Travesía [pasajeros #2]

Capítulo 4

Ninguno de los Pasajeros pudo responder ante el comentario de Dylan. El muchacho, al captar el silencio de sus seguidores, les indicó con la mirada que debían seguir, antes de que algo pudiera ocurrirles.

Nadie se quejó de la situación. Todos estaban empapados de pies a cabeza, y el hecho de internarse en una jungla oscura, sin la luz del sol para poder brindarles calor, era una idea bastante loca. Sin embargo, James no se detuvo ante las preocupaciones de los demás. Comenzó a seguir el ritmo del muchacho, y detrás de él, los Pasajeros se sometían ante tales decisiones. 

Al principio, el fango, el musgo, arbustos por doquier, lodo a lo largo del sendero y gotas de agua cayendo de los árboles fue lo rodeó al pequeño grupo mientras avanzaban a lo largo de la jungla. Después de un rato, se encontraron con río que se internaba más y más en la jungla. ¿Cuánto habían avanzado? ¿A dónde los estaba llevando el muchacho? ¿Tenía alguna especie de base o algo por el estilo?

—¿En qué momento nos encontraremos con Tarzan? —inquirió Max, cuando el grupo se detuvo ante el río. 

—Quiero asegurarme de que no hay peligro —indicó Dylan.

—¿Es eso lo que te tiene preocupado? —le preguntó Miranda.

El muchacho se hincó y miró con atención las huellas que estaban sobre la tierra. Claramente se dirigían hacía el interior de la jungla, siguiendo la contra corriente del río. Selina debía de estar cerca. Lentamente, suspiró, respiró hondo y miró al grupo de Pasajeros, que aún lo miraban con mucha curiosidad.

—Hace una hora, un oso atacó a una amiga mía —les explicó Dylan—. Eso no puede ocurrir aquí. No es normal.

—¿Cómo que no es normal? —soltó Cooper—. ¡Si los ataques de osos suelen ocurrir en cuanto…!

—Recuerda dónde estás —lo interrumpió Dylan—; esta Isla es diferente. Aquí, los animales no atacan a los humanos. Hay cierta armonía entre los seres vivos que habitan este lugar. Sin embargo, un oso atacó a mi amiga. Alguien debió atacar al oso. Alguien debió romper una de las leyes de la Isla.

—Ben —murmuró James.

—¿Recuerdan lo que dijeron los Salvadores? —Dianne les dirigió la pregunta a todos los presentes—. ¿Algo sobre la destrucción de las dimensiones?

—Si Ben llegaba a tener control sobre la Isla, eso desencadenaría un oleaje de caos sobre las dimensiones —dijo Scott—. Algo así.

—¿Conocieron a los Salvadores? —Dylan soltó una pequeña risa—. Típico.

—¿Crees que Ben haya hecho eso? —le preguntó Miranda.

—Tengo mis sospechas —respondió el muchacho—; dado hecho de que todos los que habitan esta Isla saben del equilibrio que tiene, dudo mucho que alguno de ellos haya querido atacar al oso. Saben bien qué es lo que podría pasar.

—¿Conoces a todos los que habitan aquí? —le preguntó Cooper.

—Es mi trabajo.

—¿Qué clase de trabajo tendría sus instalaciones en una Isla que no debería existir? —masculló Miranda.

Dylan sólo se limitó a sonreírle.

—No estamos en el lugar preciso para hablar de ello.

Ni James, ni sus amigos, supieron a qué se refería el muchacho. ¿Acaso seguían en peligro? ¿Cómo era eso posible si no había nada, o nadie, que los estuviera amenazando en esos precisos momentos?

—Seguiremos río arriba —indicó Dylan.

Scott y Miranda dirigieron sus miradas hacia James, al igual que Dianne, Luna, Cooper, Han y Max. 

James conocía esa mirada. Aunque llevaba poco menos de un mes conociendo a más de la mitad de esas personas, sabía que él, como líder, debía tomar la decisión correcta. ¿Seguir a Dylan lo era? ¿A dónde los estaría guiando? ¿Se podía confiar en él? Por el momento tenía muchas más preguntas que esas, y aunque Owen lo había mencionado, y todos en el mundo real sabían de su historia, ¿cómo podían asegurarse de que Dylan no era Ben? Unas horas atrás, James había visto cómo el tal Blackwood en realidad era una máscara del anciano que usó para llegar a ellos. ¿Y si estaba pasando lo mismo?

—¿A dónde vamos? —inquirió James en voz alta.

Dylan se detuvo.

—Selina y yo tenemos un pequeño búnker, escondido en el bosque que da inicio a unos minutos de aquí. Dado hecho de que somos bastantes, supongo tendremos que ir a la Fortaleza. 

—¿La Fortaleza? ¿De qué…? —inquirió Max.

—Ir a la Nueva Colonia sería un poco arriesgado debido a la distancia, y…

Ninguno de los Pasajeros supo explicar lo que sucedió a continuación. 

Una criatura ágil y rápida cruzó el río, tirando a Dylan en su carrera. La longitud de la bestia era asombrosa, y al correr en dos patas llamó la atención de todos los presentes. Su piel, escamosa y verde, fue la que delató su verdadera naturaleza. Aquella criatura estaba ahí para atacar. Matar.




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