Travesía [pasajeros #2]

Capítulo 45

James intentó levantarse, pero sus brazos y piernas no le respondían. Estaba demasiado cansado. Lo más extraño, y lamentable, era que el cansancio no se debía a su cuerpo físico, sino a su interior. Le dolía vivir. Le estaba costando seguir respirando.

—¡James! —fue Scott el primero en acercarse a él segundos después de que Ben desaparecía—. ¿Qué fue lo que pasó? 

—¿Estás bien? —Miranda también ya estaba a su lado—. ¿Por qué…?

—¿Te poseyó? —clamó Scott, ayudándolo a ponerse de pie, e incluso cuando James volvía a caer al suelo, lo sostuvo entre sus brazos. 

—Dianne… —susurró James, casi sin fuerzas—. Dianne…

Scott y Miranda dirigieron una mirada al otro lado del campamento, donde Cooper intentaba levantarse. Dianne seguía sin moverse, y un hilo de sangre atravesaba su ropa. No respiraba. No se inmutaba. 

—No… —James intentó llegar a ella, pero su cuerpo no le respondía.

Liam y Brad, frente a la fogata, cargaron sus armas y comenzaron a hacer una inspección en el perímetro. No se podían dar el lujo de recibir más visitas inesperadas en aquella noche. 

—James, por favor… —Scott intentó detener a su amigo, pero James le dio un pequeño empujón antes de caer de nuevo al suelo.

Esta vez nadie lo ayudó a levantarse. Su fuerza de voluntad por a la mujer que le había quitado la inseguridad era más fuerte que lo que sentía en su interior. No quería morir, no quería abandonar a sus amigos que habían compartido con él tantos momentos de peligro. No podía dejarlos. No podía irse así nada más. 

Se arrastró por el suelo, siendo visto por todos, pero negándose a cualquier tipo de ayuda que pudieran ofrecerle.

En cuanto llegó al lado de Cooper, su amigo colocó una mano en su hombro.

—Lo siento, viejo —fue todo lo que pudo decir.

Dianne estaba recostada, boca arriba, con los ojos abiertos y aún paralizada por el último acontecimiento que vivió. La daga que tenía en su pecho había hecho una herida muy profunda. Había roto sus costillas, y posiblemente atravesado su corazón. 

James ignoró el comentario de su amigo, y se colocó frente a ella. Le dolía cada centímetro de su cuerpo, pero ya no le importaba. Ahora sólo quería concentrarse en el dolor que sentía internamente. 

—Dianne… —musitó para sus adentros—. No fui yo. Perdóname.

No supo qué pasó después. Cerró los ojos con fuerza, y se limitó a escuchar los latidos de su propio corazón, que sin duda alguna no eran normales. Algo le había hecho Ben. Para recuperar su cuerpo, tuvo que quitarle algo a James. ¿Su vida, acaso? ¿Ahí terminaría? Porque de ser así… no podía hacer nada. Dylan y los demás estaban lejos de allí, y los pocos Pasajeros que tenía a su alrededor no bastaban para hacerle frente a Ben. Todo estaba perdido.

Habían perdido.

Y él, el supuesto líder de los Pasajeros, y quien podría resultar como el siguiente en la línea del Triángulo para liderar su misteriosa Isla, había caído en su primer enfrentamiento contra el mal. 

 

 

Dylan volvió a disparar la escopeta de energía, matando al instante a un hocicorto distraído que se atravesó en el camino.

—¡Era el último! —gritó Han.

Max y Luna estaban justo a sus espaldas. No habían disparado ni una sola bala, pero era mejor tener armas en mano, que haber resultado indefensos todo el tiempo. 

—¿De dónde salieron estas cosas? —preguntó Max—. Dejamos el pantano atrás desde ayer.

—Aún no amanece —terció Dylan, bajando el arma—. Los hocicortos atacan de noche, o cuando hay mucha agua de por medio. 

Killian iba a su lado, exasperante. 

El pantano había quedado atrás, cierto, pero ahora el camino se había vuelto peligroso e incluso impredecible. Con Ben suelto por la Isla, las condiciones del Exterior habían cambiado mucho. El anciano había alterado por completo el orden que el Triángulo tenía en sus interiores. 

Una ramita se quebró no muy lejos de ahí.

—¡Pst! —le chifló Killian a los demás. Luego se dirigió a Dylan—. ¿Escuchaste?

—Claro que escuché.

Había pocos árboles alrededor de ellos, sin embargo, estaban en un pequeño valle que los dejaba muy al descubierto. El sol todavía no salía, pero la poca claridad que había les brindaba la suficiente visión como para volver a ponerle un frente a cualquier cosa que estuviera cerca.

Dylan y Killian bajaron las escopetas, pero mantuvieron las pistolas en alto. Detrás de ellos, Luna y Max les siguieron el paso. Algo pasaba del otro lado de los arbustos. Y eran varios.

¿Que serían? ¿Hocicortos o… algo peor? 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.