“JANUS FOTSIS”
1.950,Complejo D
—¿Otra vez aquí fenómeno?— indagó con desprecio como solía hacerlo habitualmente.
—Te he dicho que no vuelvas a llamarme de esa manera— advirtió.
El señor Adio, padre de Janus, jamás había podido superar el hecho de que El, madre de Janus, los hubiera abandonado, dejándolo al cuidado de Janus con tan solo un año de nacimiento en 1.841 y siempre creyó ciegamente en que el motivo del abandonado ha sido por Janus, su vida se había arruinado luego de su nacimiento.
“¡No se habría marchado de no haber nacido!”, le recordaba su padre en cada oportunidad que tenía.
“¡Debí haberte abandonado también! ¿Quién querría lidiar con un fenómeno como tú?”. Se había vuelto una conversación usual a los oídos de Janus, nada que no hubiera oído antes.
Pero aquel día su límite había llegado.
—¿Qué harás si no dejo de llamarte por lo que eres? ¡FENÓMENO!
Janus se paró en medio de la habitación y observó a su padre, quien se encontraba de pie frente a él.
Un sonido proveniente de la cocina llamó la atención de Adio, era el sonido de agua cayendo del grifo incontrolablemente.
El agua había llegado hasta los pies de ambos cubriendo la suela de sus zapatos y con lentitud comenzaba a subir.
—¡Detente!— pidió Adio con molestia.
Y con sus pasos, que se volvían cada vez más pesados, corrió hacia el grifo para detenerlo, pero era en vano, solo Janus era capaz de detenerlo.
Otro sonido proveniente del baño llegó a los oídos de Aido, quien se encaminó hacia allí y observó como tanto en la bañera como en el lavamanos, el agua caía imparablemente.
El señor Adio regresó hacia donde se encontraba Janus, quien aún mantenía la misma postura estática en medio de la habitación.
—¡He dicho que te detengas!
El agua había llegado hasta sus rodillas y el señor Adio comenzaba a impacientarse.
—¡Janus!— gritó con todas sus fuerzas.
Pero Janus no podía oír palabra alguna, su atención estaba centrada en su elemento y en usarlo en contra de su padre.
La mirada del señor Adio se elevó hacia el cielorraso de la habitación cuando sintió una gota caer sobre él. El agua comenzó a filtrarse desde el exterior hacia el interior de la cabaña y cuando giró su mirada hacia el ventanal que daba vista hacia el lago que costeaba la cabaña, su corazón comenzó a acelerarse, toda el agua que cubría el lago caería sobre ella si no detenía a Janus.
Con la pesadez en sus pies, dio unos pasos hasta alcanzar a Janus y comenzó a sacudir sus hombros para que volviera en sí, pero fue en vano y como último recurso, el señor Aido depósito una bofetada en el rostro de Janus, una bofetada que había estado conteniendo desde hace varios años.
Janus había vuelto en sí y el agua del lado regresó a donde pertenecía.
Cuando observó la imagen ante él, todo se encontraba bajo el agua y ya no quiso soportarlo más. Se encaminó hacia la entrada que lo llevaría hacia el exterior y con pasos acelerados, escapo de él mientras oía las últimas palabras provenientes de su padre.
“¡No regreses jamás!”
Janus había perdido la noción de sus pasos, no había notado que tan lejos había llegado ni hasta dónde solo sabía que se encontraba en medio de un bosquejo en plena oscuridad, con el reflejo de la luna como única fuente de luz.
Y de pronto, una voz se oyó de entre los árboles que lo rodeaban.
—No deberías estar aquí— advirtió la voz.
La voz sonaba serena y ostentosa, pero Janus no podía descifrar de dónde provenía.
Sintió como su mano era estirada hacia adelante y una luz se encendió frente a él, iluminando tanto a Janus como a quien había tomado su muñeca, dejando al descubierto su marca identificatoria.
Un hombre alto y robusto, de rostro ovalado e inexpresivo, piel pálida, acompañado de unos ojos de color negro y una mirada intimidante. Una melena pronunciada y ondulada pasaba sus hombros y para finalizar su aspecto, una vestimenta elegante de colores oscuros, un saco que llegaba hasta por debajo de sus rodillas, un pantalón de cuero y botas de largo medio en combinación con su atuendo.
—Un elegido Dambae— esbozó con la misma serenidad— ¿Sabes que no deberías estar aquí verdad?
La mirada intimidante se reflejó en las pupilas de Janus, quien se encontraba temblando mientras su corazón latía con rapidez.
—Es…toy perdido— finalmente esbozó Janus con dificultad.
—¿Perdido?— el hombre se acercó aún más a él—¿No sabes que estás en el complejo J?
El rostro de Janus se ensombreció.
—Podría matarte en este mismo instante…
Janus desvió su mirada a un lado.
—No tengo nada que perder.
—¿Quién te está atosigando al punto de que no te importe morir en manos de un Jountugi?
Pero Janus se quedó en silencio.
El hombre frente a él formo una sonrisa triunfadora.
—¿Deseas deshacerte de él?— indagó el hombre.
Y con la ira en su mirada, Janus observó al hombre frente a él y este prosiguió.
—Si me ayudas puedo ayudarte también. Te perdonaré la vida a cambio, cumpliré tu deseo y podrás ingresar al complejo J sin impedimentos cada vez que lo desees— ofreció.
—¿Qué deseas a cambio?— indagó Janus inexpresivo.
El hombre frente a él soltó su muñeca y acomodó su postura.
—Pronto los dos complejos principales reunirán a los elegidos para acabar con la maldición que los ata desde su nacimiento.
Janus observó su muñeca para luego volver la mirada hacia el hombre.
—Prosigue— pidió Janus.
—Irán por ti para que te unas a la búsqueda del elemento trece, a lo cual accederás con o sin consentimiento, por eso lo que quiero a cambio es que vigiles a los Dambae y me informes de todo lo que saben acerca del elemento trece y estés dispuesto a deshacerte de ellos de ser necesario...A cambio obtendrás lo prometido y protección del gran líder de los Jountugi.