Aiman se encontraba sentado junto al rebelde camello Heft, él estaba demasiado cansado y preocupado porque ya se habían separado demasiado de la tribu, además de que llegarían tarde con Faisal, quien era su comprador favorito y un gran amigo desde que su hijo y nuera fallecieran trágicamente.
El hombre intentaba resguardarse del quemante sol debajo de la sombra del camello, cuando escuchó que se acercaban un par de vehículos motorizados a gran velocidad, ya que este era un camino común para llegar a diferentes excavaciones no pensó que estos se dirigieran directamente a él.
Mientras tanto, los hombres que venían dentro de aquellos vehículos hablaban en conjunto sobre como se llevarían al señor Aiman Haleft, ya que su jefe les había pagado varios miles de dólares por llevar al hombre vivo, ellos no hicieron preguntas en el momento, pero estaban intrigados por saber la razón que tenía su jefe para secuestrar a un anciano pobre y perteneciente a las tribus de badawis, alguien que ni siquiera era parte de alguna de las familias regentes de estas tribus.
Las enormes camionetas se detuvieron a unos metros del anciano y su camello, cinco hombres salieron del primer vehículo y cuatro más del segundo para rodear al hombre. Aiman nerviosamente preguntó que ocurría, mientras aquel grupo de varones armados lo rodeaban y le apuntaban con las armas para amenazarlo.
— ¡Anciano, arrodillate y no hables! — gritó uno de los hombres.
El anciano se tiró con dificultad sobre la arena colocando sus manos para evitar lastimarse, tres de aquellos hombres se acercaron para amarrar al anciano con un par de sogas, con las cuales evitarían que escapara. El hombre no puso resistencia puesto que ya era una persona de la tercera edad, siendo demasiado fácil para que los mercenarios lo cargaran y llevaran a la segunda camioneta.
Aiman estaba ansioso y preocupado por su nieto, sin embargo, no hizo mención de él, puesto que recordó el mensaje que su hijo le dejó con Faisal unas semanas antes de que falleciera. Esas palabras revoloteaban en la mente del anciano e incrementaron el miedo que sentía por aquella situación.
""Padre, espero que te encuentres bien, te dejo este mensaje porque necesito que me ayudes a cuidar a Gafar.
Estoy muy preocupado porque nos han estado buscando un grupo de hombres que creo son mercenarios, esto comenzó desde que estábamos en Esna y mis compañeros de trabajo nos avisaron que buscaban al último descendiente de los Haleft.
Me puse a investigar con algunos otros conocidos y me comentaron que una secta llamada Dyet, ha estado buscando a diversas personas de nuestra tribu, no sé si han localizado a estas personas, pero temo lo peor... Ya ves que mi hermana cometió el error de casarse con aquel hombre de Ombos y desde entonces no hemos sabido nada sobre ella.
Por lo mismo dejaré a Gafar con Badra para que puedas venir por él y llevártelo con la tribu, creo que ambos estarán más seguros en el desierto.
Por favor no temas por nosotros, Jalil y yo vamos a ir hacia Sudán para conseguir un nuevo trabajo.
Con cariño Zaid""
Las camionetas avanzaron rápidamente hacia el sur de Egipto para entregar al anciano en el punto de encuentro, por el espejo retrovisor los hombres miraban al anciano que estaba tenso y con la mirada baja. Los cuatro varones esperaban que si fuera el hombre correcto, puesto que ellos se estaban guiando con las indicaciones del sacerdote Moad, quien les dijo el lugar exacto en el que lo encontrarían y qué tipo de facciones debían tomar en cuenta para reconocerlo, toda esta información obtenida a través de sus rituales antiguos y referidos a la deidades egipcias.
El anciano estaba pensativo y rezaba para que no le ocurriera nada malo y pudiera vivir sus últimos años con su nieto, mientras aquellos vehículos avanzaban sobre el desierto. Entretanto, otro grupo de mercenarios llevaba a una mujer rubia camino a Edfu, quien temblaba y aferraba un portafolio rectangular entre sus delgados brazos. Aquel portafolio llevaba un artefacto que hacia varios años habían encontrado en una re-excavación, éste era una especie de bastón con símbolos más antiguos que los encontrados en las clásicas tumbas de la Dinastía I y actualmente se encontraba en una exposición relacionada a la realeza egipcia.
Aquellos secuestros estaban ocurriendo, mientras un grupo de hombres dialogaban en árabe antiguo sobre los importantes hechos que ocurrirían próximamente. La discusión se volvía bastante acalorada dentro de ese restaurante en Ombos, cuando una joven mesera se acercó al mayor de todos ellos para decirle que sus cargas se encontraban en camino y que hasta ahora nadie sospechaba la desaparición de la arqueóloga ni el robo al museo del Cairo. El hombre ataviado de una seda fina, agradeció la información de la mujer y le ofreció un par de billetes para que se retirara en silencio.
— Amigos míos, ya se acerca la hora del regreso de nuestro maravilloso Faraón Uadyet — . Alzó sus manos para finalizar —. El mundo va a regresar a su gloria y nosotros dominaremos de nuevo.
Los presentes aplaudieron entusiasmados, todos ellos estaban preparados para el regreso de su faraón, quién había hecho varios cambios en el reino y les había prometido la inmortalidad a sus seguidores. A pesar de los siglos que ya habían pasado estos hombres esperaban que se cumpliera la promesa hecha al séquito de aquel terrible faraón, quienes formaron una secta llamada Dyet, en la cual ellos adoraba al dios del desierto.
Editado: 30.12.2020