Travesía [pasajeros #2]

Capítulo 16

Del pequeño grupo, quién más se quejaba por la hora era Max. Sin embargo, no llegó a expresarlo del todo, ya que tenía tanto sueño que no le interesó mucho dar a notar su sentir. Miranda, por otro lado, se sentía llena de energía y estaba lista para cualquier cosa que el camino pudiera depararles. 

—Tomaremos un portal a la bahía que hay al oeste —indicó Dylan—. Allí está el submarino. 

La simple idea de tomar un portal fue suficiente para que el mal humor de Max desapareciera por completo. En su lugar apareció la emoción, la ansiedad y los comentarios basándose en películas de ciencia ficción por parte del chico.

—¡En Halo 4, Cortana podía abrir portales dentro del mundo raro en el que estaban! —dijo en cuanto comenzaron el descenso del Árbol Milenial—. Pero… no sé si también aplique, pero en la serie de Flash, los portales…

—Si no lo callas tú, lo callaré yo —se quejó Miranda., dandole un codazo a James.

A pesar de estar de buen humor, su paciencia se agotaba conforme el camino continuaba. 

Les llevó a cabo de una hora descender hasta el Valle, y de ahí, ascendiendo por las faldas del cráter, otra hora más. En cuanto llegaron al conducto que dirigía al desierto sin gravedad, la calma y paz del panorama se mantuvo. Ningún centinela apareció por debajo de las arenas para atacarlos. ¿A qué se debía?

—Esto es raro —observó Miranda.

—¿Te refieres a las máquinas que salen e intentan matarte? —Dylan sonrió mientras daba un trago de agua a su cantimplora—. Parece que sólo atacan si quieres llegar al Árbol. En cuanto sales, reconocen que fuiste digno o algo así, no he logrado entenderlo del todo.

Sin añadir nada más, el grupo se dispuso a seguir su camino a través de las blancas arenas del desierto que comenzaban a flotar en cuanto pusieran un pie sobre ellas. 

En cuanto cruzaron el desierto, Dylan guió al grupo hasta otro de los extremos de la jungla. Ahora se dirigían al oeste, por lo que los caminos que comenzaron a tomar eran muy diferentes a lo que el grupo de Pasajeros recordaba.

—El portal nos dejará a unos cuantos metros de la playa —indicó Dylan—. Vamos a tener que ser perspicaces si queremos encontrar el submarino.

—Sigo preguntándome cómo es que un submarino así termino en el Triángulo de las Bermudas —murmuró James. 

—Como dije aquella vez, hay muchas teorías —respondió Dylan—. Una de ellas es que fue hundido por una tormenta.

—¿Cómo se puede hundir algo que ya está bajo el mar? —preguntó Max.

—Otra pregunta interesante —Dylan encontró una pequeña caverna por debajo de un par de troncos caídos—. Otros dicen que lo hundió otro submarino, y que ambos se encontraban dentro del portal al momento de la batalla.

—Sigo pensando en el final de Piratas del Caribe, en el remolino —dijo Max.

Dylan apartó parte de los arbustos que colgaban del techo de la caverna, y entró junto con los Pasajeros a su interior. Estaba completamente oscuro, y el olor a tierra mojada les indicaba que el lugar debía de estar debajo de algún río o algo por el estilo. Dylan se negó a encender las linternas debido a la luz brillante que comenzó a alumbrar el interior de la caverna.

—¿Qué es eso? —quiso saber Miranda.

La raíz que provenía desde el Árbol Milenial parecía como si fuera líquido puro y no la extremidad de un árbol cualquiera. 

—Es el portal —explicó Dylan—. Con tan sólo tocarlo nos brindará la energía suficiente para transportarnos de un lugar a otro.

—Fascinante —terció James—. Supongo que tú irás en cabeza.

—Así es. Tenemos que sujetarnos de las manos, y cuidado, el aterrizaje será un poco violento.

¿Violento? 

Ninguno de los Pasajeros respondió ante el comentario del muchacho. Se tomaron de las manos, y Dylan, al instante, alzó su mano sobrante para tocar la raíz.

Se sintió como si alguien hubiese echado un balde de agua helada por encima de todos los presentes, y luego, como si un rayo eléctrico los hubiera golpeado de pies a cabeza. Instantes después, el grupo aterrizó en el suelo, levantando algunas capas de polvo, tierra, y en el caso de James, un poco de agua con lodo.

—¡Qué asco! —soltó éste.

—¡Fue lo mejor de la vida! —Max era el único que se mostraba emocionado—. Por favor díganme que regresaremos del mismo modo.

Dylan se levantó lentamente. No le gustaban los viajes a través de portales, pero la situación lo requería. El tiempo los ponía en desventaja. 

La distancia entre la caverna y la playa era menor a medio kilometro. En cuanto el grupo llegó a sus suaves y cálidas arenas, se detuvieron frente a la primer ola que azotó en sus orillas. 

—¿Y ahora qué? —preguntó Max.

—Tenemos que…




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