Un año había pasado desde el incidente en el local donde Adrián y Jorge habían resultado muertos. Un sábado por la mañana, delante de la puerta de la familia Velasco Gavidia, una pareja acompañada de unos gemelos de ochos años y una niña de 6 años tocaba el timbre. Dentro se escuchaban gritos y risas infantiles, parecía que estuviesen celebrando el cumpleaños de algún niño. Muy entusiasmada, Gloria abrió la puerta y palideció al ver de quién se trataba, y sin pensarlo cerró un poco la puerta para que no se viera lo que sucedía dentro.
—Buenas días Gloria, tratamos de llegar lo más temprano posible.
—¡Qué sorpresa! No sabían que vendrían hoy.
—Eso no es posible, Junior nos llamó para que viniéramos a verlos, nos dijo que toda la familia estaba reunida aquí hoy, y que ustedes estarían felices si veníamos a acompañarlos.
—Sí…Sí, claro, que cabeza la mía. Lo que pasa es que Junior no me dijo nada y pensé que no venían.
La puerta se abrió de nuevo, sin que Gloria pudiera evitarlo, y salió Andrés a ver qué era lo que pasaba.
—Gloria, ¿Qué tanto haces en la puerta?
Cuando miró detenidamente a la pareja, palideció igual que su esposa, y bruscamente preguntó:
—¿Qué hacen aquí?
—Vaya, y yo siempre pensé que el gruñón era Ignacio. Como le dije a Gloria, Junior nos invitó a que viniéramos hoy. Nos dijo que ustedes le habían dicho. ¿Junior hizo algo malo?
—No, no –se disculpó Gloria muy nerviosa, al tiempo que Andrés gritaba el nombre de Junior.
Gloria se percató que venían con tres niños y les preguntó por ellos.
—Son los hijos de una prima segunda de Elisa. Ellos son Juan y José, y ella es María Eugenia. Los estamos cuidando un tiempo, mientras la madre se recupera, luego hablamos de eso.
Junior apareció en la puerta, y corrió efusivamente al hombre frente a él y lo abrazó.
—Tío Iván, viniste, gracias, no sabes las ganas que tenía de verte.
—¿Me puedes explicar lo que pasa aquí? –dijo molesto Andrés.
—Nada papá, llamé a Iván para que viniera con Elisa, ya que todos estamos reunidos, y él forma parte de la familia.
—Lo siento Andrés, de verdad la idea no era causarte algún tipo de problema, no entiendo cuál puede ser, pero será mejor que nos vayamos.
Justo al terminar de decir esas palabras, una hermosa niña agarró la falda de Gloria para preguntarle que hacía en la puerta. Tenía la misma cara de Iván, pero los ojos eran los de Katrina. Iván palideció al darse cuenta de quién se trataba, y no podía dejar de verla. Andrés empezó a enrojecer de rabia, y Gloria invitó a Elisa a pasar junto con los niños.
—Junior, si le pasa algo a tu padre… cuida de él, o ya verás.
—¿Esa es mi hija, Andrés? –preguntó Iván.
—No, por supuesto que no, es mi hija.
—Si es tu hija, tío Iván.
—¡Cállate Junior! Ya has hecho suficiente por hoy.
—Papá, las cosas se están poniendo difíciles con Gloria María, y está empezando a preguntar.
—Y crees que eso te da derecho a meter tus narices en lo que no te importa.
—Si mi importa, por si no te das cuenta, Gloria María es mi hermana, y me importa mucho que sea feliz, y ustedes no hacen más que darles largas al asunto.
—¿Por qué lo hiciste, Andrés? –preguntó Iván.
—Que pregunta tan tonta, tú la mandaste al bote de la basura, y yo simplemente me la encontré, que casualidad, ¿no crees?
—¡Papá!
—¡Cállate la boca Junior!
—No, lo que no entiendo es por qué la adoptaste. En aquel momento me odiabas, entonces, ¿por qué lo hiciste?
—Porque también era hija de Katrina. El tribunal de menores le negó la custodia a los abuelos de la niña, y Jorge te hizo firmar la renuncia de paternidad a nombre de Gloria y mío. Gloría se enamoró de la niña desde que nació, y los abuelos nos permitían tenerla, mientras lidiaban con el hospital; Katrina tuvo muchos problemas de salud, y tú te negabas a desconectarla. A veces pasaba fines de semana completos con nosotros, hasta que firmaste los papeles.
—El problema tío Iván, y por eso te dije que vinieras, es que Gloria María no entiende por qué ella tiene tres abuelos, los míos y los padres de Katrina. Al principio podían engañarla, pero ya comienza a hacer muchas preguntas y mis padres solo la ignoran, y está sufriendo mucho.
—¡Eso no es cierto, Junior!
—¡Si lo es! Yo no tengo el valor de decirle la verdad, así que decidí utilizar otra vía, llamar al tío Iván.
Andrés se acercó con la cara enrojecida y señalo con su dedo a Iván.
—Es mi hija, y si te atreves a quitármela te las verás conmigo, no me importa si me muero en el intento.
Gloria había llegado en el momento justo de escuchar las palabras de su esposo.
—No puedes enfadarte de esa manera, tú lo sabes. Además, Iván es un hombre de muchos recursos, y no podemos hacer nada si él decide llevársela.
—¡No te lo permitiré! –gritó Andrés y comenzó a sentirse mal.
Junior buscó dentro del pantalón de su padre y le dio dos pastillas para que el dolor cesara. La niña apareció preguntando por su padre, ya que lo necesitaba para algo dentro de la casa. Al ver que no se sentía muy bien, se presentó ante Iván.
—Hola, soy Gloria María, ¿eres un hombre fuerte? –la pregunta le sacó una sonrisa a Iván.
—No como Andrés, pero creo que sí.
—Ven conmigo, es que necesito que cuelgues la piñata, Junior me dijo que era muy temprano para hacerlo, pero yo quiero colgarla ahora –dijo agarrándole la mano y arrastrándolo dentro de la casa.
Andrés con los ojos aguados vio muy preocupado a Gloria, y ella lo abrazó para consolarlo.
—Hay que esperar Andrés, no sabemos qué va a hacer. Tenemos que rezar porque no haga nada.
—Mamá, no puedes seguir ocultándole la verdad a Gloria María, aquí en su fiesta tiene tres abuelos, y el resto de sus amigos no, y ella siente que le están ocultando algo.