio quiero hablar con ella… No esta semana no puedo ir, debo quedarme aquí arreglando algunas cosas… Bye.
Esa conversación telefónica de alguna manera le rompió el corazón, era una chica tan agradable, que sabía decir las cosas que las personas necesitaban oír, en el momento exacto, y aunque era de carácter explosivo, de la misma manera tenía un corazón generoso. Iván no entendía muy bien esa punzada en el corazón, como si el hecho de que no quisiera llamarlo fuese como que le pidiera ser su novia, y ella lo rechazara. Así se sentía. Se sentó en su secreter a escribir, las palabras llegaba a su mente, mas sin embargo ellas no terminaban de decidir que palabra iría primero. Comenzó a garrapatear la canción que le sonaba en su cabeza, y por un momento se olvidó de Elisa y el resto del mundo. Su teléfono sonó, y sin pensar en otra cosa que la melodía que rondaba en su mente, ni ver quién llamaba, contestó.
—Aló… ¿Elisa? … No te voy a mentir, si estoy un poco sorprendido por tu llamada, Hugo me explicó que no te iba a ser fácil hacerlo… ¿Ahora? … Sí, claro, ¿dónde nos vemos? … ¿La del lado oeste? … Perfecto, no vemos en 20 o 30 minutos, debo esperar un taxi… Adiós.
Sin perder el tiempo, marcó el número de servicio de Taxi, y se lavó la cara, los dientes, se puso un poco de colonia, y se terminó de vestir casual para salir. Por último, una vista en el espejo, y escaleras abajo a esperar el taxi. Se sentía muy emocionado, como si supiese que había ganado una rifa e iba a buscar el premio, o como un niño al que por primera vez le regalan ese balón que tanto deseaba. De pronto entró en razón, eso no era una cita, ella lo había invitado por el desprecio que Adrián le había hecho. «¿Por qué no le hice caso a Jorge en aquél momento? Espera, le compraré un ramo de flores como parte de la disculpa.»
Le pidió al chofer que se detuviera delante de la florería y mandó a preparar un ramo de flores. Él trató de explicar lo mejor posible para que quisiera el ramo, pero aquella elocuencia en sus composiciones, había desaparecido de su mente. Por alguna razón, le entregaron un ramo de flores de colores muy variados, y al preguntar por el nombre de aquella flor que existía en aquella gama de colores, el chico le dijo que eran gerberas. Sacó la billetera para pagar, y con los nervios, cayó al suelo. Entregó el dinero al joven, y se agachó a recoger la billetera y el contenido que había salido de ella. Allí estaba la foto de Katrina, una hermosa foto donde le sonreía enamorada. Sintió congoja por un momento, se irguió, y se montó en el taxi con el ramo de flores en la mano. «¿Qué significa que la foto saliera de la billetera? ¿Será alguna especie de augurio?»