Travesía por el Nilo

Trago amargo

Los mercenarios subieron a Gafar y a su abuelo en el automóvil que los esperaba, mientras que la arqueóloga Wenday ya se encontraba sentada junto al maletín que incluía aquella tablilla que estaba investigando en su laboratorio del museo, la cual incluía una serie de jeroglíficos que precedían a los ya conocidos, pero su secuencia era diferente a los que había estudiado durante sus diez años en el Cairo, por lo cual no sabía a que se referían.

 

Mientras la mente de Julie divagaba, los tres ya se encontraban listos para partir hacia el Templo de Kom Ombos, pero los mercenarios aún no arrancaban, ya que todavía faltaban cuatro hombres, quienes estaban descargando un sarcófago de piedra que les había entregado el elegante caballero que los observaba desde la cubierta. Aquel hombre había sido muy claro con el cuidado que debían tener para llevar el artefacto, puesto que era demasiado delicado. Sin embargo, no les había ordenado aquello porque temiera que el sarcófago se rompiera al caer, sino que conocía el secreto de sus grabados, los cuales se activarían al realizar un movimiento brusco haciendo que la maldición tallada en él los matara a todos en un par de minutos y con ello, desatara el pánico entre los hombres del barco y sus compañeros.

 

Aquello ocurría en el muelle de Ombos, mientras los líderes de la secta se encontraban con sus subordinados que trabajan en el templo, los cuales habían cambiado las fechas de mantenimiento para que coincidieran con esa semana y así sus maestros pudieran realizar la ceremonia sin que los turistas los molestaran, no obstante, estos contaban con exactamente pocas horas de libertad para realizar el ritual, ya que el siguiente turno de vigilancia iniciaba entre las cuatro y cinco de la tarde.

 

A pesar de que tenían el tiempo justo para traer a su amado faraón, el templo no estaba lejos del muelle y los mercenarios llegaron en menos de treinta minutos al lugar con sus cargas listas. Dos hombres que acompañaban a Gafar y Aiman les indicaron que bajaran para llevarlos al templo, mientras otro de ellos jalaba del brazo a la arqueóloga y la colocaba detrás de los badawis, con el fin de acercarlos a la entrada del mismo y entregarlos como tributo a los secuaces del sacerdote, estos hombres llevaban ropa completamente negra y los ojos rasgados con delineador negro, parecían estar de luto.

 

Mientras uno de los conductores bajaba la tablilla con sumo cuidado para entregarla a uno de los seguidores de la secta Dyet, los cuatro hombres que custodiaban el sarcófago se preparaban para ingresar al templo con éste y entregárselo a Moad, tal cual se los había ordenado el misterioso caballero del barco. Detrás de ellos, los prisioneros avanzaban lentamente con Aiman a la cabeza, al cual le habían colocado una estola de seda negra sobre sus hombros, además, le habían retirado las esposas de sus manos en señal de respeto a la ceremonia que estaba por iniciar, de la misma forma que a Gafar y a Julie.

 

Los principales creyentes guiaban a los individuos dentro del templo en compañía de ocho hombres que cargaban una par de hoces en sus manos, los cuales rodeaban a los prisioneros para evitar que estos escaparan. Todos ellos caminaron con calma por el patio para después ingresar con veneración por las salas hipóstilas exterior e interior, las cuales los llevaron directamente a la sala de ofrendas, en donde los ubicaron junto a la pared norte del lugar. En cambio, los cuatro hombres colocaban el sarcófago de piedra al centro del recinto iluminado por el sol para que todos los presentes lo rodearan.

 

La cara de Julie era de asombro ya que nunca había visto un ataúd de ese tipo, tan perfectamente tallado con algunos jeroglíficos similares a los encontrados en jarrones previos a la Dinastía I, pero armado de manera tosca como si los fabricantes lo hubieran hecho a propósito para proteger a la momia del interior. Aquellos pensamientos ocurrían en la mente de la arqueóloga, en el momento que Aiman tenía su temblorosa mano sobre el hombro de su nieto que estaba parado a su derecha y Gafar colocaba sus manos dentro de su pantalón para buscar la estatuilla de Bek.

 

Los siete lideres formaron un semicírculo entre la mesa de ofrendas y el gran sarcófago, dejando un metro de separación entre ellos y él para comenzar con cánticos en árabe antiguo, los cuales les fueron enseñados por sus padres y los practicaban cada dos semanas al reunirse en el restaurante "Áspid de Cleopatra". Sus seguidores coreaban la parte que les correspondía, mientras un par de hombres extraían la tablilla y la entregaban con reverencia a Abdel, el director administrativo del museo del Cairo, quien se colocaría al lado derecho del sacerdote Moad para que leyera en voz alta el encantamiento que contenía la roca pulida.

 

Un tercer hombre colocaba un caja de herramientas junto al sacerdote, para sacar algún tipo de instrumento que permitiera abrir el sarcófago. Moad se acercaba en compañía del hombre, quien respetuoso se mantenía de rodillas sin mirar al sarcófago, en cuanto el primero quedó a tan sólo veinte centímetros de éste, solicitó dos herramientas, un picador y un martillo para separar la tapa del ataúd, lo cual duró aproximadamente treinta minutos, en los cuales todos los presentes estaban expectantes escuchando que el golpeteo de la piedra se unía a los cánticos.

 

Al finalizar la primera parte de la tarea, pidió una barreta con el fin de usarla de palanca para levantar la tapa, la cual se quejó de forma abrumadora, escuchándose de manera muy similar a lo que harían un par de explosivos al partir las rocas de una montaña. Cuando logró liberar la tapa y la dejo caer hacia un lado todos los hombres, exceptuando los guardias que cargaban con las hoces, se inclinaron diciendo unas palabras que resonaron en la estancia.

 

Gafar miraba asustado a sus captores, puesto que no entendía que estaba sucediendo, mientras Aiman y Julie no dejaban de ver el interior del sarcófago, en donde se encontraba una momia cubierta con un ajuar de oro con diamantes, el cual simulaba un uniforme de batalla, y una máscara de oro que mostraba unos rasgos faciales similares a los del anciano badawi. En cuanto los cuatro mercenarios vieron aquello se alejaron rápidamente del recinto, sin prestar atención a la mirada de auxilio que el niño les mostraba.



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En el texto hay: suspenso, dioses de egipto, egipto

Editado: 30.12.2020

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