A eso de las nueve de la noche, el piso de la habitación del hotel estaba lleno de bolas de papel arrugado, y sobre la cama estaban muchas hojas con letras garrapateadas, colocadas en dos filas una al lado de la otra. Iván, con las piernas cruzadas sobre la cama, las revisaba una y otra vez para escoger dos de ellas, aunque todo dependía de la respuesta de Andrés, sin él no podía terminar la melodía a tiempo. El teléfono de la habitación sonó y sin dejar de ver las hojas respondió.
—Aló… ¿Gloria? Qué sorpresa, estaba esperando la llamada de Luis.… ¿En serio? No sabes la alegría que me das. ¿Cuándo podemos empezar?… ¡Perfecto! ¿A qué hora voy para tu casa?… Ah, bueno, está bien, si él no quiere que lo hagamos en tu casa, no pasa nada. Mañana, Jorge debe conseguir un sitio donde podamos trabajar.… Quedamos así… Jorge te llama para decirte el lugar ¿Lo vas a acompañar?… ¿No? Va Junior. Excelente. Dile que nos vemos mañana.
El corazón se le llenó de alegría, no estaba seguro si era por las nuevas canciones que iba a trabajar con Andrés, o si era el hecho que era la primera vez que se verían las caras desde aquella noche. Un poco más de una hora después recibió otra llamada, pero esta vez en su móvil y era de un número que no conocía. Pensó que Elisa lo llamaba de nuevo y respondió.
—Aló… An…An… Andrés no esperaba escucharte… ¿En ese lugar? Eso es una pocilga, ¿no lo recuerdas?… Está bien, dónde tú digas… Una lenta y la otra una bachata… No, no estoy loco… Eso ya lo sé… Sí, no es del estilo de Adrián, ya te dije que lo sé, pero no es para mí, es para Héctor… ¿Cómo que no lo va a hacer?… Mira, las discusiones de trabajo son para mañana. Ahora dale un beso a Gloria de mi parte… Yo también te extrañe. Adiós.
El corazón de Iván latía de alegría, y con esa misma alegría siguió ojeando las canciones garrapateadas en hojas de papel, hasta que eligió las dos que más le gustaron, y las puso la mesa de noche, con su reloj pulsera encima. Tomó el resto de las hojas y las tiró debajo de la cama, así al día siguiente podría guardarlas con calma. Se metió entre las sábanas y se quedó dormido.
* * *
En el lugar y hora acordada, Iván se encontraba en el lugar donde harían la composición para Héctor. El lugar ya no se veía como antes, lo habían remodelado y el vigilante se había mostrado muy cortés al dejarlo entrar. Luego de unos minutos llegó Junior cargando el teclado, y con él su padre. Iván contenía las lágrimas al verlo allí tan saludable, no era el mismo hombre acabado que yacía en una cama de hospital, víctima de dos infartos. Estaba rozagante, igual a como lo recordaba. Junior saludó con mucho cariño a su tío Iván, y colocó el teclado donde le indicó su padre. Andrés de acercó lentamente a él, el cantante sentía una mirada extraña que no lograba descifrar, hasta que se encontraron frente a frente. Sorpresivamente Andrés lo abrazó con fuerza, y lo insultó con alegría.
—Bueno, comencemos a trabajar. A ver, que es lo que vas a inventar ahora, porque eso de la bachata me suena a desastre.
—Tú confía en mí. La bachata tiene instrumentos que necesitamos practicar hasta lograr lo que necesito.
—Lo de siempre, sacarme de quicio. Entonces, cual hacemos primero, la lenta o la bachata. Prefiero primero la lenta, así me guardo los insultos para la bachata.
—De acuerdo.
El cantante le presentó el bosquejo de la melodía, y los instrumentos que en ese momento consideraba adecuados. Andrés ya sabía que eso significa una cosa, que al final ninguno era el definitivo, y él reventándose los dedos en el teclado. El tecladista inició la melodía propuesta con el teclado. No había finalizado cuando ya Iván tenía un «no me gusta, para». Junior, que estaba sentado viendo la composición se veía preocupado, su padre a veces perdía los estribos, e Iván lo ignoraba por completo, mientras le decía lo que quería. Asustado se acercó a ellos para detener la composición.
—¿Qué pasa Junior? –preguntó Andrés preocupado.
—No sé, me preocupa que te pase algo, te veo muy exaltado dando gritos.
—Ven acá hijo. –Junior se acercó y Andrés le tomó la mano y la colocó sobre su corazón–. ¿Dime como sientes mi corazón? ¿Lo sientes agitado?
—No, la verdad no, se siente que late normal.
—Quédate tranquilo, son cosas de trabajo, si uno no se desahoga, la rabia te afecta, y como a Iván no le interesan mis insultos, sino su obra, todo va bien. De hecho, este Iván no es el mismo de unos años atrás, es más educado y gentil, aunque eso no me quita las ganas de torcerle el pescuezo como a una gallina.
—¿Continuamos o no? –se quejó Iván, ante la mirada firme de Junior.
—No le hagas caso, así es este trabajo.
Andrés se dio la vuelta y dijo con ironía.
—Disculpe princesa, ya le llevó la magia de mis manos.
Ese comentario le sacó una amplia sonrisa a Junior, y regresó a ver los toros desde las gradas. La melodía no era muy complicada, y terminaron antes de lo previsto. Sólo quedaba que Iván la cantara para hacerle los ajustes finales a la melodía. Andrés hizo un corte en medio de la canción, y se veía tan enojado, que Junior corrió hacia su padre.
—¿Te estás burlando de mí? Todo este trabajo para que cantes de esa manera. No me hagas perder mi tiempo.
—Andrés, piensa en tu salud primero. Con todo lo que tengo en mi cabeza, se me olvidó recordarte que no soy yo quién la va a cantar…
—Cierto, es para Héctor. Es muy bueno, pero no tiene un registro vocal como el tuyo.
—Por eso la cantó dentro de su registro vocal, debo estar seguro que el arreglo que haga Ignacio sea mínimo, y de esa manera nadie lo compare conmigo en la tocada.
—Por eso también es una canción nueva, una que nadie conoce.
—Exacto. Empecemos de nuevo a ver si me ajusto a la forma que canta Héctor. Puedes interrumpirme si ves que me salí de donde él puede cantar.