Travesía [pasajeros #2]

Capítulo 18

El reloj sonó, marcando las seis de la tarde. ¿Dónde demonios estaba Johnson? ¿Y por qué razón todavía no habían hecho algo con respecto a los casos de asesinato que recientemente habían llegado a la MI6? 

Owen, durante las horas anteriores, fue liberado de las esposas, y tuvo la oportunidad de deambular por las oficinas de las instalaciones del servicio secreto. Gracias a un par de llamadas de su nuevo compañero, ahora él se estaba encargando de recopilar la información necesaria para dar con los Pasajeros restantes. 

—Tenemos a siete de ellos aún en el continente europeo —dijo Heath, uno de los hombres que ayudaban en el caso—. Sin duda alguna, la mayor parte de los Pasajeros del Atlantic Tres Dieciséis ya regresaron a sus países de origen. Será un poco más sencillo ubicarlos de esa manera.

—No me interesa ubicarlos —dijo Owen tomando el folder que Heath le estaba tendiendo con la mano y salió de su cubículo con rapidez—, me interesa salvarlos. 

Después de encerrarse en la oficina de Johnson, Owen se dispuso a hojear cada reporte, cada bitácora que se tenía de los Pasajeros. Muchos de ellos habían alzado reportes de anomalías que habían vivido en los días recientes. Sin duda alguna, se estaban dando cuenta de que las cosas estaban extrañas. El tiempo era crucial en aquella carrera por salvarlos a todos y a cada uno de los extranjeros en aquél universo. 

Pero el verdadero problema no radicaba en el lugar de ubicación de los diferentes Pasajeros, sino en la criatura que los estaba cazando. Ya había dos víctimas. Leslie Troshor había sido la primera, Francisco, el mexicano, el segundo. ¿Quién seguía? Había ciento noventa y un Pasajeros más. ¿A quién atacarían ahora?

La puerta se abrió y Johnson entró seguido de otro hombre a quién Owen no conocía.

—¿Trajiste las revistas de cine que te pedí? —preguntó Owen.

—Muy chistoso —replicó Johnson—. Tenemos una situación. 

Johnson llegó al escritorio, y soltó otro folder de color negro. ¿Otro asesinato? Ya no le sorprendía. 

—¿Y este quién es? —farfulló Owen, mientras se levantaba.

—Me llamo Chase —éste le tendió la mano. Iba vestido con un saco y un pantalón gris, y el cabello corto lo traía peinado hacia uno de los lados de su cabeza. Se veía joven, tímido, bastante novato—. Estoy ayudando al señor Johnson a recopilar información sobre los Pasajeros que hay restantes en el globo, soy de los pocos que saben acerca de que…

—No es necesario que me digas todo eso —lo calló Owen—. ¿Señor Johnson? —hizo una mueca graciosa—. ¿Te llaman señor? ¿Tan bajo han caído todos?

—Harry Simao. Otra víctima de nuestra querida bestia —Johnson abrió el folder y mostró una serie de fotografías de una persona no mayor a los treinta años con severos rasguños a lo largo del cuerpo. Lo extraño era la ubicación: un elevador lo bastante amplio con sangre por doquier—. Está empeorando la situación. La MI6 no puede cubrir todos los casos.

—Yo te dije hace cinco horas que saliéramos al campo a juntarlos, encontrar a todos los Pasajeros y tenerlos aquí —le espetó Owen—. Eso reduciría los ataques.

—Me atrevo a decir que tiene razón —murmuró Chase—. Esta… cosa, criatura, lo que sea, se está moviendo por el globo más rápido que cualquier medio de transporte. Es obvio que no podemos hacerle competencia. 

—Chase, silencio —le ordenó Johnson alzando la voz—. Escúchame —ahora se dirigió hacia Owen—. No disponemos de lo necesario para tener una campaña de protección tan amplia. Primero necesitamos detener a lo que sea que esté matando a todos.

—Sería sencillo saber dónde atacará —se bufó Owen—. ¡Oh! ¿Qué crees? ¡No lo sabemos!

—Lo que estás pidiendo es algo suicida.

—¿Es suicida querer salvar casi doscientas vidas?

—Caballeros…

—¡Tenemos a una mujer llamada Hellen Reeze en la planta baja! —terció Johnson—, y asegura haber estado un tiempo durante el tal James Adams. Tal vez pueda brindarnos un poco de información acerca de…

—¡No recuerdo a ninguna Hellen junto a los Pasajeros que estuvieron conmigo! —se defendió Owen—. Pero felicidades, salvaste a una persona. Faltan ciento ochenta y nueve, ¿cómo crees que…?

—¡Caballeros! —gritó Chase.

—¿QUÉ? —respondieron Owen y Johnson al unísono. 

Chase, temblando de pies a cabeza, tenía su teléfono celular en la mano y se lo estaba dando a Owen. 

—¿Qué? —repitió éste.

—Alguien está llamándote… 

Owen, cambio…

Era la voz de James. 

Por un instante, Owen sintió un gran alivio dentro de sí. ¿Estarían en el submarino, con el inútil de Thiago? Eso significaba que estaban a salvo, y que quizás el chico, Dylan, los estaba guiando y protegiendo. 




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