Travesía por el Nilo

Edfu

Gafar avanzó hacia la ciudad con la promesa de volver a ver al cocodrilo y con la esperanza de encontrar a su abuelo; ambos sabían que la estatuilla de turmalina los reuniría de nuevo, así que se desearon buena suerte en su viaje.

 

El jovencito caminó por las callejuelas de Edfu preguntando a las personas que salían de algunos negocios sobre un anciano de la tribu badawi, para lo cual les dio la descripción del atuendo de su abuelo ya que eso lo haría único en la ciudad. De una veintena de personas, sólo dos le dieron un poco de esperanza, ellos le comentaron que había ocurrido algo a las afueras del edifico gubernamental y que si quería asegurarse de que esa persona era su abuelo debía ir al lugar.

 

Con las indicaciones que le dieron aquellas personas, él se adentró en la ciudad y siguió preguntando a los transeúntes, algunos lo miraban extraño, otros le decían que no habían visto a alguien así y unos titubeaban en sus respuestas con respecto a los rumores, los cuales hablaban sobre un hombre que había sido "levantado" a unas calles del departamento de justicia.

 

 

Mientras tanto, Bek se adentraba al fondo del río, comía un poco de algas y pensaba en lo que el joven le había dicho: —Si no eres un dinosaurio, entonces, eres el primer djinn que conozco y me da un gran gusto haberte encontrado. Espero que nos veamos pronto —. Sin embargo, aquel sentimiento de nostalgia se vio interrumpido por un amargo recuerdo.

 

A pesar de que era un cálido y tranquilo día, Sobek sentía un poco de escalofríos en su espalda, pero se mantenía calmado ya que continuaba en el palacio del nuevo faraón, quien le ofrecía los más exquisitos manjares del reino. En la mente del dios surgía la idea de crear un pretexto para retirarse del lugar, puesto que ya se comenzaba a sentir incómodo a pesar de llevar ganando tres juegos seguidos contra al faraón.

 

—Grandioso Sobek, ya me habían contado que eras el mejor jugador, continuemos jugando hasta que caigan las estrellas, por favor —sonó la gruesa voz de Uadyet —. Mi hermano querría que te divirtieras, a pesar del lamentable accidente . Fingió una cara de tristeza, mientras se colocaba la mano en el pecho terminó por decir: —Yo siempre le dije que el exceso de antorchas y velas podría causar algún problema, nunca entendí porque razón temía tanto a la obscuridad.

 

El generoso dios reaccionó discretamente a ese comentario para evitar que los presentes se dieran cuenta de su dolor, pero el faraón lo había notado en sus ojos, la culpa de no haber salvado al joven Adyib era demasiado notoria, aunque Sobek hubiese comentado que su ausencia se debía a que Seth ya se encontraba como consejero del nuevo gobernante, todos en la corte de Uadyet suponían que el dios cocodrilo era demasiado sensible.

 

En lo profundo de aquella habitación se encontraba el dios del desierto degustando el vino que se preparaba en el reino, mientras observaba como jugaban el faraón y Sobek.

 

«—Muy bien, ahora titubeará, aprovecha la oportunidad —escuchó el faraón en su cabeza. Era la áspera voz de Set, quien continuaba observando a ambos.»

 

—Ya me habían dicho que eras el mejor. ¿Qué opinas? Si ganas te entrego todas mis tierras por tres días —Su mirada era un poco perturbadora—. Pero si yo gano, tu me prestas tu cetro was por el mismo tiempo.

 

—Interesante oferta, si ganas dos de los siguientes tres juegos te entrego mi cetro, por su puesto, con la promesa de devolverlo al tercer día —. Sobek respondió confiado al haber terminado ese juego como ganador.

 

Mientras ambos aceptaban aquel trato, Seth los miraba con una sonrisa maligna y sus ojos brillaban al verlos reanudar el juego.

 

El enorme cuerpo de Bek ascendió rápidamente después de aquel recuerdo, sus ojos miraron directamente a las estrellas mientras respiraba de nuevo, en ese instante se dio cuenta que necesitaba controlar esos fragmentos que surgían de su memoria ya que aquellos lo estaban volviendo loco y lo hacían alejarse de su nuevo amigo badawi.

 

Mientras que el cocodrilo negro se sumergía nuevamente para pescar algún bocadillo, Gafar continuaba caminado por la ciudad. Él se sentía bastante derrotado porque los guardias del precinto le habían comentado que su abuelo había salido de ahí a eso de las once de la mañana, seguramente en el momento en que Bek y él estaban despidiéndose, además, de que no sabían si el anciano era el hombre que se rumoreaba se habían llevado a un costado del edificio, ya que ellos lo habían visto caminar hacia otro rumbo.

 

El atardecer ya estaba cayendo en esa ciudad y la soledad abrazaba lentamente al jovencito, quien caminaba nervioso por unas callejuelas obscuras del centro de la ciudad. Ya que era su primera vez en esa localidad él comenzó a desubicarse con respecto a las indicaciones de un mercader, quien amablemente lo envío a un pequeño hostal donde podría pasar la noche. Gafar sabía que estaba perdido, así que decidió avanzar hacia unas farolas donde se encontraba estacionadas unas camionetas negras y blindadas, ya que había escuchado las voces de varias personas hablando.

 

Cuando el jovencito se acercó tímidamente a los hombres que estaban hablando y riendo al exterior de un negocio bastante sencillo, un hombre que estaba bebiendo su cerveza lo recorrió con la mirada, reconociendo el atuendo del badawi le dio un codazo a su compañero próximo, quien dejó de reír para mirar a Gafar.

 

—¿Niño, qué te trae por aquí? —preguntó amable el jefe de los mercenarios.

 

—Buenas tardes, señores. Estoy perdido y busco un lugar que se llama "Ramsses hostel", ¿podrían indicarme dónde se encuentra?

 

—Si gustas te podemos acompañar, ahí nos estamos hospedando —comentó el hombre —, pero dime ¿no gustas comer algo antes de irte a dormir?



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En el texto hay: suspenso, dioses de egipto, egipto

Editado: 30.12.2020

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