Owen titiritaba de frío. La noche había caído, y él se encontraba fuera de una furgoneta negra, abandonada en medio de la calle. Había llegado hasta ahí junto con Johnson, quién estaba al volante de la camioneta, y con Chase, quién se encontraba en la parte de atrás haciendo unos análisis con la mano de Aurora que habían conservado desde su enfrentamiento en el hotel.
—¿Tu plan es entrometerte con la línea temporal? —le preguntó Johnson, un poco harto de la situación.
—No tal cual —dijo Owen—. No sabía que Jim era un novato con el arma. Sin embargo, James y los otros Pasajeros me contaron que al ser rescatados de HMP Brixton, la penitenciaria, hubo fuego cruzado.
—Y resulta que serás tú el autor de aquél tiroteo, ¿no?
—Espero no llegar a tanto.
—¡Esto es fascinante! —dijo Chase en la parte de atrás.
—¿Qué estás haciendo, niño? —le espetó Johnson, dándose la vuelta.
Chase estaba sentado sobre un banco, y con la mano de Aurora sobre la mesa, con un par de pinzas encima de ella, así como un microscopio, un par de lupas, algunas bolsas de plástico y un par de recipientes con líquido de color rojo y azul.
—¿A jugar a los doctores? —musitó Owen.
—Estoy intentando hacer un arma que cumpla con las características físicas de Aurora.
—¿Y nosotros qué culpa tenemos? —le reclamó Johnson.
—Estaba pensando en… algo que nos ayude a movernos con portales, tal y como ella lo hace.
Owen abrió bien los ojos, en seña de asombro, se dio la vuelta y miró a Chase con curiosidad.
—¿Puedes hacer eso?
—Estoy buscando el modo de depositar parte de las moléculas de Aurora en una granada. Ya vimos que al momento de rasgar el aire, se abría un portal así que… es posible que encuentre el modo de abrir portales por nuestra cuenta.
—¡Genio! —Owen lo apuntó con el dedo.
En ese momento aparecieron dos vehículos más. Un Jetta negro, modelo de ese año, y una camioneta Honda de color azul oscuro. Tanto Johnson como Owen se mostraron sorprendidos por ello.
Jim bajó de la camioneta, mostrando un semblante serio y enfadado.
—¿Qué ocurre? —preguntó Owen.
—Es…
—¡No es mi culpa que quieras estar de sobre protector toda tu vida, James! —una chica vestida de negro, con una chaqueta de cuerpo, bajó del Jetta casi armando un berrinche típico de un adolescente.
—Te pedí amablemente que te quedaras en la casa.
—No vas a hacer esto tú solo, además… tiene que ver con el Triángulo. Yo también estuve ahí.
—Demonios —soltó Owen. No recordaba que Luna también había sido parte del rescate. ¿Cómo iba a entrar abriéndose paso a tiros si había una mujer con ellos? Y más si aquella chica tenía menos de veinte años.
Johnson se intentó bajar de la camioneta, sin embargo, Owen lo detuvo con un ademan de mano. No quería que más gente se entrometiera en ello. Podían alterar el curso de las cosas y eso causaría un caos aún mayor. En lugar de explicarle, se dirigió hacia donde Jim estaba armando una discusión con su hermana.
—Es peligroso —terció Jim.
—¿Y? —le espetó Luna, cruzando los brazos—. La Isla también lo era.
—Estuvimos un par de semanas ahí. No fue gran cosa, además…
—Dijiste que teníamos que rescatar a ciertas personas que entraron al Triángulo, ¿no? ¿Qué tan difícil puede ser eso?
—Uno de ellos es mi doble —Jim alzó la voz—. James Adams. Hay un James Adams en esta penitenciaria que no soy yo. Por eso no quise que vinieras. No…
—No ocurrirá nada —se entrometió Owen—. Entraré, dispararé un par de balas, y me retiraré. Ustedes sacarán a los demás.
Era el mejor plan que podía tener. No había otro modo de hacer las cosas, y menos si tenían el tiempo medido.
—Voy a entrar —les indicó Luna.
Owen ignoró su comentario y se dio la vuelta para acercarse al vehículo donde Johnson lo esperaba impaciente.
—¿Ya tienen cita? —refunfuñó.
—Entraré con ellos. Será rápido.
Johnson puso los ojos en blanco.
—Sabes que esto va contra la ley, ¿verdad?
Owen abrió la puerta del copiloto para sacar su mochila y dirigirle una mirada de ignorancia a su compañero.
—Te van a arrestar.
—Eso no lo sabemos —Owen se dio la vuelta y siguió de frente para toparse de nuevo con Jim y con Luna.
Era el momento.
—
A pesar de que ya no había luz debido a la hora, Owen opinó que era mejor no usar linternas. Eso alarmaría a los vigilantes que había cerca de la penitenciara, por lo que, con la ayuda de Chase mediante un micrófono y un par de audífonos, pudieron moverse dentro de la zona sin ser detectados.