Capitulo7.
Solo sexo
Entre conversaciones por supuesto, mucho antes de aquel primer encuentro, él había propuesto una relación sin compromiso, eso opacó por mucho la magia que había surgido, pero albergó algo de curiosidad por el poder de quizás, tener el control para variar o nuevamente perderlo.
En su presencia fueron muchas las dudas, frases iniciadas por: ´´ Bebé´´ solo hacían sentirme como un pedazo de carne listo para ser usado. Y qué pasa si solo yo había sentido, si solo yo anhelaba. Con tantas tormentas, algo de cielo despejado a cualquiera le parecería calma, pero ¿no es en el ojo del ciclón donde más quieto esta todo?
Aquella noche no hubo velas encendidas, ni melodías románticas, apenas comenzamos a compartir una película de la que aún no sé el final. Traté de mostrar algo de seguridad, lo que fue mi primera mentira, nunca había estado tan insegura en mi vida. Cuando comenzó a tocarme, y con sus dedos, no me quitaba la ropa si no mis miedos. Todo tan despacio, tan firme, tan tierno. No había rastros de obligación. No era posible, que no sintiera lo que yo, su cuerpo temblaba junto al mío, y no temblores referidos, de esos que usamos para que alguien crea que sentimos lo que no; si no, espasmos incontrolables y perceptibles, así como los míos. Cada gota de sudor se mezclaba y se confundía de dueño, cada respiración era intercambio continuo de energía, mis puños apretaban las sábanas empapadas del deseo y sus manos, solo guiaban mis caderas, ya no perdidas. Una danza perfecta.
Pero quizás solo un buen teatro bien armado, una actuación perfecta, años de experiencia. No tenía como distinguir si lo que decía, lo que yo sentía, era real o mutuo. Y para que arriesgarme cuando estaba probando por una vez libertad. Tal vez era aquello lo que se sentía cuando se trataba de ´´solo sexo´´ y no lo entendía, tan arraigada a los tiempos de monogamia fallidos.
Los días siguientes simplemente no podía sacarlo de mi mente, aquellas lágrimas en sus ojos, cuando me confesó que había estado enamorado de mi más tiempo del que creía, y que había sido protagonista de un grito de amor en mi nombre, al que yo nunca le había puesto rostro.
-No te emociones- le grité al corazón tantas veces, mientras se reía de mí y mis objeciones. Porque le prestó oído a sus historias que eran muchas y en una de ellas, habitaba una mujer que todavía era parte de su vida. Como mi secreto parte de la mía.
Ahí estaba aquel perfecto extraño, al que conocía como de toda una vida, con una sonrisa hermosa y pelo enmarañado, con ojos grande, perfectos y tan profundos, que te perdían, y una ternura que parecía nueva pero se sabía limada al detalle.
¿Cómo solo se podría tener sexo con aquel ser?, era un suicidio, pensé.
Y entendí que debía ser aquella la última vez que lo viese y que si no pretendía salir lastimada, debía olvidarlo para siempre.