La desaparición de Abdel Haddad, directivo del museo del Cairo, y Assim Jalifa, comisario jefe de la región occidente, se mantuvo en las noticias durante una semana, al igual que la detención de un grupo de mercenarios que habían robado una momia antigua de una colección privada y secuestrado a la arqueóloga Julie Wenday. Mientras tanto Gafar se encontraba en Jariyá cumpliendo con el luto de su tribu por la muerte de su abuelo, el cual fue retirado del departamento forense de la ciudad de Ombos por su amigo Faisal y enterrado por su nieto según la costumbre de los beduinos.
Al terminar aquella semana de duelo, Gafar regresó a Luxor para visitar al buen árabe y a su mujer, quienes se encargaron de contactar a Julie para que ella se encontrara con el jovencito y juntos pudieran decidir el futuro de él, ya que ahora no tenía un tutor legal. El niño había reflexionado durante el entierro de su abuelo sobre lo que quería hacer a corto y largo plazo, pero primero quería contactar a su amigo Bek para asegurarse de que podría cumplir todas sus metas a futuro, ya que estaba teniendo sueños extraños sobre su vida pasada como el faraón Adyib.
En ese encuentro Julie le entregó la estatuilla de turmalina que se le había caído en el templo de Kom Ombo y le contó lo que había pasado después de que quedara inconsciente, incluyendo la sorprendente transformación de Bek en un dios egipcio. Faisal y Badra no le creyeron en el momento hasta que Gafar salió de su casa por la noche para verse con su amigo en el río Nilo, ellos lo habían seguido para cuidarlo puesto que las autoridades seguían sin resolver el caso del fallecimiento del anciano y estaban preocupados por lo que le pudiera pasar; sorprendidos por la revelación decidieron volver a su casa y esperar al badawi.
El niño sentado en la orilla del río saludó a un reptil que se acercaba hacia él —. ¡Bek, por aquí! —gritó con emoción mientras agitaba sus manos y el reptil se erguía como un humano —. Quiero darte las gracias por salvarme. Toma, te traje unos frutos secos, espero ahora sí puedas comerlos.
—No hay de qué, querido Gafar, ¿cómo estás? —. El dios cocodrilo tomó la bolsa de tela que el badawi le entregaba y con su cabeza agradeció aquel detalle.
— Un poco preocupado, aunque de salud muy bien —aclaró y miró al cielo, mientras Sobek se sentaba junto a él —. He tenido sueños muy extraños, en los cuales te veo feliz junto a mi, pero sé que soy otra persona y... He estado en la mente de ese muchacho, a quien tu aconsejabas hace muchos años —suspiró sin dejar de ver el horizonte —. Y siento que sus recuerdos y los míos se están uniendo de una manera muy extraña en mi cabeza, ¿sabes por qué me pasa esto?
—Sí, y estoy seguro de que eso va a continuar pasándote —. El dios cocodrilo se volteó hacia él para explicarle —. Esa unión de recuerdos se debe a que tu alma está conectada con la vida de Adyib, ambos son la misma persona, pero vivieron en épocas diferentes y éstas convergen ahora en ti, ya que eres un nuevo ser, es decir, naciste de nuevo —. Su gruesa y dulce voz titubeaba —. Sin embargo, ese "nacimiento" no significa que vas a completar tu ciclo como humano, puesto que... El tiempo extra que te di es corto en el mundo de los humanos, así que tendrás que prepararte para cuando llegue la hora y decidir cómo deseas vivir los próximos cinco años, antes de que mi amigo chacal venga por ti.
Gafar lo miró triste, pero sabía que ese tiempo valdría demasiado para él porque podría agradecer a la gente que lo cuidaba, así que decidido respondió: —Así lo haré, no te preocupes.
En ese instante el jovencito decidió aceptar la propuesta de la arqueóloga Wenday, por lo cual habló con Faisal y Badra a la mañana siguiente, quienes gustosos aceptaron que el niño fuera a estudiar al Cairo y viviera con Julie, mientras se mantuviera en contacto con ellos por llamada cada fin de semana y los visitara en vacaciones. En esos días él cambió su vestimenta badawi por ropa occidental para liberarse de su anterior vida.
Gafar estudió por tres años en el Cairo, en los cuales apoyó a la arqueóloga en su investigación sobre la traducción de jeroglíficos en tumbas y papiros, así como hizo buenos amigos entre el personal del museo y en su colegio. Mientras aquello ocurría, Sobek le enviaba mensajes en escritura antigua y en árabe a través del río; los últimos eran traducidos por Thot en lo que el dios cocodrilo se aprendía las reglas del idioma de su amigo.
Después de terminar con sus estudios, el badawi regresó a Luxor para quedarse con Faisal y Badra por dos años. Viviendo allí continúo recibiendo cartas de su amigo Sobek cada dos lunas, las cuales llegaban en un jarrón de porcelana verde que el dios enviaba a través de las aguas del río hasta el mismo lugar en el que ellos se conocieron por primera vez. Durante esos años, el dios cocodrilo le avisaba la fecha exacta en la que iría al mundo de los humanos para hacer su inspección, así ellos podrían reunirse a orillas del río por la tarde para conversar y ponerse al día sobre sus aventuras.
Los meses del último año pasaron rápidamente y Gafar estaba a punto de cumplir sus dieciocho años gracias a Sobek; el joven sabía que la vida proveniente de los dioses no era eterna si el cuerpo ya había perecido cuando ésta lo cubriera, así que tenía que partir pronto. Todos se reunieron en la casa de Faisal para festejar junto con la familia Wenday, aquel día fue uno de los más agradables para el badawi, quien se despidió por última vez de Julie y partió por la noche con las estrellas como únicas testigas.
Él se vistió como badawi, tomó de la vieja montura de su camello Heft el bolso que su abuelo le había regalado cuando era pequeño y avanzó por las calles de Luxor hasta el río, en donde lo estaba esperando un chacal negro sobre una balsa, al subir el joven las amarras se soltaron para ser guiados por la corriente. Partiendo del mundo humano para siempre, ya que su alma no tenía permitido volver, sin embargo, estaba completamente seguro que se rencontraría con su amigo cocodrilo en el otro mundo.
Editado: 30.12.2020