Trece: Serendipia

C A P I T U L O 8

Al regresar a la residencia, Phoenix avisó que iría a encontrarse con Phoe.

Llegó hasta el lugar pactado y sonrió ante la vista frente a él y le recordó a los elegidos.

"¿Algún día seremos capaz de tener la misma libertad?", pensó internamente.

Tal vez nunca iban a ser capaz de ser humanos, pero al romper con la maldición iban a poder ser capaz de sentir, lo que siempre habían deseado.

—¿Te hice esperar mucho?— dijo una voz familiar a sus espaldas.

Al girarse Phoenix pudo observar a Phoe y sonrió al verla.

—No, solo he llegado un momento antes.

Phoe sonrió en respuesta.

—¿Qué dices si nos acomodamos frente a aquel árbol?— sugirió Phoe en referencia al un árbol que se encontraba cerca de la bajada de la colina.

Phoenix asintió y ambos caminaron hacia el árbol para luego acomodarse.

Era un buen lugar para apreciar parte del complejo E.

Phoenix pensaba en lo irónico que era que el complejo E fuera el complejo exento cuando no había nada de malo en ellos, por el contrario, el complejo era un ejemplo de unidad y paz. Los complejos principales estaban mal no el complejo exento.

—¿Has pensado en algo?— indagó Phoe en relación con la actividad.

—Comenzaré a ilustrar el primer esquema, en lo que termino puedes repasar los nombres de cada parte para etiquetarlas luego.

—¿Lo ilustrarás?— preguntó Phoe con curiosidad— ¿Sabes ilustrar?

—Suelo hacerlo ocasionalmente.

—Bien, me acomodaré unos pasos más adelante para que puedas concentrarte mejor.

—No es necesario— respondió Phoenix.

—Está bien, en cuanto lo terminas iré escribiendo las etiquetas para adelantar un poco más.

Phoenix asintió y comenzó con la ilustración.

En cuanto Phoenix acabó con la primera ilustración observó a Phoe quien estaba totalmente concentrada, por lo que no se atrevió a interrumpirla para ofrecer su ayuda.

Y observándola un poco más fue notando en detalle el aspecto de Phoe. Cabello largo ondulado en color azabache y de estatura baja, pero algo en particular había llamado la atención de Phoenix. En la parte trasera de su cuello se escondía lo que parecía ser una marca o tal vez un tatuaje detrás de su cabello.

Una ligera ráfaga de viento despejó un poco más el área de su cerviz para apreciar mejor la marca.

Al observar la marca con mayor detalle pudo notar un círculo que encerraba una estrella con una pequeña esfera en el medio de ella, rodeada de lo que parecía ser destellos de luz y hojas.

Mientras más lo observaba, más familiar le resultaba y buscó entre los recuerdos de su memoria en donde lo había visto.

Se quedó atónito en cuanto pudo reconocerlo y su respiración se agitó.

Se sacó uno de los guantes y corrió ligeramente el otro para luego apoyar uno de sus dedos sobre su marca y ambos brillaron al unísono.

Tomó una bocanada de aire y las palabras salieron automáticamente de su boca.

—¡Eres el elemento trece!

Phoe giró la mirada y al igual que Phoenix se encontraba atónita.

—Y-o...puedo explicarlo—respondió finalmente con dificultad.

—Sabes quien soy, ¿Verdad?— indagó con temor.

Phoe asintió con aflicción.

—¿Te acercaste a mí a propósito?

Phoe negó repetidamente.

—No lo supe hasta que los vi luchando en la Academia.

—Sabes que los elegidos están esperando por ti para que acabes con nuestra maldición, ¿Verdad?— indago.

—¡No puedes permitirlo! ¡Ellos me matarán!— respondió con desesperación.

—Nadie quiere matarte— trató de consolar Phoenix.

—¡No lo entiendes!

—¿Entender qué?

—¿No lo sabes?

—Créeme que estoy haciendo mi mayor esfuerzo por entenderte, pero no logro hacerlo.

—Necesitas ver algo primero.

Phoe tomó a Phoenix y lo llevó a un sitio alejado de la ciudad central del complejo.

Podía observarse un lado totalmente diferente del complejo, cómo su lado oscuro. Una energía desolada emanaba de ese lado y una forma de vivir completamente distinta al otro lado de la ciudad.

—Esta parte oscura de la ciudad es donde habitan las personas como nosotros. Al igual que los Amarok que fueron enviados a la Tierra, nosotros también lo fuimos, pero para vivir entre los exentos, escondidos de por vida como castigo. Hay muchos como yo.

—¿Qué son?— indago Phoenix con curiosidad.

—Solíamos ser ángeles blancos, pero ahora somos ángeles desterrados, no lo somos por haber hecho algo mal o haber desobedecido a Dios. Fue debido a una maldición como venganza para mi padre. Fui desterrada del cielo y me mandaron a vagar entre los exentos. Parte de esa maldición fue depender mi vida de doce elementos, que a su vez fueron repartidos entre doce elegidos con mucho cuidado. Sabía que tarde o temprano ellos iban a buscarme para poder acabar con la maldición porque le habían enseñado la mejor parte de ello, les enseñaron la maravillosa vida que llevan los humanos y la triste vida que llevaba un fenómeno, pero para eso deberán desterrar los poderes de ambos para siempre, lo que me debilita con cada elemento quitado hasta llegar al último elemento, que será el que me quite la vida por completo— explicó con desconsuelo.

—¿Qué pasó con tu padre?

—Él también fue desterrado del cielo y lo llevaron a un lugar en el Medio Mundo. En el lugar más oscuro que puede existir en la Tierra, del cual no tengo conocimientos. Solo sé que lo están reteniendo para cuando los elegidos me tengan en su poder y así, el ángel oscuro que causó esta maldición pueda ver su rostro al verme morir lentamente.

—¿Tú me salvaste cuando Tyr trato de matarme?

Phoe asintió.

—Algo me decía que debía hacerlo, te veías tan inofensivo cuando te vi por primera vez que no pude evitarlo. Aún creo que no eres de los que asesinan o hieren a otros.

—¡Te ayudaré! ¡No permitiré que eso pase!




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