Dylan sujetaba la escopeta de energía con firmeza. ¿Cuándo había sido la última vez que había visto a Ben? Había sido antes de exiliarlo de la Isla, sin embargo, en aquella ocasión, el hombre que ahora tenía en frente presumía de haber tenido un cuerpo mucho más joven. No el de un anciano. Su teoría era correcta. Viajar entre las dimensiones, y los tiempos, sin el permiso del Triángulo deterioraba el cuerpo físico de una manera sorprendente.
—¿Vas a dispararme, Dylan? —le espetó Ben, con una amplia sonrisa—. Sabes que mi cuerpo soportará cualquier disparo que se efectúe.
Lo sabía.
Detrás de él, James y el resto de los Pasajeros se aferraban firmemente a sus armas. ¿Qué estaban esperando? ¿A que él abriera fuego primero? Era el líder de la Isla, sin embargo, ninguno de los Pasajeros se habían mostrado fieles y obedientes a él anteriormente. Estaban de paso… ¿cierto? James había dejado muy en claro sus intenciones de regresar al mundo real después de haber vencido a Ben y restaurado el orden a nivel dimensional.
—Lo estás pensando —sonrió Ben.
No se inmutaba. No tenía miedo a la situación.
—Cierra la boca —le espetó Dylan.
—Jala el gatillo, sabes que quieres hacerlo.
Claro que quería hacerlo. Todo lo que deseaba en ese momento era poder silenciar a aquél hombre que tantos problemas estaba causando en el Triángulo.
—Lo tengo ubicado —la voz de Selina se escuchó detrás de Liam, por medio de la radio que traía el muchacho—. Está solo el desgraciado.
Ben volvió a sonreír.
—Ah, sí —murmuró—. Tu chica, Seli… ¿na? ¿Así se llamaba?
—¡Cállate! —bramó Dylan, arremetiendo contra él.
—Está un poco apartada, en una torre de vigía, ¿cierto? Hacía allá —Ben señaló al norte—. Sería una lástima que algo sucediera.
—Voy a reventar tu boca con un disparo —lo amenazó James—, no me importa si eso te quita la vida o no.
—¡Ah, claro! El héroe de los famosos Pasajeros —Ben dio un par de aplausos mientras reía para sí—. ¿Qué tal les sienta el viaje? ¿Mejor de lo que Atlantic pudo prometer?
James no pudo soportarlo más. Dio un par de pasos al frente, decidido y errático, y dejó a Dylan a sus espaldas, para colocar el cañón de la pistola por debajo del cuello de Ben.
—Te lo advierto —resopló.
—James, James, James —dijo Ben, sin mostrarse asustado—; ¿no has aprendido la lección? Si te metes conmigo, las personas sufren. Lo comprobaste con la daga aquél día, en Egipto. ¿Recuerdas?
¿Cómo no recordarlo? Había pasado tan sólo un par de semanas atrás… ¿sí habían sido dos semanas? El hecho de haber sido apuñalado por Ben, después de que éste mismo hubiese detenido una bala, no era lo más satisfactorio al ser recordado. Casi moría. Hubiera perdido la vida de no ser por los Salvadores.
—¿Qué es lo que quieres? —Dylan tomó a James del hombro y lo obligó a apartarse de Ben por un par de metros—. ¿Decir hola y ya?
—Soy una persona educada, Dylan —Ben chasqueó los dedos—, y me encantaría presentarte a los amigos que me acompañan esta noche.
Como si de una escena ensayada se tratara, del suelo comenzaron a brotar varios cuerpos. Eran personas que, como si estuvieran dormidas, emergían con una lentitud sofocante. Sus ropas estaban intactas, pero su cuerpos tenía múltiples rasguños. En cuanto estuvieron en la superficie del campo, se detuvieron en seco. Eran más de dos docenas. La gran mayoría portaban uniformes de la MI6.
Parecían muertos. Dormidos.
El grupo de Pasajeros estaba totalmente rodeado, y entre Dylan y James tuvieron que ordenar las filas de sus amigos para que, por lo menos, hubiera un arma en cada punto cardinal.
—¿Muertos vivientes? —exclamó Max—. ¡ESTO ES LO MÁS LOCO QUE HE VISTO DESDE QUE LLEGAMOS AQUÍ!
—Son Rezagados —indicó Dylan—. ¿Cómo…?
—Un líder que no conoce su campo —escupió Ben—. Un pastor que desconoce su rebaño. Deberías conocer más tus tierras, chico.
—Las conozco lo suficiente.
Ben volvió a reír.
—Esto es sólo un saludo, muchacho. Sin embargo, a veces los mensajes incluyen una posdata un tanto amenazante. ¿Quieres escucharla?
—Habla.
—Te voy a quitar todo lo que tienes —el semblante de Ben se endureció por primera vez en todo ese tiempo—. Vas a perderlo todo. Absolutamente todo.
Con un ademan, señaló al norte, donde supuestamente estaba Selina.
—Te prometo que si algo le sucede a Selina —le espetó Dylan—, no habrá dimensión , ni tiempo alguno en donde puedas esconderte.