Travesía por el Nilo

Contra corriente

La tarde ya había caído sobre el moderno Egipto, mientras Gafar corría por toda la parte suroeste de la ciudad hasta encontrarse con los cultivos, de allí avanzó por la orilla del río para buscar al gran cocodrilo.

Bek estaba descansando entre los arbustos que crecen al rededor de la orilla del río, mientras sus pupilas miraban un rojizo atardecer su mente cambiaba abruptamente la escena. En dicho recuerdo él se veía erguido y con una vestimenta blanquecina.

 

Cultivos se alzaban frente a él mientras avanzaba hacia el interior del territorio, su cetro was se enterraba en la tierra húmeda y sus piernas avanzaban con cuidado entre las ramas. Las chozas se alzaban poco apoco, algunas personas recogían sus granos y telas, mientras Sobek pasaba junto a ellos. Frente a él se alzaba un hermoso templo, las antorchas iluminaban el lugar y las estrellas relucían sobre la imponente noche.

 

Su visión regresó al río, sus sentidos volvieron en sí cuando escuchó los pasos de un humano. Gafar se acercaba a paso apresurado, sus pies hacían crujir las hojas, mientras el cocodrilo desconfiado giraba su cabeza. El joven apareció entre los arbustos, bastante cansado se inclinó tomando sus rodillas y respirando con dificultad.

 

Buscando la manera de controlar su respiración, Gafar le explicaba a Bek que en el departamento de justicia de la ciudad le habían comentaron que su abuelo se encontraba fichado en la jurisdicción de Edfu como terrorista y que probablemente saldría en un par de días puesto que no se tenían pruebas del cargo que le habían impuesto. El cocodrilo lo escuchaba con atención, mientras el joven se sentaba y se acomodaba para dormir un par de horas.

 

Gafar dormía profundamente sobre unas hojas que colocó como cama, a diferencia del desierto en la orilla del río la temperatura era cálida y no necesitaba cubrirse del todo. Bek miraba como una leve niebla se creaba en la superficie del río, estiró sus miembros y se acercó al jovencito para despertarlo con cierto cuidado, puesto que el cocodrilo sabía que la fuerza de su hocico podría lastimar al pequeño.

 

Con bastante sueño Gafar sacó de su bolsa un poco de pan de trigo y algunos frutos frescos para comer después de su larga caminata, mientras le entregaba un trozo de carne de ternero a Bek, ambos aprovecharon a tomar un aperitivo antes de adentrarse en las verdes aguas.

Cuando finalizaron, el cocodrilo entró al río, se hundió y remojó su áspera piel mientras el joven se limpiaba la cara con un pedazo de su turbante. Después de aquello se arremangó sus pantalones y entró al agua, caminó lentamente para después sumergirse en las frías aguas, donde Bek lo levantaría. Las rodillas y vientre del joven se colocaron sobre el lomo del cocodrilo, sus antebrazos y palmas se sostuvieron de la rugosa piel, sin soltar palabra alguna entre ellos.

 

El cocodrilo coleteó y sus zarpas revolviendo el agua. Así avanzaron tranquilamente por las lindes del río, el joven admiraba los cultivos y los peces que escapaban del movimiento producido por el reptil, mientras Bek pensaba en las últimas imágenes que su mente había mostrado.

 

Su mente se arremolinaba entre varias imágenes, tanto de niños, mujeres como reyes y construcciones que aparecían ante sus dorados ojos, pero nada relacionado al imponente chacal o al obscuro pasillo. Su coleteo incrementaba generando olas a su alrededor; aquel movimiento calmado pero continuo arrullaba al joven, quien al final terminó completamente dormido.

Pasaron unas cuantas horas cuando la corriente del río cambió. El cocodrilo no lo esperaba puesto que no acostumbraba a navegar de noche, por lo cual su cuerpo instintivamente se sumergió para tomar el rumbo a favor de la corriente. Debido a que sus sentidos seguían adormecidos por los recuerdos, olvidó que Gafar dormía plácidamente sobre él.

 

Fue entonces que el jovencito cayó dentro del río, su boca se llenó de agua, mientras sus manos y piernas aleteaban intentando salir, sus sentidos se nublaban al verse invadidos por miedo. Nunca en su vida había sentido tanto pánico, ni había imaginado morir ahogado, ya que al tratar de salir se hundía cada vez más, provocando que su mente se colapsara. De un momento a otro el cuerpo de Gafar dejó de responder y se sumergía en las verdes aguas.

 

Bek seguía nadando contra y a favor de la corriente, su mente e instinto estaban en conflicto. No sabía cómo actuar ante tal hecho, hasta que vio como el cuerpo del joven se hundía hacia el fondo del río. Sus ojos miraban como el cuerpo inerte era abrazado por las algas, como salían las burbujas de su boca y como sus miembros se relajaban.

El cocodrilo se quedó atónito por unos segundos, un recuerdo helado se asomaba en la mente de Bek, mientras el joven badawi era absorbido por el río Nilo.

 

Las estrellas brillaban con esplendor sobre la noche, mientras Sobek caminaba de regreso al río feliz por encontrar a un humano que comprendiera sus ideas, cuando escuchó los gritos provenientes del palacio. Giró su cabeza lentamente y vio las flamas ascender al cielo, aterrado corrió en dirección al lugar, mientras su poder divino se apoderaba de él y atrajo agua evaporada para después dejarla caer sobre el lugar.

 

Al llegar al palacio miró con angustia cómo las llamas devoraban el lugar y los gritos de los habitantes se ahogaban lentamente entre los lamentos de los pueblerinos que intentaban salvar a aquellas personas. Sus manos se abrieron, el cetro was cayó al suelo y extendió los brazos suplicando para que aquello funcionara. Las gotas cayeron constantes, mientras las llamas eran sofocadas y los escombros caían a los alrededores. Dejó a un lado su jerarquía y entró al edificio, saltó sobre los escombros y avanzó a paso veloz, pero al entrar al aposento principal, se dio cuenta de que era demasiado tarde. El joven faraón había perecido ante las llamas.



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En el texto hay: suspenso, dioses de egipto, egipto

Editado: 30.12.2020

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