La Travesía había dado comienzo.
La Fortaleza quedó por detrás de lo que James, Max y Miranda podían ver. No conocían aquellos lares, ni mucho menos hacia donde Dylan los estaba guiando, pero confiaban en que resultaría provechoso para la misión que se estaba llevando a cabo.
El equipaje de cada uno variaba dependiendo de la persona. James llevaba un par de mudas de ropa, por si acaso, tres cartuchos de pistola en una de las bolsas de su mochila, un par de bolsas con alimentos y provisiones, así como tres botellas de agua. Miranda, por ser la que más conocía de primeros auxilios y estrategias de combate, llevaba medicamentos, así como botellas vacías para poder llenar en el camino. También se había ofrecido como voluntaria para portar las armas pesadas, desarmadas en su valija, mientras las llevaba en la espalda. Max se encargó, por órdenes de Dylan, de llevar los mapas, más de tres radios de gran peso y tamaño, así como todo tipo de cables, materiales como cobre, aluminio y un par de fierros, así como dos bolsas llenas de llaves oxidadas, una más que la otra.
—Ya se ha explorado el submarino —explicó el muchacho—, sin embargo… no se sabe con certeza cuál es la llave correcta.
Él, a diferencia de los otros tres Pasajeros, decidió llevar una mochila con una muda de ropa, y una escopeta desarmada totalmente. Eso ocupaba la mayor parte de espacio de la mochila.
—¿Qué es, exactamente? —le preguntó Miranda.
—Una escopeta de… ¿protones? —ni él sabía qué era.
—¡Wow! —soltó Max—. ¿Eso existe? ¡Sólo lo había visto en videojuegos o películas de ciencia ficción!
—La inventó un hombre, llamado Chuck —explicó Dylan—, hace bastante tiempo. Dispara ráfagas de energía que, en el estado actual del Exterior, nos vendría bien si alguien, o algo, decide atacarnos.
Por el tono en el que lo decía daba a entender que el grupo no debía preocuparse sólo por criaturas conocidas, sino también por entes malignas o cosas que tuvieran vida que ni siquiera el líder de la Isla había visto hasta la actualidad.
Caminaron durante toda la mañana, yendo directamente hacia el noroeste. A partir de los muros de la Fortaleza, el pequeño grupo entró nuevamente al bosque para dar con un pequeño pantano. El problema no fue la humedad, ni mucho menos las criaturas que habitaban en él, sino el hecho de que casi se pierden dos veces. durante el camino de salida.
—¿No conoces tu propia Isla? —se rió Miranda mientras salían del horroroso fango y comenzaban a caminar nuevamente entre árboles y tierra.
—Si quisieras conocer cada punto de esta Isla te tomarían cientos de años —se quejó Dylan, cerrando el grupo—, pero espero algún día poseer esos conocimientos.
Al cabo de unas horas, el bosque y la quietud habían quedado muy atrás. ¿Hacia dónde se dirigían?
Cuando Dylan había mencionado el Árbol Milenial, lo primero que llegó a la mente de James fue un árbol diferente, quizás de diversos colores, o algo mucho más ficticio. Casi por un instante, pensó que dicho árbol podría hablar, o moverse, pero al cabo de unos minutos, conforme pasaban los minutos y el grupo iba avanzando más en su viaje, descartó tal posibilidad.
—Este Árbol… —dijo mientras caminaban por un enorme tronco caído—, bueno… ¿cómo sabes de él?
—La primera vez que estuve en la Isla no todo era color de rosa. El caos reinaba dentro del Triángulo, y tuve que aprender diversas cosas por las malas. Casi por urgencia que por voluntad propia —explicó Dylan, bajando del tronco y dejó que el resto de sus acompañantes hicieran lo mismo para seguir avanzando por aquella parte tranquila de la Isla—. Mi primera vez viendo el Árbol, bueno… no podía creerlo. Era como estar… no, no en una película, era diferente.
—Yo sé de películas, viejo, déjame los comentarios a mí —bromeó Max.
—El punto es ese mismo —explicó Dylan—, han pasado años y aún no tengo las palabras para describirlo. Es algo inesperado. Único. Como la Isla misma.
Todavía recordaba aquél acontecimiento. Selina había estado ahí, pero también personas que nunca en la vida creyó haber conocido. Como Brad, un hombre que al principio gozaba de mucho dinero, reputación nefasta y una actitud pésima con las personas. Al igual que él, Brad tuvo un cambio en su vida, al momento de conocer el verdadero mundo detrás del Triángulo. También habían estado sus dos mejores amigos, Liam y Matt. Y finalmente, Owen. El grupo con el que vivió aventuras increíbles, peligrosas y un poco extrañas no mucho tiempo atrás.
—Entonces este Árbol Milenial es el inicio de toda la existencia —murmuró Miranda.
—Podría decirse —dijo el muchacho—, imagina sus raíces. Ya hablamos de portales, ahora hablemos de hacia donde llevan. Toda raíz de ese árbol sale de la Isla. ¿Con qué dirección? ¡Nadie sabe! Pero lo vemos como las dimensiones. Cada trayecto de cada raíz es una línea temporal, y cada línea tiene su propia dimensión. Él Árbol le da vida a la existencia.