Trece: Serendipia

P R O L O G O

Cheongug, Primer Mundo/Paraíso, 1.750

No habían tenido noticias de Jiog los últimos días y a pesar de que los ángeles de Cheongug se encontraban algo confusos al respecto, decidieron no brindarle tanta importancia y mantener la paz que reinaba por el momento.

Parte de los ángeles se encargaban de la creación de los Amarok, los primeros licántropos con el objetivo de enviar al Medio Mundo, también llamado Tierra y proteger a la misma. Las creaciones se desarrollaban en el Palacio de Kkoch bajo las órdenes del ángel Sauro junto con su prometida Zoe, mientras que otros se encargaban de entrenarlos para que una vez listos, sean enviados al Medio Mundo.

Solo pasaron unos días hasta que tuvieron noticias de Jiog, así era llamado el Tercer Mundo, conocido también como el Infierno.

Los demonios de Jiog invadieron Cheongug con la orden de destruir todo lo que había a su paso.

Todos los hogares fueron destruidos, los monumentos sagrados fueron quebrados en mil pedazos, el Palacio de Kkoch había caído y todo ante los ojos de los ángeles que trataron de salvar a Cheongug con todas sus defensas que fueron en vano. El tercer mundo logró tomar control sobre la cuarta parte de los Amarok.

Tomaron como prisioneros a Sauro, su prometida Zoe y a Zoilo, la mano derecha de Sauro y fueron llevados a la cámara de la tortura en el Tercer Mundo.

Los tres ángeles se encontraban de rodillas en el pavimento, mientras que Sauro sostenía la mano de Zoe y prometía que todo iba a estar bien, por otro lado, Zoilo era invadido con un miedo inefable.

Solo unos segundos después, Elke, gobernante de Jiog, había aparecido ante sus ojos.

—Sauro, que agradable verte— esbozo irónico.

Sauro, Zoilo y Zoe fueron sujetados del dorso por tres de los demonios.

Elke caminó de un lado a otro mientras observaba a sus enemigos.

—¡NO LOS DAÑE A ELLOS!— rogó Sauro, lo que provocó una risa por parte de Elke.

—Música para mis oídos— respondió con malicia.

Elke se acercó hacia Zoilo.

—¿Cuánto vale su vida ante la tuya?— preguntó en referencia a Sauro.

Zoilo desvió la mirada y su temor se incrementó cada vez más.

—¿No vas a responder?

Elke volvió a su posición inicial.

Bien— y con un gesto de manos ordenó que se llevaran a Sauro mientras él le gritaba a Zoe que todo saldría bien.

Elke volvió a acercarse a Zoilo.

—No sería tan divertido matar a Sauro y perder toda la diversión de verlo sufrir por lo que resta de su vida por la pérdida de uno de ustedes— formó una sonrisa.

Elke tomó dos espadas, ordenó a los demonios que los soltaran y le extendió una a cada uno.

Zoe se hundía en sus propias lágrimas mientras que Zoilo era abordado por el temor en su más puro estado.

Ellos con dificultad tomaron las espadas, se observaron con lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Bien- habló Elke— Esto es muy sencillo. Solo uno de ustedes va a sobrevivir, pero como soy tan generoso, voy a dejar que ustedes decidan quién va a ser el afortunado que quede con vida.

Elke tomó un reloj de arena.

—Para cuando el último grano de arena haya caído, solo uno de ustedes habría quedado con vida, pero si para ese entonces ninguno tomó la iniciativa, no voy a dudar en deshacerme de ambos.

Giró el reloj y los granos de arena comenzaron a caer.

Zoe tomó la mano de Zoilo.

—Debes cuidar de Phoe— hizo una breve pausa— Hazlo— pidió.




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