Travesía del Amor
Cuenta una antigua leyenda: que cansado el Sol y la Luna de esperar a los cortos eclipsis para verse, pidieron a un Dios muy poderoso que permitiera que sus almas descendieran y que habitaran en la tierra. Y asi fue. Vivieron por miles de años en una aldea conocida por los milagros que allí ocurrían. Pero un chamán, que por siglos escuchó que aquella pareja era la raíz de todos los males del mundo, envidioso de la devoción de la pareja, les atisbó un hechizo que los condenaba a separarse nuevamente y que incluso estando el uno frente al otro, no podrían reconocerse. Un pequeño aprendiz, también inundado por el odio estúpido heredado, pero de corazón más noble, añadió al conjuro que aunque no pudiesen verse, se sentirían.
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Capitulo 1
Un nuevo lugar
Creo que crecí como todas las niñas del mundo, soñando con el final perfecto, que sería el inicio preciso, de una historia de amor única y digna de ser contada. Gracias a esta ideología quizás justifico cada una de mis grandes decepciones y también las pequeñas.
Pero lo único que no lograba sacar de mí, o bueno controlar: eran esas lágrimas frente a una buena actuación, de esas que te hacen realmente creer que la conexión entre dos personas puede existir y que vale la pena luchar por eso.
Tratando de conservar esa esencia, logré graduarme de la universidad, decidí salir a conocer el mundo y aportar un poco de lo que logré aprender. Era médico, o ese fue el título que me entregaron, pero más bien había terminado siendo sacerdote y punto de referencia de muchos. Siendo yo mi propio desastre, no podía entenderlo.
Solo sé que lo que debió ser un trabajo con pasión, terminó convirtiéndose en mi esclavizador. Hubo muy pocas horas de sueño, casi nulo el espacio para cuidarme, muy limitado el albedrío que antes había sentido tan inmenso como poderoso, tantas vistas para juzgar en los peores escenarios, y tan pocas manos para aplaudir o apoyar los logros.
En muchos momentos pensé que solo me había apresurado o me había entregado sin pensar, como una pésima primera vez, pero tenía ese gran defecto donde me convencía una y otra vez de que todo lo que pasa conviene y que debía terminar lo que empezaba. Así inicié tantas veces este libro y creo que voy en pos de terminarlo, aunque estas sean tan solo las primeras líneas.
Por eso no pongo mi edad, pues puedo ser tú, o quizás lo soy o lo fui, o lo seré. Solo sé que la niña en mi, sigue dándome golpecitos en la puerta. Avisándome que aunque soy muy buena en lo que hago, este no es mi camino. Que la excelencia no es sinónimo de vocación, cuantos atrapados como yo no entienden, el por qué si hacen lo que tanto querían no son totalmente felices.
Pero aun así, intenté tapar decepción con aventura y llegué a un país nuevo, aunque tan viejo y lastimado como el mío. Donde conocí tantas caras de una moneda que perdí la cuenta. Creo que fue la primera vez que me sentí bonita, o bueno que me lo dijeron. Yo siempre he adulado a mi autoestima, lo repetía, aun lo hago; frente al espejo. No dejo que se me me olvide nunca, vacilar mis caderas y hasta esas escoriaciones en mi piel que tanto odio, pero me parecen como un código de barra tan identificativo.
Pero lo que realmente sucedió es que pude apartarme de mi tristeza, cada esquina, cada día, cada sol, cada instante, me recordaba que ya no estaban y no me había percatado nunca, incluso estando en la rama, cuan adictiva es la depresión.
La volví mi sello de presentación, hasta encontraba bien, que me tomaran en cuenta por la lástima, me recosté en la comodidad de ser la huérfana para todos, la sacrificada. Y de vez en cuando fue mi bono a la salida de algún desastre que yo misma provocaba. Se podrá decir que perdí el rumbo, pero no fue así, hasta a mí me sorprendía que estuviese tan centrada y cuerda, aunque no era mentira mi tristeza, pero mi mente estaba funcional y clara como lago de la montaña, aun así creí mejor ocultarlo y usar el papel de víctima por un tiempo.
En este lugar tuve que deshacerme de todo el pasado, de relaciones frustrantes, de finales inconclusos, de esa personalidad que me inventé. Y traté de recuperar a la chica comprometida con ella misma y con todo lo que se proponía.
Lo logré por un tiempo, no hizo falta decir quién era, ni lo que había pasado, porque allí lo sabían todo, como si tuviesen cámaras sobre nuestros hombros. Cada pensamiento era replicado con tanta seguridad como si ya lo hubiesen analizado con anterioridad. Teníamos que trabajar como mulos y perdernos entre consignas que a cada momento carecían más de sentido.
Había logrado mezclarme sin mucho esfuerzo, mi fisionomía que después cambiaría, para bien, fue más que aceptada por el populacho, y hasta me hicieron sentir parte de ellos.
Caminar por aquella ciudad no era lo que esperaba, todavía no me sentía ese efecto de haberme subido y bajado de un avión por primera vez, era como estar en un pueblito nuevo y al mismo tiempo conocido ; en calma, donde solo había que tener un poco más de cuidado con el cell. Todavía no había asimilado los mil cuidados que me habían dicho eran necesarios, pero allí, no parecía estar en peligro, aunque fuese siempre el centro de las miradas en las aglomeraciones, alguien cambió mi ansiedad, diciéndome que era así con todos los extranjeros.
Comenzaba a abrir mis ojos y mi mente a la vida que pretendía experimentar con todas mis ganas, sin sospechar, que era el comienzo de todo un largo viaje.