Una parte de la vieja banda se había reunido de nuevo a trabajar, y lo estaban haciendo en uno de los antros de lujo de la ciudad. Iván se presentaría como imitador de su propio personaje, mientras otro cantante se encargaría del resto de la noche. La nueva aparición en los escenarios de Iván era, básicamente, para que los primos pudieran recuperar el dinero que habían gastado en la enfermedad de Andrés. La noche fue perfecta, todos adoraron la imitación de Adrián, y otro cantante de la banda sabía amenizar muy bien la tocada. Incluso, ambos cantantes cantaron a dúo una canción de Adrián, que dejó muy emocionado a Héctor. Ya la noche había terminado, y la banda estaba recogiendo sus cosas, aunque las mesas seguían rebosando de clientes, que permanecían cenando o bebiendo después de una noche inolvidable.
De pronto, Iván la vio en la barra, era la mujer más hermosa que había conocido, con quién había compartido muchas veces la cama, y la amaba en lo más profundo de su ser. Más sin embargo, a pesar de que ella no podía darle hijos, ella también sabía qué él estaba negado a tenerlos de cualquier manera. Eso produjo un rompimiento, y llevaban sin verse poco más de una semana. Sin saber por qué, al igual que le sucedía en los tiempos que era el cantante de la vieja banda, tomó la guitarra acústica eléctrica, y sentado en un taburete cantó una canción, nunca antes escuchada, dedicada a su esposa fallecida, donde él se culpaba de su muerte, luego que ella lo había sacado de la oscuridad. El público no se movía de sus asientos, no podían dejar de mirar al cantante, y escuchar una a una las palabras que acompañaban a la triste melodía. No hubo uno solo de los presentes que no se estremeciera con aquellas palabras, y que su piel no se erizara con aquella voz vibrante, y mucho menos evitar que los ojos se aguaran de tristeza, por aquél sentimiento genuino que estaba en la lírica de la canción. Iván terminó su canción y el público quedó congelado en el tiempo. Él se despidió, dejó la guitarra acústica en el suelo, y bajo del escenario. Nadie notó hacía donde iba, hasta que el pequeño aplauso de una dama vestida de gala, que estaba en la barra, los despertó, y se levantaron para dar una ovación de pie, sin lograr encontrar al cantante que había llegado hasta lo más profundo de sus sentimientos.
Él si sabía a donde iba, entre los aplausos caminaba sin que alguien lo reconociera, hasta que llegó a la barra donde la hermosa dama vestida de gala estaba sentada. Él pensó que era posible que viniera a despedirse, a terminar de forma definitiva aquella hermosa relación que los había unido como almas gemelas, y antes que ella pudiera expresar los motivos que la habían llevado hasta allí, la levantó de la silla y comenzó a besarla con una pasión desesperada, no quería que se fuera de su lado, la amaba, y al ella corresponderle aquellos besos, una llama en su interior se encendió. Nadie se percataba de su situación, y para ellos el silencio inundaba el lugar, pese al sonido de los aplausos. Él la tomó de la muñeca y la jaló hasta una oficina mal trecha del dueño del local, y allí, sobre el escritorio, con la ropa puesta, la hizo suya una vez más. Ella no se resistió, también lo quería, lo deseaba después de tan corto tiempo, quería volver a sentirlo dentro de ella, y los cuerpos se unieron para disfrutar el uno del otro hasta el final. Ella sacó unas toallitas húmedas, se limpiaron y se arreglaron lo mejor que pudieron. Ella quiso hablar, y con un gesto él le dijo que no lo hiciera, necesitaba conservar ese hermoso momento un poco más, al menos lo suficiente antes de que le dijera algo que no quería escuchar.
Iván quitó el pestillo de la puerta, y sin hablar la dejó de nuevo en el mismo lugar de la barra de donde la había sacado, y le pidió que esperara a que la banda se fuera.
Los camareros habían empezado a pedir a los comensales que salieran, y comenzaron a recoger las mesas. Jorge se acercó a la banda y le entregó a cada uno un sobre con lo ganado esa noche. El tecladista y Héctor quedaron sorprendidos por el pago, era mucho más a lo que ellos estaban acostumbrados, a lo que el representante contestó que la diferencia la hacía el local. Iván le entregó su sobre a Luis y se despidió. Los primos le pidieron que los acompañara, y el disimuladamente les señalo a la dama que lo esperaba en la barra. Les quedaba aún tocar al día siguiente, y antes de irse, quedaron de acuerdo en el inicio de los ensayos sería el martes, para descansar un día, y que debían cumplir con Ignacio el cambio de repertorio para el siguiente local.
Iván intentaba no arrastrar los pies, tenía miedo y felicidad al mismo tiempo, la incertidumbre de no saber para qué había venido Elisa le preocupaba. «¿Vendrá a decir que lo nuestro se acabó? ¿Será que en la oficina fue la del estribo? O por el contrario, me dirá que quiere seguir conmigo, aunque no haya matrimonio». Nada más pudo decirse a sí mismo, delante de él estaba lo que más amaba en la vida, el ser con el que le gustaría seguir su camino en la vida.
—Gracias por esperar, Elisa. Las bandas tienen sus rutinas al final de la noche, recoger instrumentos, recibir la paga, buscar transporte, etcétera.
—Aunque tienen tiempo para hacer alguna travesura, ¿no es así? – Iván se sonrojó.
—Disculpa si soy un poco directo, pero de verdad estoy agotado, hacía tiempo que no trabajaba con una banda en un antro…
—Imagino que te refieres a qué hago aquí –lo interrumpió Elisa–. Este tiempo que estuvimos separados, un poco por la distancia, y otro para pensar bien las cosas, analicé todo lo que ha pasado con nosotros. –Iván la veía un poco asustado.
»Te mentiría si te digo que no te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y perderte para mí sería otra tragedia, solamente que en este caso el culpable sería yo y no tú. Lo pensé una y otra vez, y de verdad no sé qué hacer de mi vida sin ti. Sin embargo, quiero que entiendas lo que siento y lo que necesito…