Capitulo 2.
Raptada en libertad
Todas las historias tiene partes feas, solo hay autores que deciden adornarlas u ocultarlas, pero yo no, creo que cada detalle en este o cualquier relato es crucial.
¿Qué pensabas que el príncipe azul aparece, en un corcel blanco(dígase cualquier medio de transporte que en tiempos de crisis puede ser hasta una simple bicicleta), desciende y desde que lo ves sabes que es ese y solo ese, y mientras o después que lo conoces, una fuerza mayor te impulsa y exige que lo sigas no importa qué?
Pues créame, son más las historias donde ese monarca fue primero el carcelero, el verdugo. Pensándolo bien, creo que sufrí del síndrome de Estocolmo por un buen tiempo.
En mi soledad conocí a un ser tosco y desmedido en cuidados, para quien el más simple detalle sonaba a maltrato. Comencé a notar una cápsula de plástico y porcelana que cubría todo mi mundo, que nuevamente se vio reducido, a amistades en común y a tratar de no desobedecer o no llevar la contraria en absolutamente nada. Un grito se veía vencido luego, con una frase donde yo era el centro del universo o con una cena en la cama. Aprendí a sonreír sin hacerlo y a no ser maleducada con mi ignorancia. Y poco a poco, no hubo otros ojos que quisiera ver estallar en luz, ni otros labios que escuchar decir ´´ te amo´´.
Para el resto del mundo que solo veían el carapacho del iceberg, era tan genial como pareja, que yo misma llegué a dudar de su maldad, hasta que poco a poco dejé de verla. Un día desperté sintiendo el control de incluso su personalidad malévola. Encontraba divertido, que siguiera mis pasos y que como perro guardián, saliera al encuentro de cuanto desconocido tratase de acercarse. Y me acomodé en aquella burbuja creada, donde mi piel ya no transpiraba, si no que me había vuelto delicadamente de cristal.
Que eso me ocurriera, con tantos diplomas, tantos libros leídos y temas que dominaba , solo me hacía aseverar, que no importa la cultura, la religión, los años, la educación. Simplemente pasa, como agarrar una enfermedad venérea sexual o alguna infección respiratoria: Simplemente sucede, y para cuando te das cuenta, ya es muy tarde para salir volando de ese pozo, o al menos se siente así.
Lo tenía todo sin tener nada, lo mío era de él, y bueno lo de él, solo él lo administraba. Por minutos me encontraba llorando y pidiendo perdón, a una madre decepcionada en el cielo, de que su independencia no me hubiese enseñado nada.
Pero ya sus caricias no dolían y sentía que perderme importaba, aunque se esforzaba en negarlo. Comenzamos a pasar mucho más tiempo juntos, al punto que no recuerdo pasado donde no estuviese y me sentía libre en sus garras: cómoda, única, deseada.
Estaba viviendo mi cuento de hadas, una mezcla de Rapunzel, Bella durmiente y de Cenicienta una hermanastra (porque simplemente no tenía que hacer nada, incluso las labores de la casa me eran relevadas) Sentí paz, calma. En aquel punto yo era la soberana.