Travesía [pasajeros #2]

Capítulo 3

James estaba estupefacto. 

La situación era la más extraña que había vivido durante todo el viaje, desde aquella mañana en Fort Lauderdale, casi un mes atrás. 

El muchacho decía llamarse Dylan Lewinsky… el chico millonario que había desaparecido de la faz de la Tierra. Owen ya les había platicado de él, días atrás, y según sus palabras, su desaparición tenía algo que ver con la Isla y el Triángulo mismo. No se había equivocado. Ahí estaba.

—¿Lewi… Lewinsky? —musitó Cooper, detrás de James—. ¿El muchacho millonario que desapareció?

Dylan seguía con el ceño fruncido, pero ante el comentario del Pasajero, casi baja el arma. Estaba sorprendido. ¿Por qué tanta sorpresa?

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el muchacho.

El tono de su voz había cambiado un poco. La curiosidad comenzaba a abordarlo.

—Somos los Pasajeros del Atlantic Tres Dieciséis —respondió Dianne, atenta a los movimientos de Dylan. Lentamente, se fue acercando hacia James para colocarse a sus espaldas—. Entramos al Triángulo durante el vuelo inaugural.

—¿El avión más lujoso creado por el hombre? —preguntó Dylan.

—El mismo —terció James.

Dylan esbozó una sonrisa mientras bajaba la escopeta con firmeza. 

—La línea Diamante y la aerolínea Atlantic siempre han sabido hacer buenos modelos, lamentablemente no todos terminan su primer viaje bien —dijo con amabilidad.

—¿Qué? —soltó Max—. ¿Decimos eso y ya no somos amenaza para ti? Es como… Martha, en Batman v Superman?

—Max, tranquilo —lo calmó James dirigiéndose hacía él.

De nuevo, la situación era la más extraña de todas. ¿Qué pasaría ahora? ¿Estaban del mismo bando o…?

—Al principio no entenderán muchas cosas —Dylan comenzó a caminar sobre las arenas de la playa, yendo directamente hacía los Pasajeros que seguían dentro del agua, como Miranda y Scott, y aún con la escopeta en mano, los ayudó a levantarse—. Discúlpenme por haberlos recibido de un modo violento, algo está ocurriendo en este lugar. Algo extraño.

—Viejo… —musitó Cooper—, este lugar es extraño.

—Si me permiten preguntar —intervino Han alzando la mano—, ¿qué es este lugar? 

James lo había olvidado casi por completo. Durante las persecuciones a lo largo de los países en las últimas tres semanas, Han no había formado parte del grupo. Cooper lo había conocido en las Islas Canarias, y era una enorme casualidad que se hubieran hospedado en el mismo hotel; pero en cuanto ocurrieron los problemas en el club nocturno, James había tomado a su mejor amigo y a Allori para poder escapar de Blackwood y sus hombres. Claramente lo habían dejado atrás. Sin embargo, gracias a los Salvadores, o Susurradores, Han los había encontrado. Por eso no tenía muchos conocimientos respecto a la Isla o al Triángulo en sí. Todo lo que habían descubierto del lugar más enigmático de la Tierra lo habían hecho durante la travesía a Londres, e incluso hasta El Cairo. ¿Cómo podrían explicarle todo lo que sabían? Era demasiada información.

—Estás en una Isla que no existe —le indicó Dylan.

El muchacho soltó la escopeta y, gracias a la correa, la colgó a su espalda. Se veía más tranquilo, aunque su curiosidad parecía crecer.

—¿A qué te refieres con una Isla que no existe? —preguntó Miranda.

—Esta Isla es el centro del Triángulo de las Bermudas —Dylan les dio la espalda por un momento para salir de las agitadas aguas y al llegar nuevamente al punto donde había estado dos minutos antes, volteó para seguir hablando; parecía no importarle que sus tenis y su pantalón estuvieran empapados y llenos de arena—. Esta Isla no existe ante el mundo. Los mundos, cualquier dimensión. No hay un registro de ella. Va, viene, se mueve entre diferentes líneas y diferentes tiempos, por eso…

—…por eso no siempre se le puede encontrar —finalizó Max, sonriendo—; sí, Owen ya nos lo había comentado.

Nuevamente, Dylan se paralizó, como si estuviera viendo a un fantasma. El comentario que el Pasajero había hecho lo detuvo por completo.

—¿Owen?

—Sí —dijo Scott—, dijo que te conocía. Casi mata a James a golpes por una tontería que hizo en la MI6, comparándolos a ambos.

—Estoy seguro que Dylan no golpearía a nadie sin razón —añadió Cooper casi riendo a carcajadas.

—¿Por qué te sorprende tanto que lo mencionemos? —le preguntó James.

Dylan no respondió, pero la sonrisa en su rostro fue suficiente para saber que le daba cierta alegría al muchacho saber de ese viejo amigo… ¿serían parientes?

—Momento —Miranda alzó la voz—, si esta Isla se mueve… bueno, nosotros…




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